Pensamiento Politico
Enviado por carloserrr • 27 de Junio de 2014 • 2.073 Palabras (9 Páginas) • 187 Visitas
¿Quiénes somos?
Introducción
Definir la identidad propia significa un proceso de introspección largo y complicado, pues tiene que hacerse un análisis que considere toda nuestra historia de vida, en donde convergen experiencias, educación, plan de vida, amistades, familia, y todo aquello que nos hace ser quienes somos.
Pensar en la identidad de una nación es aun más complicado, pues la diversidad de individuos que la componen, los eventos históricos, la situación geográfica y económica, así como la construcción de su sistema político, representan un gran reto para los analistas. Aun así, naciones como Estados Unidos, Alemania, Rusia, Cuba o China, tienen una identidad basada en los objetivos que cada país tiene, su lugar en la historia mundial y características propias de los habitantes de cada uno de los países mencionados.
En este breve ensayo intentaré explicar algunas de las características que nos definen como mexicanos, que si bien no son las mejores, serían las que considero como aquellas que nos han impedido crecer como país en el ámbito que le compete a mi ámbito profesional: política y sociedad. En el primer apartado explicaré las características que como sociedad, no nos permiten cohesionar una verdadera sociedad solidaria. El segundo apartado explicará las consecuencias que el marcado individualismo del mexicano provocan en el ámbito de lo público.
I. Contradicciones
Todas las sociedades humanas se han constituido a partir de las asociaciones entre individuos. El zoon politikón de Aristóteles y el carácter gregario del hombre nos llevan, como seres humanos, a buscar la compañía de nuestros iguales para dar inicio a la actividad transformadora que, como Hanna Arendt explica, es lo que nos diferencia del resto de los animales.
Pero dentro de las comunidades se originan conflictos, puesto que los problemas se magnifican al incrementarse el número de integrantes de una sociedad determinada. Vivir con otros individuos significa integrarse a una dinámica en donde las diferencias entre los mismos se convertirán en focos de conflicto constantes, por lo que el vivir en sociedad quiere decir que debemos tener la capacidad de comprender la existencia de la otredad y la habilidad de negociar para resolver las diferencias.
En este sentido, la nación mexicana se ha congratulado durante muchos años de ser una sociedad siempre dispuesta a brindar ayuda a aquellos connacionales y/o extranjeros que lo necesiten (ejemplo clásico de ello, los voluntarios que se volcaron a las calles de la ciudad de México para ayudar a los damnificados del sismo de 1986).
Si esto fuera en verdad real, Jorge Castañeda no tendría que hablar acerca del individualismo del mexicano, o las máscaras de Octavio Paz no tendrían cabida en el Laberinto de la soledad. Las familias mexicanas se forman a partir de un núcleo cerrado en donde, para entrar, se requieren de ciertos “ritos” de iniciación. El pedir permiso al cabeza de familia (como si se tratase del pater familias de los romanos) de visitar a una jovencita, el cumplir con las visitas familiares y la presentación de el novio o novia con los padres y abuelos, representan reglas de convivencia, que si bien se han modificado con el tiempo, representan indicadores que es necesario cumplir para ser aceptado dentro del círculo familiar al que se desee entrar.
El protocolo no es señal que implique la mejora en la situación de la relación entre los individuos, sino que se trata de un intento de ocultar la aversión hacia el conflicto que los mexicanos tenemos como regla. Se nota en las conversaciones cotidianas, cuando nos enojamos con alguien cercano a nosotros. Si yo soy el ofendido y aquel que me lastimó de alguna forma me pregunta cómo estoy, la respuesta automática es: “bien”, aunque en realidad exista un conflicto, o qué decir de las invitaciones fiestas familiares dirigidas a miembros de la familia con los que no se tiene una buena relación, pero que si no son invitados “se ofenden” y el resto de la familia criticará el que no hayamos “guardado las formas”.
La constante negación del conflicto se ha traducido en refranes populares: ““es mejor decir aquí corrió, que aquí murió” o “más vale un mal arreglo, que un buen pleito”, etc.). ¿No resulta complicado pensar que en nuestro Himno Nacional hablamos de los hijos de la patria que se convertirán en soldados si se amenaza al territorio nacional, cuando rechazamos el conflicto?
Entre 1935 y 1958 la identidad mexicana quedó plasmada en el cine mexicano durante la Época de oro: los personajes de las películas de esta etapa procedían, en su mayoría, de estratos humildes en el caso de la trama representada en zonas urbanas, las mujeres siempre toman el papel de las madres abnegadas o “malas hijas”, siempre plasmando la religiosidad del mexicano, exaltando el machismo y la voluntad de salir adelante a pesar de la adversidad que representa la diferencia entre las clases sociales. ¿Acaso esto no es conflicto? Entonces esto significa que vivimos en una negación constante de un hecho normal que se deriva de la convivencia en sociedad.
Nos enfocamos en encerrarnos en nosotros mismos, tal vez con la idea oculta de alejarnos de la confrontación para no salir lastimados, pero al mismo tiempo tratamos de construirnos una imagen de personas comprensivas y aptas para afrontar los problemas. A mediados del año pasado, en un blog se publicó un artículo relacionado con la familia mexicana y la relación entre la sobreprotección y la mediocridad, no sólo en el campo profesional o académico, sino en la mediocridad como forma de vida.
Las crisis no significan únicamente una situación de incertidumbre y problemática, sino que nos permite establecer nuevos parámetros surgidos a partir de la ruptura dentro de una línea de tiempo o mediante la comparación de eventos. Las rupturas se generan a partir de la confrontación entre una situación que se mantenía estable y las nuevas circunstancias que chocan contra la estabilidad, lo que genera la fractura y el consiguiente conflicto.
Para modificar una situación problemática, una conducta desagradable, un mal hábito, siempre es necesario que exista el conflicto, pues de esta forma nos percatamos que algo no va del todo bien, y a partir de esa información podremos tomar decisiones encaminadas a solucionar aquello que nos cause problemas.
No es posible protegerse bajo un comportamiento falso que intente maquillar la verdadera situación, y menos aun mantener un conflicto latente enterrado bajo montañas de discursos y buenos deseos que eviten la confrontación,
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