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Papa Goriot


Enviado por   •  3 de Octubre de 2013  •  9.032 Palabras (37 Páginas)  •  506 Visitas

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Papá Goriot

Papá Goriot

Autor Honoré de Balzac

Género Novela realista

Idioma Francés

Título original Le Père Goriot

Editorial Serie en La Revue de Paris

País Francia

Papá Goriot (Le Père Goriot, también traducido al castellano como El padre Goriot o El tío Goriot) es una novela del escritor francés Honoré de Balzac escrita en 1834 para la Revue de Paris y publicada en 1835 en forma de libro. Considerada una de las obras más importantes del autor, forma parte de las Escenas de la vida privada de la Comedia humana. En ella se analiza la naturaleza de la familia, el matrimonio, la estratificación y la corrupción en la sociedad parisina durante la Restauración francesa a partir del drama vivido por personajes como papá Goriot -el hombre que muere en la miseria y rechazado por sus hijas luego de haber sacrificado todo por ellas-, Eugène Rastignac -el joven cándido y ambicioso que aspira a formar parte de la alta sociedad-, los otros pensionistas en la Casa Vauquer y damas de la alta sociedad como la señora de Bauseánt o las hijas de Goriot.

Índice [ocultar]

1 Argumentos

1.1 Introducción

2 Personajes

3 Influencia

4 Referencias

5 Enlaces externos

Argumentos[editar · editar código]

Introducción[editar · editar código]

Este libro es muy interesante, puesto, el drama de Papá Goriot se desarrolla en París durante el siglo XIX . Las particularidades de esta historia se hallan al pie de Montmartre y las alturas de Montrouge, en una pensión pobre y deteriorada conocida como la “Casa Vauquer”, situada en la parte baja de la calle Nueve-Sainte-Genevieve, entre el barrio Latino y el de Saint Marceau. En dicho lugar se percibe un aire sombrío, la tierra es seca, los arroyos no tienen agua, está rodeado de casas tétricas, las murallas huelen a cárcel y hasta el hombre más despreocupado se entristece allí por su apariencia.

La pensión, cuya fachada consta de tres pisos y da un aspecto casi inmoral, pertenece a la viuda Vauquer, apellidada de soltera De Conflans. El estado de la pensión es deprimente y deteriorado: el piso desgastado casi enmohecido, las paredes llenas de grasa, el ambiente encerrado. Pese a estas condiciones, la pensión se encuentra ocupada en su totalidad, ocho inquilinos: en el primer piso viven la Señora. Vauquer, la regenta de la pensión; tiene más de 50 años aunque su semblante aparenta mayor edad, todo en ella se encuentra en armonía con su pensión que revela desdicha. En el apartamento contiguo habitan la Señora Couture, viuda de un comisario de la República Francesa; de edad avanzada que cuida a su joven sobrina como si fuese su hija, ya que el padre de la joven, hombre muy rico, no desea reconocer a Victorine Taillefer, una joven de cabellos rubios, cintura delgada y ojos claros, quien de no ser por el sufrimiento que la acongoja, sería una mujer visiblemente hermosa. Su padre creía tener motivos para no reconocerla y no le concedía mucho dinero para su subsistencia.

Los dos apartamentos del segundo piso estaban ocupados por un anciano llamado Poiret, una especie de autómata que parecía haber sido un asno burócrata jubilado; y por un hombre de unos cuarenta años de edad que llevaba una peluca negra, se teñía las patillas y se decía antiguo comerciante, llamado Vautrin. Era un hombre que tenía buen aspecto: espaldas anchas, músculos desarrollados, voz de bajo, amable, risueño y servicial, quien en diversas ocasiones había prestado dinero a la Sra. Vauquer y algunos de los huéspedes. Sus costumbres consistían en salir después de desayunarse, regresar para comer, ausentarse toda la tarde y regresar a medianoche. Vautrin sabía o adivinaba los asuntos de todas aquellas personas que le rodeaban pero nadie podía penetrar sus pensamientos ni sus ocupaciones. Aquella aparente benevolencia y simpatía eran una barrera entre él y los demás. Todo hacía suponer que aquel hombre guardaba algún rencor hacia los estamentos sociales, como consecuencia de algún misterioso secreto cuidadosamente oculto en su vida.

El tercer piso se componía de cuatro habitaciones, dos de las cuales estaban alquiladas a una solterona, la señorita Michonneau, de semblante viejo y desgastado, cuya mirada producía escalofríos y su rostro no abandonaba nunca cierto gesto amenazador; y a un antiguo fabricante de fideos, pastas italianas y almidón, el cual permitía que le llamaran Papá Goriot. Las otras dos piezas estaban reservadas a los estudiantes desdichados que, como Papá Goriot y la señorita Michonneau, no podían destinar más de cuarenta y cinco francos mensuales a su sustento y alojamiento. En aquella época, una de estas habitaciones las ocupaba Eugene de Rastignac, un joven venido de los alrededores de Angouleme para estudiar leyes en París. Su familia se sometía a duras privaciones a fin de poder enviarle mil doscientos francos anuales. Eugene poseía un rostro muy meridional, cabellos oscuros y ojos azules. Se caracterizaba por una personalidad similar a la de todos los jóvenes que se han forjado en la desgracia, los cuales comprenden desde su infancia las esperanzas que sus padres depositan en ellos y se preparan sobre todo para un gran porvenir.

Finalmente, en el desván, vivían Cristophe, un jornalero de la pensión, y Sylvie, la cocinera.

Además venían a comer estudiantes y algunos vecinos del área. En la sala de comida cabían unas 20 personas y todos ellos se juntaban para hablar de los acontecimientos comunes. Aquellas personas, en su conjunto, ofrecían en miniatura, todos los elementos de una sociedad completa. Entre ellos había también, como en los colegios, una pobre criatura rechazada sobre la que llovían las bromas. Esta figura era la de Papá Goriot, un anciano de sesenta y seis años que se había retirado a la pensión en el año 1813, después de haber abandonado sus negocios. Primero rentó el apartamento tomado por la señora Couture, por el cual pagó cantidades generosamente despreocupadas. Cuando el Señor Goriot llegó a la pensión, la señora Vauquer admiraba al antiguo comerciante al cual ahora consideraba idiota. Incluso deseaba conquistarlo, pues con sus ojos mezquinos, había visto muy bien unos ocho o diez mil francos. A partir de entonces la Señora. Vauquer se propuso seducir a Goriot con la ayuda de una antigua inquilina, la condesa Ambermesnil, quien tenía como misión descubrir el corazón de Goriot en una visita. No obstante, el fabricante de fideos no tenía aspiraciones de índole amorosa y fue calificado por las dos mujeres como un hombre terco, un avaro, un animal, un tonto que no produciría más que disgustos. Al poco tiempo, la condesa Ambermesnil desapareció sin pagar su pensión de seis meses y la Señora. Vauquer desistió

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