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Motivos, intenciones y actos


Enviado por   •  2 de Septiembre de 2014  •  Trabajo  •  1.496 Palabras (6 Páginas)  •  213 Visitas

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1. Motivos, intenciones y actos

En los dos últimos capítulos tratamos de descubrir el significado de dos palabras claves en ética: "correcto" y "bueno". Notamos una seme-

janza fundamental en las nociones que estas pa-labras transmiten; ambas se refieren no a una cualidad que podríamos descubrir en un acto o una cosa que estuviera sola en el espacio infini-to,sino a sus relaciones con un todo mayor. "Co-rrecto" y "bueno" son adjetivos que designan el ajuste armónico con un contexto. En general, aplicamos "bueno" a entidades que se acoplan armónicamente a sus alrededores, así como a los fines de la acción; mientras que "correcto" está reservado a pensamientos y actos que conducen a fines aprobados. Sin embargo, en el habla coti-diana no se mantiene rigurosamente esta distin-ción, pues a menudo hablamos de un "buen acto" o de un "fin correcto"; y siempre que designa-mos una acción como correcta o incorrecta, o una entidad como buena o mala, estamos hacien-do un juicio ético.

Podría objetarse que no toda afirmación de que algo es correcto o incorrecto, bueno o malo, es un juicio ético, sino sólo cierta clase de estos enunciados. Decir que una persona es buena cier-tamente es hacer un juicio moral, pero afirmar que un alimento o una herramienta es buena no pareciera tener pertinencia moral. Similarmente, decir que el tratamiento que alguien le dé a su hi-

jo o a su caballo es correcto, parece ser un enun-ciado de tipo diferente a decir que la manera en que alguien maneja sus herramientas es correcta. Se mantiene comúnmente que los juicios éticos

hacen referencia al carácter y al bienestar de se-res vivos, no a la calidad y los usos de los obje-tos inanimados. Sin embargo, la manera en que un hombre trata a sus herramientas revela su ca-rácter tanto como lo revela la manera en que tra-ta a sus semejantes, aunque los rasgos revelados en su trato con éstos parecen tener una mayor im-portancia moral. Nuestro bienestar y nuestra feli-cidad ciertamente dependen en algún grado de la calidad de los instrumentos que hacemos y de cómo los empleamos, aunque no tanto como del temperamento de nuestras mentes. Aunque algu-nos de los enunciados en los que usamos los tér-minos "correcto" y "bueno", o sus opuestos, pa-recen más pertinentes al esfuerzo moral que otros, todos estos enunciados son en algún grado pertinentes a la moral; y casi es imposible trazar una clara frontera entre los usos éticos y no éti-cos de estas palabras. Si nosotros y nuestro mun-do estuviéramos constituidos de forma tal que cada acto fuera en sí mismo una expresión ade-cuada del motivo que lo produjo y un medio efi-ciente para alcanzar un fin deseado, sin duda rea-lizaríamos un único juicio sobre los aspectos in-terno y externo de la conducta, sin molestamos por distinguir los elementos que la componen. Pero en la inmensa complejidad de la vida, tal modo sumario de juzgar no sólo sería frecuente-mente injusto para nuestros vecinos, sino que no podría entrenar adecuadamente nuestra discrimi-nación moral. A menudo pasa que un motivo dig-no de alabanza conduce a un resultado lamenta-ble, ya sea por haber elegido pobremente los me-dios o por desarrollos imprevisibles; e inversa-mente, ocasionalmente sucede que un motivo

Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XXXVIII (95-96), 193-208,2000

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despreciable tenga un resultado feliz. Para poder evaluar con justicia, no sólo es necesario distin-guir entre el motivo del acto y el acto mismo, si-no que es conveniente analizar el motivo y la in-tención en el preludio subjetivo de la acción.

El motivo es, en el sentido más estricto, el impulso psíquico o la fuente de la acción, tal co-mo el apetito, la avaricia, la generosidad, la com-pasión, la curiosidad, o la vengatividad, las cua-les ponen en movimiento al agente tras ganar el control sobre su mente, haciéndose en ese mo-mento su voluntad. En toda actividad deliberada, este impulso psíquico se da en íntima asociación con una idea definida que corresponde a él y pro-mete su cumplimiento; por ejemplo, cuando es-tamos hambrientos a veces nos imaginamos sen-tados a comer en cierto lugar y tiempo. Esta atracción sobre la que se fija la mente es común-mente llamada el motivo de un acto, pero sólo es un aspecto del motivo, el cual, por razones de claridad, llamaremos el "objetivo". El motivo to-tal, o preludio interior de la acción, consiste así de: 1, el impulso psíquico o fuente de la acción, que es afectivo y no conceptual; y 2, el objetivo, que es la imagen mental de la actividad que cum-plirá o satisfará el impulso psíquico. Podemos hacer notar que algunas veces el objetivo des-pierta el impulso, mientras

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