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Otelo Escena Primera


Enviado por   •  15 de Diciembre de 2012  •  Informe  •  4.201 Palabras (17 Páginas)  •  505 Visitas

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Otelo

Escena Primera

Chipre.-Una calle

Entran IAGO y RODRIGO

IAGO.- Aquí, ponte detrás de este saledizo; vendrá en seguida. Lleva desnuda tu buena tizona, y vete al bulto. ¡Pronto, pronto! No temas nada. Estaré a tus codos. Esto nos salva o nos pierde; piénsalo bien, y tente firme en tu resolución.

RODRIGO.- Colócate a mano; puedo fallar el golpe.

IAGO.- Heme aquí a tu lado, y ponte en guardia. (Se retira a corta distancia.)

RODRIGO.- No tengo fe en la empresa; y, sin embargo, me ha dado razones satisfactorias. No es más que un hombre menos. ¡Afuera, espada mía! ¡Morirá! (Se pone en guardia.)

IAGO.- He restregado esta joven pústula casi hasta lo vivo, y vedle inflamarse de cólera. Ahora, que mate a Cassio, o que Cassio le mate a él, o que se maten ambos, por cualquier camino salgo ganancioso. Si sobrevive Rodrigo, me requerirá para hacerle restitución del oro y las joyas que le he sonsacado bajo pretexto de presentes a Desdémona. Esto no debe ser. Si Cassio subsiste, hay en su vida una hermosura cotidiana que hará fea la mía; y, además, el moro podría desenmascararme ante él. Me hallo en gran peligro. No, debe morir... Pero chitón, oigo que viene.

Entra CASSIO

RODRIGO.-Conozco sus pasos, es él. ¡Villano, eres muerto! (Tira una estocada a Cassio.)

CASSIO.- Esta estocada me hubiera sido funesta, en verdad; pero mi cota es mejor de lo que tú suponías. ¡Voy a poner la tuya a prueba! (Desenvaina y hiere a Rodrigo.)

RODRIGO.- ¡Oh, muerto soy! (Iago hiere por detrás a Cassio en una pierna, y sale.)

CASSIO.- ¡Estoy lisiado para siempre! ¡Socorro, hola! ¡Al asesino! ¡Al asesino! (Cae.)

Entra OTELO a distancia

OTELO.- ¡La voz de Cassio!... ¡Iago cumple su palabra!

RODRIGO.- ¡Oh, qué villano soy!

OTELO.- ¡Es muy verdad!

CASSIO.- ¡Oh, auxilio! ¡Hola! ¡Luz! ¡Un cirujano!

OTELO.- ¡Es él!... ¡Oh, bravo Iago! ¡Hombro honrado y justo, que posees tan noble sentimiento del ultraje hecho a tu amigo! ¡Tú me enseñas mi deber!... ¡Favorita, vuestro amante yace muerto y vuestra hora maldita se acerca! ¡Ya estoy aquí, prostituta! ¡Quedan borrados de mi corazón esos hechizos, tus ojos! ¡Tu lecho, mancillado por la lujuria, será manchado con sangre lujuriosa! (Sale.)

Entran LUDOVICO y GRACIANO, a distancia

CASSIO.- ¡Eh! ¡Hola! ¿No hay ronda? ¿Ni un transeúnte? ¡Al asesino! ¡Al asesino!

GRACIANO.- Es algún accidente desgraciado. ¡La voz es verdaderamente pavorosa!

CASSIO.- ¡Oh, socorro!

LUDOVICO.- ¡Escuchad!

RODRIGO.- ¡Oh, miserable malvado!

LUDOVICO.- Dos o tres gimen... Es una noche oscura. Pueden ser lamentos engañosos. Guardémonos de acercamos al sitio de donde parten sin más amparo.

RODRIGO.- ¿Nadie viene? Entonces me desangraré hasta morir.

LUDOVICO.- ¡Escuchad!

GRACIANO.- ¡Aquí llega uno en camisa, con luz y armas!

Vuelve a entrar IAGO con una luz

IAGO.- ¿Quién va? ¿Quién arma tanto estrépito gritando: «¡Al asesino!»?

LUDOVICO.- No lo sabemos.

IAGO.- ¿No habéis oído gritar?

CASSIO.- ¡Aquí, aquí! ¡En nombre del cielo, auxiliadme!

IAGO.- ¿Qué ocurre?

GRACIANO.- Es el alférez de Otelo, si no me engaño.

LUDOVICO.- El mismo, en verdad; un camarada muy valiente.

IAGO.- ¿Quién sois, que gritáis aquí de una manera tan dolorosa?

CASSIO.- ¿Iago?... ¡Oh! ¡Estoy aquí inutilizado, asesinado por miserables! Préstame algún auxilio.

IAGO.- ¡Ay de mí, teniente! ¿Qué villanos han hecho esto?

CASSIO.- Pienso que uno de ellos está aquí muy próximo y en un estado que no le permite marcharse.

IAGO.- ¡Oh, traidores malvados!... (A Ludovico y Graciano.) ¿Quiénes estáis ahí? Venid y prestad alguna ayuda.

RODRIGO.- ¡Oh, favor aquí!

CASSIO.- ¡Ése es uno de ellos!

IAGO.- ¡Oh, vil asesino! ¡Oh, miserable! (Apuñala a Rodrigo.)

RODRIGO.- ¡Oh, maldito Iago! ¡Oh, inhumano perro!... ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh!

IAGO.- ¡Matar a los hombres en las tinieblas!... ¿Dónde están esos ladrones sanguinarios?... ¡Qué silencio reina en la ciudad!... ¡Hola! ¡Al asesino! ¡Al asesino!... ¿Quién podéis ser vosotros? ¿Sois gente de bien o de mal?

LUDOVICO.- Juzgadnos cuando nos hayáis puesto a prueba.

IAGO.- ¿El signor Ludovico?

LUDOVICO.- El propio, señor.

IAGO.- Os pido perdón. Ved aquí a Cassio herido por villanos.

GRACIANO.- ¡Cassio!

IAGO.- ¿Cómo os va, hermano?

CASSIO.- Mi pierna está partida en dos.

IAGO.- ¡Pardiez, no lo permita el cielo!... ¡Luz, caballeros!... Voy a vendarle con mi camisa.

Entra BLANCA

BLANCA.-¿Qué ocurre? ¡Hola! ¿Quién gritaba?

IAGO.- «¿Quién gritaba?»

BLANCA.- ¡Oh, mi querido Cassio! ¡Mi dulce Cassio! ¡Oh, Cassio! ¡Cassio! ¡Cassio!

IAGO.- ¡Oh, notable bribona!... Cassio, ¿sospecháis quiénes sean los que así os han lisiado?

CASSIO.- No.

GRACIANO.- Estoy afligido de hallaros en este estado. Iba en busca vuestra.

IAGO.- Prestadme una liga... Así... ¡Oh, que no tuviéramos una litera para trasladarle fácilmente de aquí!

BLANCA.- ¡Ay, se desvanece! ¡Oh, Cassio! ¡Cassio! ¡Cassio!

IAGO.- Caballeros, sospecho que esta porquería aquí presente sea cómplice en la infamia... Paciencia un instante, buen Cassio. Marchemos, marchemos. Dadme una luz, ¿Conocemos esta cara, o no? ¡Ay! ¿Mi amigo y querido compatriota Rodrigo?... No. ¡Sí, de seguro!... ¡Oh, cielos! ¡Rodrigo!

GRACIANO.- ¡Cómo! ¿El de Venecia?

IAGO.- El mismo, señor. ¿Le conocíais?

GRACIANO.- ¡Que si le conocía! Sí.

IAGO.- ¿Il signor Graciano? Os pido vuestro gentil perdón. Estos accidentes sanguinarios deben disculpar mi falta de cortesía por haberos olvidado de tal manera.

GRACIANO.- Me alegro de veros.

IAGO.- ¿Cómo os halláis, Cassio? ¡Oh! ¡Una litera, una litera!

GRACIANO.- ¡Rodrigo!

IAGO.- ¡Él, él mismo! ¡Es él! (Traen una litera) ¡Oh, bien hecho!... La litera. Que algún hombre de bien le lleve cuidadosamente de aquí. Voy en busca del cirujano del general. (A Blanca.) En cuanto a vos, señora, ahorraos vuestro trabajo. -El que yace aquí asesinado, Cassio, era mi querido amigo. ¿Qué disentimiento había entre vos?

CASSIO.- Ninguno en el mundo; ni conocía a ese hombre.

IAGO.- (A Blanca.) ¡Cómo! ¿Palidecéis?- ¡Oh, sacadle al aire! (Cassio y Rodrigo son sacados afuera.) Esperaos, buenos caballeros.- ¿Estáis pálida, señora?- ¿No advertís el terror de sus ojos?- Pardiez, si estáis ya sobrecogida

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