Pastores De La Ciudad
Enviado por ariedch • 27 de Enero de 2013 • 16.489 Palabras (66 Páginas) • 505 Visitas
Pastores de la ciudad
Emilio Carballido en colaboración con Luisa Josefina Hernández
A Emma Teresa Armendáriz
y Rafael López Miarnau
Personajes:
Bato: jardinero
Juan: jardinero
Gila: sirvienta
Madre: Juana López
Niño: su hijo
Niña: su hija
Juanito: bolerito
Vendedora de flores
Valentina: patrona
Beata:
Inés: estudiante
Alejandro: estudiante
Primer Corderito
Segundo Corderito
Vaca
Burro
Trabajador del rastro
Mendigo: José
Mendiga: María
Tercer Jardinero
Policía: que en realidad es el diablo
Ángeles, beatos, gente que pasa
Los villancicos cantados en la última escena fueron compuestos por Sor Juana Inés de la Cruz, para la Nochebuena de 1689. En el Jardín de San Sebastián, México, D.F. Escrita en colaboración con Luisa Josefina Hernández la Nochebuena de 1958.
Acto único
El jardín de San Sebastián
(Al centro, una torre vieja, que tal vez tuvo un reloj o fue campanario. Ahora sirve para guardar las herramientas de los jardineros. Está semirrodeada por un seto vivo. Árboles, bancas, una fuente; un jarrón neoclásico, sobre su columna, sirve de maceta. Matorrales espesos. Flores. Una mata muy tupida de flores de nochebuena. Algún alto poste, con su farol encendido. En el cielo, estrellas.
Música: Obertura.
Es de noche. Caen hojas secas. Ruido lejano y esporádico de cohetes. Cláxones. Voces apagadas.)
[Bato barre, con su larga escoba de ramas, Juan trata de encender una hoguera con hojas secas. Inés espera, caminando y viendo el reloj de la iglesia, que queda fuera de escena, a la izquierda (suena el reloj.)]
(La Vendedora ofrece sus flores y las beatas cruzan. El Bolerito busca cliente. El Policía vigila. Cruzan Gila y su patrona; ésta da instrucciones. Entra la Madre con los dos Niños; parece angustiada, y ellos cansados, viste un abrigo raído y cerrado; buscan dónde detenerse, salen. Entra el Tercer Jardinero. Viste también una unión de mezclilla, pero muy limpia; trae también una larga escoba de ramas. No se han oído aún las voces de los personajes.)
Tercer Jardinero: Noche callada, noche de paz. El cielo es un oscuro vidrio estrellado y el aire está tan seco que las constelaciones chisporrotean más inhumanamente, más estrellas que nunca. (Da algunos escobazos.) Éste es el jardín de un barrio pobre. Cruzarlo es como ver la ciudad desde arriba de una azotea. Allá, uno percibe nada más el aire puro y helado, el murmullo del agua en los tinacos, la geometría renegrida de antenas y chimeneas haciendo contacto con el cielo y con el mundo —humo que sube, ondas que bajan—. Pero de la ciudad, solamente un murmullo, figurillas que cruzan, gente que dobla la esquina, taconeos, una música suelta, un claxon, tronar de cohetes. Así resulta desde arriba, tan ajeno y remoto como cruzar un parque. Gente que va y viene, voces sueltas, pregones. No hay nada personal, ningún contacto. (Sigue barriendo. Vuelve la música de la obertura.)
Bolerito: Grasa, jefe. Su boleada.
Vendedora: ¡Flores de nochebuena, marchantita. Para persignarme, llévese un ramo, ándele. Flores de nochebuena!
Inés: Perdone, ¿qué horas tiene?
Beata: Ahí está el reloj de la iglesia, mire. (Sale.)
Inés: Sí, pero no sabía si estaría bien.
Valentina: ¿Me entendiste?
Gila: Sí, doña Valentina.
Valentina: Primero la leche, porque si no, se acaba.
Gila: Sí, señora.
Juan: Oyes, mano. ¿Compraste la otra botella?
Bato: Segurotas, manito. (A Gila.) ¡Qué buena está…. la Nochebuena, mamacita!
Valentina: Pelado este, métase con sus iguales.
Bato: Si no era a usted, si era a su hijita.
Valentina: ¡Hijita! Nomás faltaba que ésta pareciera mi hija. Grosero. Esto sucede porque eres muy coscolina. Ahí andas meneándole las pestañas a estos pelados…
(Y salen. La Vendedora corre tras ellas.)
Vendedora: Las nochebuenas, marchantita…. (Sale.)
(Entra la Madre con sus dos Niños.)
Madre: Límpiate las narices, hijito.
Niña: Ya me cansé, mamá.
Madre: Ya vamos a llegar. (Ve en torno, duda.) ¿Quieren que descansemos un poquito?
Niños: No, no. Queremos llegar.
Madre: Bueno, vengan.
(Salen los tres.)
Bolerito: Grasa, jefa, grasa, su boleada. (Sale tras ellos.)
(Quedan Inés y los tres jardineros. Caen hojas.)
Tercer Jardinero: Cosas indiferentes, faltas de significación. Gente que ve hacia adentro y no puede sacudirse la muy molesta idea de que ésta es una noche muy especial. Hay una gran hambre de lo magnífico, del milagro, de la virtud, del amor… Un hambre conmemorativa que quisiéramos no advertir, y por eso vemos más hacia adentro, y juzgamos, y nos sentimos más solos, más nostálgicos, más viejos. Hoy es nochebuena, mañana es Navidad…
(Se oyen muy lejos que cantan la posada. Cruza la pareja de mendigos. Piden limosna a Inés, que les da una moneda. La Mendiga desfallece y el Mendigo la sujeta. Salen. Suena el reloj.)
Tercer Jardinero: Y sin embargo, el alimento está ahí; buscamos virtud, amor, milagros… Y no habría más que permanecer un tiempo en cualquier rincón de la ciudad, en el jardín de un barrio pobre, por ejemplo. Yo he sido jardinero desde hace mucho…
(En su escoba se encienden luces parpadeantes.)
Tercer Jardinero: Esto sucede a veces. (Toma una luz, la muestra.) Son estrellas, de desecho. Las barre uno junto con las hojas secas. Decía que he sido jardinero mucho tiempo…
(Entra corriendo la Vaca y los Corderos. Mugen y balan con desesperación.)
Vaca: Muuuuu, muuuuu.
Corderos: Beeee, beeee.
Tercer Jardinero: ¿Qué sucede?
Vaca: Se descompuso el camión del rastro.
Corderos: ¡Y logramos escaparnos!
Vaca: Sí, logramos escaparnos. Nos llevaban a degollarnos, ¡quieren hacerme bistés, y suelas de zapatos!
Corderos: ¡Quieren hacernos chuletas!
Vaca: (Con pánico.) ¡Muuuu, muuuu!
Corderos: (Llorando.) ¡Beeee, beee!
Tercer Jardinero:
...