Mi cabeza es un laberinto oscuro.
Enviado por Somnambule • 12 de Agosto de 2018 • Ensayo • 800 Palabras (4 Páginas) • 254 Visitas
“Mi cabeza es un laberinto oscuro.”
Ernesto Sábato. El túnel.
¿Puerta al infierno?
Existen dos tipos de viajes a los infiernos. Un infierno físico y el otro simbólico o interno. Ambos igualmente aterradores, pues se llega a una angustia y desesperación agobiante que nos deja un gusto amargo, una sensación de inseguridad, miedo e intranquilidad. Más de una vez hemos llegado a la conclusión de que existe algún tipo de sabotaje que no nos permite ser felices e incluso nosotros mismos asimilamos hechos y acontecimientos dolorosos, agobiantes y desesperantes; como un infierno. Porque eso es lo que representa ese tipo de viaje: la sensación de estar sumergido en un entorno infernal, donde lo único que quieres hacer es salir corriendo, buscar ayuda, encontrar tranquilidad y paz.
El viaje al infierno se puede dar en más de una circunstancia. Desde una pérdida y la depresión consecuencia de ella. El abuso de todo tipo, la soledad, pesadillas, contextos desgarradores, desoladores y conflictivos. Sin embargo, para mi hay una puerta al infierno que jamás podemos cerrar, que siempre ha estado ahí, abierta desde pequeños, aguardando nuestra llegada para sacar a luz todos nuestros miedos, fobias e inseguridades; ésta es producto de un trabajo en conjunto de distintas zonas del cerebro; las llamadas pesadillas, son puertas al infierno, a nuestro infierno.
¿Por qué me atrevo a decir esto? En efecto, basándome en mi experiencia, soy capaz de afirmarlo. Más de una vez me he despertado con un ardor en mi pecho, con un nudo en la garganta, con una sensación de pena horrible que no me permite conciliar el sueño. En decenas de ocasiones, he tenido miedo a dormir e incluso he anhelado la llegada del amanecer, la presencia de algún ruido o luz que me permita descansar, pues es tanto mi pavor de volver a presenciar otro horror del sueño, que necesito de terceros, con el fin de incluir horas de letargo a mi día.
Las pesadillas son el vivo reflejo de mis preocupaciones y situaciones que deseo eludir. Pues en ella se presentan mis miedos más profundos y personales. Ese temor; secreto entre almohada y consciencia.
En el mundo Onírico, pasamos del miedo más trivial, al profundo: ese en donde es necesario haber pasado una vida pegado a ti, o derechamente, incrustado en tus sesos para tener conocimiento de él. Aquel miedo que de cierta forma nos avergüenza, hablo de ése que te lleva al mismísimo infierno, ya que, incluimos una carga negativa y de pavor cuando nos despertamos y, también en el mismo sueño. Son de esos terrores, en los que sueñas que corres y en realidad solo caminas, inclusive con mayor lentitud; donde la combinación de intranquilidad y desesperación, son capaces de despertarnos.
Y no solo eso, además generamos un sinfín de situaciones extremas. Quiero decir que, el teatro de los sueños, nos invita a una obra plasmada de horror y exageración. Muchas veces burda, obscena y tosca, que, si nos lo planteamos como un hecho a futuro, algo que llegaría a realizarse; sería lejano e improbable. Pero que, lamentablemente, como seres humanos dotados de la paranoia, nos hace creer que una invención de nuestro cerebro, es capaz de reproducirse en la vida real, sobretodo cuando muchas veces, el sueño parece duplicarse en frente de nuestros ojos. ¿Acaso la superstición humana es capaz de hacernos delirar con la idea errónea de que nuestro cerebro fabrica nuestro futuro una noche antes? Pues sí. Y muchas veces eso nos juega en contra porque, sentimos un desasosiego y angustia, que nos agobian, llevándose el infierno de la noche anterior, a la mañana siguiente, donde, además de espabilar a punta de mensajes enviados por nuestra mente consecuencia de la empatía por hacernos sufrir, nos devuelven la pesadilla.
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