Nacimiento Y Expansión De La Letra En La Comunicación Gráfica
moveover23 de Febrero de 2015
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Nacimiento y expansión de
la letra en la comunicación
gráfica
Teórico Nº 1
Antes de entrar en el vasto universo de la Letra, como materia visual de la representación fónica y como
grafismo autónomo de su función textual, es conveniente penetrar en sus orígenes: los pictogramas del
paleolítico superior, y seguir su génesis a través de sucesivas evoluciones abstractivas hasta devenir
signos de la escritura alfabética.
Veremos asimismo las claves de la implantación portentosa de la escritura alfabética en el mundo, desde
los últimos tres mil años, en detrimento de otros códigos alternativos que la precedieron y que coexisten
con ella en la fijación del pensamiento por medio de signos visuales.
En este volumen se trata específicamente de los sistemas más importantes de la
comunicación gráfica: la palabra escrita, en sus múltiples variaciones históricas, formales
y expresivas. Y particularmente ese componente de la palabra gráfica, que es Letra como
signo estructural mínimo, y su extensión en el Escrito y el Impreso.
Esta incursión que vamos a emprender ahora mismo, nos lleva directamente al tronco
común antropológico del que parte el Trazo, como emanación gestual de un complejo
movimiento energético y creativo del hombre.
El trazo es el tronco común del que emergen dos formas como voluntad de comunicación:
el Dibujo y la Escritura. Cada una de estas grandes modalidades del trazo expresivo se
desarrollará en el tiempo por su parte.
La Letra. Esta unidad sígnica irreductible de la escritura alfabética; esta partícula visual
mínima de la grafía de una palabra, convierte el sonido breve de la voz humana —un
sonido que se extingue y desaparece para siempre en su misma emisión — en un trazo
visible que permanecerá sobre la superficie de su soporte físico.
Por consiguiente, la escritura diversificó la capacidad humana de expresión de sus ideas en
dos códigos diferentes: oral y gráfico. Y al mismo tiempo hizo posible el prodigio de retener
el discurso oral en signos visuales, que de este modo serían transmisibles sin necesidad de
que los comunicantes humanos se encuentren presentes en el momento de compartir la
información.
Así, la palabra escrita deviene lenguaje para los ojos, y la Letra se llegará a independizar
de su semanticidad sígnica para desarrollarse y diversificarse a su vez en un polimorfismo
exuberante, hasta constituir una parte importante de la cultura gráfica. La Letra es la obra
de la mano que escribe componiendo palabras que se extienden a lo largo de la línea. Y la
civilización técnica operará otra bifurcación fundamental en la producción de textos
escritos con las sucesivas invenciones de los caracteres móviles hasta llegar a Gutenberg.
La cultura electrónica recuperará más tarde para sí la capacidad productora y conservadora
de textos escritos. Pero a pesar de esta bifurcación quirográfica y tecnográfica, la mano que
traza seguirá dibujando letras, ya sea en el ejercicio de la caligrafía, o en la creación de
logotipos.
El primate erguido. La liberación de las manos
La historia de la Letra, y en su dimensión mayor, de la Escritura, revela toda la lucha del
hombre incipiente, y a través de su evolución, para lograr pensar, explicarse el mundo y
apropiárselo de alguna manera; para retener y fijar las cosas huidizas de su entorno, de su
memoria, de su experiencia y de su imaginación; para detener y retener todo eso en un
espacio-tiempo inmediato, pero del que él ignoraría su permanencia fuera de su tiempo
real y su envergadura cultural ulterior.
homo Sapiens ha visto, lo que sabe y lo que piensa. Es un proceso de comunicación con los
demás —la comunicación como génesis de la comunidad, que se define por lo que sus
miembros tienen en común— gracias al cual su legado se extiende hasta los hombres que
deberían sucederle.
Este empeño del primate por expresarse conlleva un esfuerzo portentoso de abstracción que
desemboca en la fijación material de fragmentos de sus percepciones y experiencias sobre un
soporte físico duradero. La gran revolución humana es haber establecido los códigos de
comunicación y plasmar con ellos de manera estable en el tiempo, las percepciones, las
experiencias y las ideas. Y poder referirse así a ellas con ausencia de ellas mismas, de sus
causas y de sus circunstancias puntuales. El hombre pudo referirse de este modo a cosas
ausentes —lejanas en el espacio, pasadas y futuras— sin necesidad de que estas cosas estén
ocurriendo ahora y aquí. Esta revolución, que hizo transmisible de unos a otros lo visto, lo
hecho y lo pensado, ha sido sin ninguna duda uno de los logros principales —si no el
primero— del progreso de comunicación de la especie humana sobre las demás especies
animales.
Pero para que todo esto fuera posible, el primate debió liberar, antes sus dos patas
delanteras. Pasar del estado de cuadrúpedo al de bípedo. Erguirse.
Con la liberación de las Manos y con su gradual desarrollo como instrumentos operacionales,
sapiens devendría Iudens y faber. Aprendería a aislar y distinguir los objetos y los cuerpos, a
reconocer por el tacto las formas y las texturas de las cosas, así como descubrir su peso y sus
cualidades. La conciencia del tacto y la funcionalidad progresiva de las manos —la destreza
manual— cambiaría el entorno humano de un lugar simplemente habitable a un mundo
operacional y, por eso mismo, modificable. Un mundo de materias y cosas aislables,
transportables, manipulables, transformables por el propio hombre, que las cambiaría en
objetos útiles, utilizables para su modo de vida, para servirse de ellos en función de su
supervivencia y de construir su desarrollo.
El trazo. Emergencia de la expresión gráfica
El Horno sapiens había ya descubierto cómo la presión de sus pies sobre el barro marcaba su
impronta (su doble en negativo). Había aprendido paulatinamente que su cuerpo era una
matriz (también con la proyección de su propia sombra), y que el marcaje era un efecto de
transferencia producido por el peso, la presión o el simple contacto de un objeto o de un
cuerpo sobre otro. En cierta forma, había descubierto las imágenes.
Descubriría también cómo la incidencia de una piedra o un objeto duro sobre una superficie
dejaba en ella una señal, un trazo o un relieve, a menudo pigmentado. Y cómo este trazo,
avivada la sorpresa de su aparición causal por el color, adquiría una presencia especial, y
que, al igual que el marcaje por presión o incisión, estos trazos podían devenir autónomos de
su causalidad involuntaria, esto es, podían ser provocados y desarrollados en signos
intencionales.
El hombre había descubierto de este modo —y más tarde inventado— el trazo. El trazo como
producto de su gesto y de su voluntad. Había nacido el embrión de la expresión gráfica.
Ejemplos primeros de este largo proceso serían las pinturas rupestres (del latín rupis, para
indicar que se encuentran sobre las paredes rocosas de las cavernas prehistóricas o en las
rocas al aire libre) de las cuevas de Altamira o de Lascaux (20.000 a 15.000 años después de la
última glaciación). Estas pinturas explican tal vez historias, hechos o propician acciones
futuras sobre la caza y la fecundación. De ahí sus unciones mágicas, exorcistas e
invocatorias, y de ahí también los rituales de que eran objeto. Así, operando sobre las
imágenes de lo real, el hombre operaban directamente sobre lo real, Efectivamente, la
imagen era —y sigue siendo— mágica.
No sólo la figuración imitativa era objeto de las pinturas prehistóricas (pictogramas), sino
que también se representaban signos simbólicos o mágicos, formas que ocultaban en su
sencillez poderes extraños, como en los misteriosos petroglifos (piedras planas de tamaño
pequeño y mediano) del paleolítico superior, en especial los de Mas-d’Azil —unos 8.000 años
a. de C.—, que presentan trazos cuyas formas abreviadas sugieren signos de alguna
escritura, pero que al parecer tendrían funciones señalizadoras, mnemónicas, simbólicas.
Algunos ven en esta clase de signos, «pictografismos», porque se consideran las primeras
esquematizaciones elementales de una geometría tal vez innata, o tempranamente sentida,o quizá sólo simplificada a causa de la torpeza manual y las limitaciones de una gestualidad
gráfica incipiente. Pero en los que se advierte también una notable capacidad de
abstracción.
Los petroglifos o dibujos pintados sobre piedras, presentan en general formas de cruces,
ruedas, signos antropomórficos y zoomórficos geometrizados, esto es, esquematizados.
Así, pues, hay una relación causal-secuencial inequívoca entre el animal erguido sobre sus
dos patas traseras, la liberación de la mano y el dibujo o la notación gráfica como memoria
artificial. De esta memoria, que no sólo es estática sino también operacional, proceden por
otro lado los «quipos» precolombinos, o cuerdas
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