POBREZA Y DESARROLLO DESIGUAL
Enviado por arabella • 17 de Junio de 2013 • 2.182 Palabras (9 Páginas) • 448 Visitas
DESARROLLO DESIGUAL Y POBREZA RURAL EN EL PERÚ
Introducción
El presente trabajo se centra básicamente en lo acontecido en los últimos años en nuestro país, respecto del desarrollo desigual y la pobreza, especialmente rural. Desde que tenemos uso de razón hemos escuchado hablar de la pobreza, de sus posibles mecanismos de solución, pero transcurren los años todo parece que siguiera igual, aunque seguramente algo o mucho hemos avanzado en la lucha contra este desgarrador problema social.
Se dice que la pobreza es la ausencia de las mínimas condiciones para que una persona lleve una vida digna. Algunos también hacen suya la definición de desarrollo humano del PNUD, que implica la capacidad de las personas de gozar de una vida larga y diga.
Preguntémonos entonces, ¿qué tenemos que hacer como país, para que esa gran mayoría de peruanos deje para siempre esas condiciones de pobreza que hoy padecen?
Y en cuanto a la desigualdad, se entiende que este ensayo se interesa sobre todo en la enorme brecha de ingresos económicos de un minoritario sector, frente a los de una gran mayoría de ciudadanos. Dicho de otro modo, de la diferencia entre lo que percibe un 20% más rico y el 50% menos pudiente de la población. Y este es el punto de partida precisamente, para hablar de desarrollo desigual.
La desigualdad económica que impera en el país, es la antesala de la pobreza. No mirar ambos problemas indisolublemente ligados, no contribuye a resolverlos, mucho menos a solucionarlos como parte de un proyecto democrático inclusivo y de pleno ejercicio de ciudadanía.
El poder económico hoy en el Perú
A inicios de la década de los noventa el sistema político peruano estaba completamente desgastado y desprestigiado. La economía nacional había quebrado y, por si fuera poco, el auge de la violencia política hacía temer un triunfo del senderismo como proyecto político. En esas condiciones es que se configura el denominado “autogolpe” del 05 de abril de 1992, encabezado por el entonces presidente Alberto Fujimori y un núcleo de militares. Promulgada la nueva constitución, en 1993, se inicia un largo proceso de reformas económicas que implicaron la venta de las empresas públicas, el ingreso de inversiones extranjeras y la demanda externa como agentes dinamizadores de la economía; además de un férreo control político de todas las instituciones del Estado y los principales medios de comunicación social.
Esto fue favoreciendo de modo paulatino y sostenido una creciente desigualdad económica, social y cultural en todo el país que hoy, más de veinte años después, se presenta bajo diversas formas: falta de oportunidades económicas; las grandes y medianas empresas dan empleo a menos del 20% de la población económicamente activa; una inmensa masa de peruanos trabaja hoy en día en empleos autogenerados y micro empresas, de escasa productividad y consecuentemente con bajos ingresos y sin un sistema de seguridad social que los proteja con eficacia. Y, como históricamente siempre ocurrió, los sectores más pobres se encuentran en las zonas alto andinas y en comunidades nativas especialmente de la selva.
Como señala el sociólogo Francisco Duran, el reino privado de los grandes inversionistas no solo se expandió a partir de la década del noventa, sino también se reconfiguró y fortaleció su concentración de poder económico.
“La concentración económica avanza a grandes pasos (…). Este fenómeno de oligopolización es muy fuerte en el sistema financiero y de servicios, lo que lleva a que las empresas generen sobrecostos, recargos y costos adicionales, en algunos casos automáticamente”
Crecimiento sin redistribución: las brechas de pobreza, desigualdad y desarrollo
Hasta no hace muchos años, expresiones como “violencia política” o “crisis económica” parecían inherentes a la realidad peruana. La década de 1980, con el conflicto interno y los problemas de carácter económico, pueden constituirse como su expresión más paradigmática. Tras el periodo de gobierno fujimorista, el Perú empezó a desvincularse progresivamente de etiquetas como las mencionadas. A pesar de que la violencia no ha desaparecido completamente, sería difícil sostener que los niveles de esta se asemejan a los que se vivieron durante los años ochenta y parte de los noventa. La misma reflexión podría aplicarse al patrón de expansión económica del Perú desde entonces. Si bien los problemas de carácter económico aún persisten, parece innegable que las mejoras en este terreno han sido, durante los últimos diez años, muy relevantes.
Los logros en el terreno económico no se han visto acompañados de mejoras más sustantivas ni con la misma intensidad en todo el territorio; en algunos casos, incluso, ha sucedido lo contrario.
Algunos de los datos más recientes lo demuestran. Por ejemplo, la economía peruana creció 9,84% en 2008, la tasa más alta en 14 años, y también la más alta de América Latina después de Uruguay con el nivel de inflación más bajo, según datos del estudio económico para América Latina y Caribe elaborado por la CEPAL en 2009. Con esta base, al inicio de 2009, la economía peruana alcanzaba más de siete años de crecimiento económico sin interrupción. Aunque no puede inferirse una correlación directa (causa-efecto), sí puede decirse que la etapa de crecimiento económico ha coincidido con la obtención de ciertos logros a nivel nacional, entre los que figura el de la lucha contra la pobreza: durante los últimos cuatro años, la pobreza y la pobreza extrema se han reducido progresivamente en el país. En referencia a la primera, según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), las cifras nacionales en 2008 se situaban en 36,2%, lo que suponía una reducción de 12,4 puntos en relación con los números de 2004. En cuanto a la segunda, el porcentaje registrado era de 12,6%; es decir, 4,5 puntos menos en relación con los niveles de los cuatro años previos.
Un análisis más pormenorizado evidencia que estas mejoras no han tenido el mismo impacto para toda la población. Mientras en el ámbito de residencia urbana para el periodo 2004-2007 los niveles de pobreza han pasado del 37,1% al 25,7% de la población, el progreso no es comparable para el ámbito rural; la reducción ha sido de poco más de cuatro puntos: del 68,6 al 64,6%.4 Por regiones, la costa ha sido la más beneficiada del proceso: los niveles de pobreza se redujeron del 36,1 al 22,6%. Tanto la sierra (de 64,7 a 60,1%) como la selva (57,7 a 48,4%) experimentaron descensos, pero de una magnitud menor a la de la costa. Con estos datos, difícilmente puede argumentarse que todo el país ha sido testigo o
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