Obsolescencia Programada
Enviado por fabrizziopl • 6 de Octubre de 2014 • 3.165 Palabras (13 Páginas) • 277 Visitas
INTRODUCCIÓN
En la revolución industrial germina la sociedad de consumo, que se caracteriza por la producción masiva de bienes. Con la sociedad de consumo se modifica la idea de consumir por necesidad a consumir por deseo. Estos deseos van siendo creados principalmente por la publicidad y el marketing y nunca llegan a ser satisfechos. De modo que se produce así un consumo ostentoso continuo.
Por consiguiente en medio de un mundo que da pasos agigantados en términos de tecnología, el consumo de la misma se ha visto expuesto a un cambio abrupto, presentando un paradigma cuestionable: la fabricación de productos que no están hechos para durar lo máximo posible, sino para ser reemplazados cada determinado tiempo. Esto se conoce como obsolescencia programada. Sus defensores aseguran que su contribución a una economía más dinámica así como una cultura dispuesta a adoptar nuevas tecnologías son razones suficientes para apoyar y creer en este modelo de producción. Sin embargo cada uno de estos puntos es rebatible y no cuentan con muchos argumentos a favor si se analizan cuidadosamente, con ojo crítico, conciencia ambiental y una postura a favor de los consumidores. Bajo este criterio es evidente que ni su modelo económico, ni su supuesto aporte a una cultura más tecnológica compensan todas sus falencias.
Es por ello que se aborda el tema para entender y comprender lo que las pretenden repercutir en el mercado con productos de breve periodo de vida para convertirnos en una sociedad más consumista.
OBSOLESCENCIA PROGRAMADA: CODICIA CORPORATIVA EN LA SOCIEDAD DEL CONSUMO
El origen de la obsolescencia programada se remonta a 1932, cuando Bernard London propuso terminar con la crisis económica de 1929 a través de la obsolescencia planificada y regulada por ley. Sin embargo, no fue hasta 1954 cuando dicho término fue popularizado por Brooks Stevens, diseñador industrial estadounidense.
La obsolescencia programada surgió en los Estados Unidos aprovechando la debilidad de los norteamericanos por todo lo joven y nuevo unido a su visión positiva del futuro.
Podemos constatar que las bombillas fueron el primer producto víctima de esta estrategia comercial. En 1924 nació el cártel Phoebus S.A tras una reunión de los principales fabricantes de bombillas: Osram, Philips y General electric. En dicha reunión se pusieron de acuerdo para controlar la producción de bombillas y negociar el acortamiento de la vida útil de las mismas a 1000 horas, con multas para aquella compañía que lo incumpliera. Probablemente si el cártel Phoebus nunca hubiera nacido podríamos tener bombillas de larga duración debido a que Adolphe Chaillet creó en 1985 en Shelby (Ohio) un filamento para que sus bombillas duraran el mayor tiempo posible. La única prueba de ello es una de esas bombillas, que sigue luciendo en un parque de bomberos en Livermore (California) un siglo después de su fabricación. (Cooper, 2010).
En los años 40 la empresa DuPont puso a la venta unas medias fabricadas con nailon. Estas medias eran resistentes, no se rompían ni se hacían carreras por lo que se produjo una gran expectación entre las consumidoras femeninas. Cuando los fabricantes se dieron cuenta de que las ventas serían menores ordenaron a sus ingenieros fabricar unas medias con una vida útil inferior, hasta el punto en que hoy en día una media puede durarte un solo día.
A partir de los años 50, General Motors (GM) comenzó a utilizar una nueva estrategia como consecuencia de la competitividad con Ford. En este caso en lugar de reducir la vida útil de los coches que fabricaba se decantó por actualizar los diseños externos anualmente de los vehículos, haciéndolos más atractivos para el consumidor. Estudios posteriores corroboraron que el comprador toma la decisión de compra de un automóvil en primer lugar por su diseño exterior. Con esta estrategia se consiguió crear en el consumidor el concepto de “lo obsoleto”, es decir, cuando un nuevo diseño sale a la venta el anterior queda anticuado.
Desde mitad del siglo XX la obsolescencia programada ha ido cada vez teniendo más calado en nuestra sociedad y hoy en día la encontramos en la gran mayoría de los productos que consumimos. (Markoff, 2009) El caso actual más sonado fue en el año 2003, respecto a la empresa Apple, los hermanos Neistat se dieron cuenta que a los ocho meses de uso de su Ipod la batería apenas duraba una hora, al ir a reclamar les informaron de que no se sustituían las baterías, ya que estaban soldadas al propio dispositivo, y que la única opción era comprar un nuevo Ipod. Los hermanos Neistat publicaron un video-denuncia en su blog, el cual tuvo tanta repercusión que se acabó llevando el caso a juicio. Apple perdió el juicio y a raíz de ello se estableció un servicio postventa, una garantía de 2 años y la posibilidad de sustituir las baterías defectuosas.
Hoy en día, comenzado el Siglo XXI, la obsolescencia programada se ha extendido a la mayoría de los productos que consumimos, consideramos importante mencionar uno de los ejemplos más claros que se expone en el documental de RTVE “Comprar, tirar, comprar”: El caso de las impresoras. Las impresoras tienen incorporado un chip, el cual llegado a un cierto número de impresiones, se ejecuta un programa regulado por dicho chip y hace que la impresora deje de funcionar. Realmente no es un fallo técnico pero cuando acudimos al servicio técnico para solucionar el problema nos aconsejan comprar una impresora nueva. Si no queremos llegar a este punto, el consumidor ha de buscar sus propios métodos para lograr resetear ese chip.
En la obsolescencia programada en la sociedad consumista las empresas se han valido del marketing y la publicidad para la introducción de productos al mercado creando necesidades no necesarias, donde el marketing consiste en la investigación de todos aquellos datos y problemas relacionados con la actitud y opiniones de los consumidores para predecir la localización y dirección de los mercados y para crear nuevas necesidades de consumo o modificar actitudes u opiniones de los consumidores.
La publicidad está centrada en la promoción de venta de productos, pero también hay campañas centradas en la difusión de ideas y la adopción de hábitos o conductas.
Los mensajes publicitarios tienen que ser directos, provocar deseo y que sean fáciles de recordar. Estos mensajes tienen la función de persuadir a las personas.
Tanto la publicidad como el marketing buscan estimular las conductas de consumo en la población. (Walker, 2011).
Las personas tienen necesidades, que les gustaría satisfacer pero saben que eso en ocasiones es inviable, el marketing y la publicidad intentan que las personas dejen de pensar que satisfacer esas
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