MÓDULO IX EL INFORME FINAL DE INVESTIGACION
Enviado por paula1985 • 3 de Julio de 2014 • 584 Palabras (3 Páginas) • 392 Visitas
COMPLEMENTO DE LA CONSIGNA 6/2 – MODULO 2
Fragmento del libro: La revolución es un sueño eterno, de Andrés Rivera
Un ejemplar del Quijote, regalo de mi padre.
Un libro, en inglés que me envió mister Abraham Hunguer, por encargo de la señora
Belén Hunguer. Su título, Romeo y Julieta, me fue traducido por Agrelo.
La traducción de Moreno, firmada por Moreno de El contrato social.
La espada que cargué en Suipacha.
Un juego de ajedrez de peltre.
Un ídolo asiático, con un pito desmesuradamente largo, regalo de una patriota que
conocí en el Alto Perú.
Un poncho rojo, tejido por una de las mu¬jeres de Antonio Vergara, con quien hablé, en¬tre los escombros de Tiahuanaco, en el invier¬no de 1811.
La copa de plata que me regaló la señorita Irene Orellano Stark, en el verano de 1807.
Un estuche de laca negra, con dos pastillas de un veneno de acción rápida, que preparó mi padre en su laboratorio. Las dos pastillas, por efecto del tiempo transcurrido desde su prepa¬ración, son inofensivas.
Un peine de marfil.
Un frasco de cristal, que contiene leche de ángeles.
Otro frasco de cristal, un poco más grande que el anterior. Dentro de él, conservado en alcohol, un pedazo de lengua que se pudre. Ese pedazo de lengua que se pudre perteneció al ciudadano Juan José Castelli, a quien se llamó, en otros tiempos, el orador de la revolución y, también, representante de la Primera Junta en el ejército del Alto Perú. Su valor como mate¬rial de investigación científica es nulo, según opiniones dignas de ser atendidas. Quien fuera llamado el orador de la revolución se niega a que ese pedazo de lengua que se pudre sea objeto de la regocijada curiosidad de sus enemi¬gos, y dispone que su hijo Pedro abandone, ese pedazo de lengua que se pudre, en el monte más cercano, para alimento de los caranchos.
Dos casacas de paño azul.
Cinco camisas. Una, muy gastada.
Un largavista.
La pistola con la que maté a la muerte, en una calle de piedra.
Dos pistolas, que pertenecieron a Moreno, de corto alcance, que me regaló su viuda.
Papeles que no comprometen a ninguno de mis amigos: mi diploma de abogado, por ejem¬plo. Papeles, entonces, para los enamorados de la nostalgia. Envueltos y atados con piolín negro. Se los encontrará en el último cajón de mi es¬critorio, a la derecha, en un sobre de cuero de venado, que el capitán Segundo Reyes, que ven¬de pescado, arrebató a un oficial inglés, en las calles de Buenos Aires, el domingo 5 de julio de 1807, cuando no era el capitán Segundo Reyes, que vende pescado, sino un esclavo que, en las calles de Buenos Aires, peleó por su libertad. Hay una etiqueta, adherida al sobre de cuero de venado, que permite identificar,
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