¡Nunca más viajo en trole!
Enviado por davidgut • 22 de Diciembre de 2015 • Apuntes • 802 Palabras (4 Páginas) • 146 Visitas
¡Nunca más viajo en trole!
Ese fue un juramento que realicé hace bastante tiempo, pero que se rompió ahora, pues tenía que llegar al sur de la ciudad, al Registro Civil. Después de trazar posibles rutas, decidí por la de acceso más fácil: el trolebús. Los pocos centavos acumulados en el bolsillo del pantalón, cayeron en las manos de la señora que estaba en la puerta del andén.
Me situé en la tercera puerta y mientras esperaba el trasporte, pude admirar una espléndida mañana de viernes que resplandecía sin cesar, las lluvias en la ciudad habían cesado, se podía disfrutar de los primeros rayos de sol sobre el rostro de las personas.
De pronto una sombra cubrió la parada, el trolebús había llegado. Y para variar, no había donde poner un pie. Pero decididos algunos, entramos empujando y apretando los bolsillos por cualquier comedido que quiera revisarlos.
Después de pasar por dos paradas mi espalda ya presentaba un dolor inusual. El choque de las respiraciones hacía que exista menos aire frío en la unidad pública, y es que dentro del trole la ciudad se achica. Frente a mí había mujeres, niños, ancianos, personas que esperaban con ansias el cambio colorido de los semáforos y hasta ciudadanos cubanos que mantenían una conversación muy fluida.
La música de los celulares competían entre si, y a veces se escuchaba más la salsa que la bachata. El calor se hacía más intenso mientras dos personas bajaban y tres subían a la unidad.
En la quinta parada pudo ingresar una señora de aproximadamente ochenta y dos años. Lo hizo con mucho esfuerzo y con las ganas de que alguien le ceda un asiento. Se situó muy cerca del pasillo pero nadie le hizo caso, y es que casi todas las personas que estaban sentadas eran mujeres, y digo casi porque justo frente a la señora estaba sentado uno de los ciudadanos cubanos.
Todos los que estábamos de pie lo miramos para que tuviera la amabilidad de cederle el asiento, pero él, con la mirada hacia la ventana, seguía con una cara de no saber qué pasa y luego su vista se fue directamente al suelo haciéndose el desentendido.
Fue en esos segundos de no poder comprender la actitud de aquel caballero, que se levantó una dama sentada dos asientos atrás y le dijo muy amablemente: señora siéntese aquí que se le nota muy cansada. Y con un gesto de gratitud la anciana pudo sentarse. Todos en algo nos habíamos aliviado.
Dos paradas después, el calor era insoportable. Mientras la anciana se santiguaba y emitía de forma casi imperceptible la misma oración, los ciudadanos cubanos conversaban a viva voz de cuando estuvieron en el país caribeño. Gritaban, reían y se les escuchaba en todo el transporte. Hubo momentos en que todos sabíamos de la vida personal de uno de ellos. Yo mientras tanto había perdido la noción del tiempo.
Y me puse a pensar de aquel valor llamado respeto. Respeto entre nosotros, entre las personas que viajamos en una unidad de trasporte público. Ese respeto que intrínsecamente se ha perdido en cada actuación de las personas que viven con su tiempo ajustado. En los empujones, los tropiezos, los cuidados que se debe tener con las cosas personales. Considero que debemos aceptarnos como somos y aceptar a los demás. Sean extranjeros o nacionales no debemos juzgar por adelantado las acciones de los demás.
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