Perspectiva de género, feminismos y formación docente
Enviado por nadia9420 • 7 de Febrero de 2021 • Apuntes • 1.940 Palabras (8 Páginas) • 115 Visitas
En este trabajo me interesa poner en diálogo el alcance de la perspectiva de género, las prácticas pedagógicas críticas como así también la educación sexual integral (ESI) en las instituciones educativas.
Perspectiva de género, feminismos y formación docente:
En este apartado presento algunas reflexiones acerca de la perspectiva de género, feminismos y su entramado con la formación docente. La perspectiva de género atraviesa en la actualidad un profundo estado de crítica y revisión a nivel teórico y el embate de posturas neoconservadoras que reflejan el discurso hegemónico en el país, justamente por ese motivo sigue siendo necesaria para producir cambios en las relaciones sociales. El género, entendido como la construcción social de la diferencia sexual señala justamente la necesidad de enfocar las diferencias entre los géneros como una elaboración histórica que adscribe roles determinados a hombre y mujeres en base a sus diferencias biológicas.
La categoría de géneros, no sólo se utiliza para lograr avances en la agenda feminista, sino también, para abordarla como relacionar, y profundizar los estudios en torno a las masculinidades y sexualidades disidentes, para explicar qué tipo de relaciones sociales han cristalizado la desigualdad entre los seres humanos y para analizar cómo se puede modificar el ejercicio de esas masculinidades y feminidades hegemónicas. Sin embargo se pone en tensión la idea de heteronormatividad y binarismo en el discurso hegemónico que a pesar de los movimientos y la ampliación de derechos, sigue impregnando los medios masivos, la escuela, los hogares, en suma, la vida cotidiana.
Por ese motivo, usar el término género en soledad, se vuelve insuficiente si no lo entrelazamos en el análisis con los contextos de diversidad y conflictividad, que agregan la desigualdad de clases sociales, las diferencias entre generaciones y las basadas en aspectos étnico. Son significativos los aportes de Judith Butler en torno a la noción de performatividad, ya que resultan centrales para dar cuenta de cómo devenimos sujetos generizados en tanto efecto de una producción discursiva y normativa que nos antecede. El género es entendido por la autora como una forma de hacer, una actividad incesante performada, realizada en un escenario constrictivo (Butler). Estas restricciones no provienen de uno mismo sino que los discursos y las normas que configuran el propio género son sociales y nos anteceden. A partir de allí se cuestionan las posiciones que consideran que el sexo, la anatomía o la diferencia sexual son naturales, determinados biológicamente y, por lo tanto, invariables. Al respecto, Butler advierte que todo esto sólo existe dentro de un marco cultural que los significa y que “la diferencia sexual nunca es sencillamente una función de diferencias materiales que no estén de algún modo marcadas y formadas por las prácticas discursivas” (Butler). Los discursos y normas de la matriz heterosexual definen lo esperable y lo normal, clasifican a las personas desde esos parámetros e incluso establecen “lo humano y lo inteligible”. De este modo, construyen identidades binarias (hombre o mujer) atravesadas por el mandato de la heterosexualidad y las entiende como las únicas posibles. Por tal razón Butler plantea que hay cuerpos que importan más que otros, hay cuerpos que entran dentro del campo de lo inteligible y otros que son expulsados al terreno de lo ininteligible, de lo abyecto (2008). En este sentido, la inteligibilidad de ciertos sujetos es posible porque al mismo tiempo que se define lo propio, se excluye lo otro, es decir, aquello que no encaja dentro de lo percibido como hombre-mujer o como masculino-femenino. La constitución de los sujetos generizados no es absoluta ni se da de una vez y para siempre. La performatividad se entiende no como un acto individual y voluntario, sino como una “práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso produce los efectos que nombra” (Butler, J. 2008,17) da cuenta de la compulsión (y necesidad) de repetir las normas que sostienen la matriz heterosexual. Es, entonces, esta repetición la que pone en evidencia, al mismo tiempo, la fragilidad e inestabilidad de esos discursos y normas. Por lo tanto, si bien las normas nos condicionan, no nos determinan ya que existen resquicios para subvertirlas discursivamente, resignificarlas, y dar lugar a acciones de transformación de los discursos opresivos.
Con respecto a la perspectiva de género y la formación docente Graciela Morgade sostiene que el ser docente es un devenir, pues las identidades son múltiples, contingentes, nómades; es decir, se aleja de la postura esencialista y postula que la formación docente no es permanente sino que resulta de la articulación de saberes aportados por distintos campos de experiencia particular e histórica, en ese sentido agrega que la escuela históricamente fue y es un lugar de reproducción o reforzamiento de mandatos y discursos de géneros, constitución de conocimiento y un espacio público donde los sujetos se encuentran y se forman a partir de compartir experiencias, saberes y lecturas con otros. El trabajo docente se feminizó a lo largo de la historia del sistema educativo argentino, con todos los atributos de maternalidad, cuidado, crianza, asistencia propio de un sentido asignado a esta tarea. Pero a su vez se feminizó a las maestras como sujetos impugnando otras identidades de géneros u orientaciones sexuales, es decir conformando esa categoría de cuerpo docente que se construye en ese devenir, invisibilizando o normando los cuerpos de los sujetos no sólo de las infancias sino de los maestros. Para Morgade, la escuela, siempre, por acción u omisión, desarrolla contenidos y mensajes relativos de los cuerpos sexuados, es decir, que la educación siempre es sexual y que el proyecto político sería que se reconozca como tal, es decir una educación sexuada, y que la crítica señale si esa educación sexuada se dirige hacia un proyecto de justicia o hacia un proyecto patriarcal, heteronormativo, transfóbico.
En este sentido ¿Cómo pensamos y actuamos nuestras propias prácticas profesionales desde la perspectiva de género? ¿Qué matrices y estereotipos seguimos reproduciendo o deconstruimos a partir de los discursos que se corrigen en la cotidianidad de nuestra profesión? ¿Cuáles son los actos performativos que podemos favorecer en la comunidad para transformar los discursos que oprimen o restringen la vida misma? Considero la implementación de la ESI privilegiando la perspectiva de género es necesaria para una pedagogía crítica que resignifique la narrativa feminista.
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