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¿Podría ofrecer, la virtud de la Caridad, aportes al rol docente?


Enviado por   •  22 de Octubre de 2020  •  Informe  •  2.998 Palabras (12 Páginas)  •  214 Visitas

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¿Podría ofrecer, la virtud de la Caridad, aportes al rol docente?

La virtud es una cualidad consciente, libre y habitual del hombre que, busca, elige y practica para hacer el bien. Lo primero que importa es que todo educando la tenga. La Caridad es una virtud dada por la Gracia, que no se adquiere por repetición de actos, sino por el Amor puro y libre de Dios, para hacernos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la Vida Eterna. Ésta es superior a todas las virtudes, las anima, inspira y perfecciona. Las virtudes humanas (conductas rectas que giran en torno a las virtudes Cardinales: prudencia, fortaleza, justicia y templanza) se arraigan en las virtudes Teologales (que es el obrar moral, modo de ser y de vivir la Fe, la Esperanza y la Caridad, que nos hacen ser verdaderos cristianos) que adaptan las facultades del hombre a la participación de la naturaleza Divina. "Las virtudes morales crecen mediante la educación, mediante actos deliberados y con el esfuerzo perseverante. La Gracia Divina las purifica y las eleva." (CATIC; p. 1839).

A partir de esto, plantear la relación entre la Caridad y la educación. Habiendo ya explicado las virtudes Teologales, diferenciándolas de las Cardinales, desarrollaré qué se entiende por el concepto Caridad, su vínculo con la docencia, y expondré propuestas de acción, mediante autores como San Pablo, la Santa Madre Teresa de Calcuta, el Catecismo de la Iglesia Católica, San Juan Bosco, Valverde Cuba y Max Enrique.

Palabras claves: Virtudes, Caridad, Docente, Propuestas de acción, Santidad, Educación.

Por la Caridad, soy testigo de la Verdad para la salvación de mis hermanos. La Fe y la Esperanza tienen sentido en el Amor sobrenatural, por la Fe tenemos el conocimiento de Dios, por la Esperanza confiamos en el cumplimiento de las promesas de Cristo y por la Caridad obramos de acuerdo a las enseñanzas del Evangelio. Por la Caridad amamos a Dios sobre todas las cosas, a nuestro prójimo incluso a los enemigos, como a nosotros mismos por amor de Dios. Su prójimo, en cuanto maestro, lo constituyen los alumnos y sus familias, los compañeros, las autoridades, y aquellos que carecen a nivel económico, social, moral, etc. El Amor de Dios es el primer acercamiento a sentirse amado. Jesús, amando a los suyos, manifiesta el amor que recibe del Padre. Es así que, amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús. La Santa Madre Teresa nos dice que esta “virtud de las virtudes”, comienza en casa hogar, con el prójimo más próximo.

Amar es buscar el bien del otro, enemigos también: siempre caridad, en todo y a todos, caridad. En todo amar y servir, y conducir para que conozcan a Jesús, lo escuchen y lo sigan. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo, para ofrecerle la mirada de amor que él necesita. Esta gran virtud exige practicar el bien, el perdón, la generosidad, reciprocidad, amistad, comunión universal y mostrarse en las cosas pequeñas, según las características de cada persona. "El amor se demuestra a través de los hechos." (Sta. Madre Teresa de Calcuta, 1998, p. 52). Por ende, debemos ser coherentes, humildes, auténticos, limpios por dentro y por fuera, para que todos puedan ver esa bondad, perdón y comprensión en nosotros. Para amar tenemos que aprender a perdonar.

 Las palabras de San Pablo en su epístola primera a los Corintios, expone la necesidad de la Caridad, ya que el hombre sin ella, nada es, y sus actos sin ella, son nada. San Pablo muestra el “camino” de la perfección: la Caridad (Ágape), es decir, en el amor auténtico, que Dios nos ha revelado en Jesucristo. La caridad es paciente, servicial, y sin embargo no hace alarde, no se envanece, ni se irrita, ni presume, no se alegra por la injusticia, es más, se regocija con la Verdad y con el bien del otro. Quien ama verdaderamente no busca su propio interés, no mide cuánto da, no tiene en cuenta el mal recibido, todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (Cf. 1 Corintios 13,4-7), y nunca se acaba porque se apoya en la Verdad, en Dios, entonces es duradero, firme, fiel, creciente, hecho para circular, y unir a toda la comunidad cristiana. Es lo único que permanece eternamente.

¿Cómo animar a los jóvenes, y así se retornen alegres? ¡Con amor! “Que ellos mismos se den cuenta de que son amados” (Sac. Gio. Bosco, 1884, p. 2). El amor y la manifestación del amor; el afecto y expresar afecto; la amistad y ser amigo, siempre en función del otro, de los demás. Amarlos en las cosas que les agradan, participando en sus inclinaciones infantiles, para que aprendan a ver el Amor en las cosas que naturalmente les agradan poco como son la disciplina, el estudio, la mortificación de sí mismos, y que aprendan a hacer estas cosas con amor. Justamente en esto hace hincapié Don Bosco, en el amor como regla. Acercarse a la idea de un maestro con alegría genera en los jóvenes un impulso para acercarse a hablar, y un ansia viva de oír consejos y ponerlos en práctica. A veces basta una palabra, una mirada, un gesto, para llenar el corazón de los que amamos. Amar se contagia, porque es lo que el hombre está llamado a hacer: buscar y hacer el bien. Podemos hacer cosas pequeñas con gran amor. Ser fiel a las cosas pequeñas es donde reside la fuerza.  En las manos de los educadores, se forman una niñez y una juventud, que son o serán, como dice San Pablo “metal que suena o campana que retiñe” si tienen Caridad, porque sin ella, nada soy. Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma, si no tengo caridad, nada me aprovecha. En nuestros trabajos, buscar la oportunidad de ser Santos a través de las obras del amor que realizamos.  Pero no puede llegarse por el mismo camino a todos los alumnos. “[Soportaos] unos a otros en la Caridad, en toda Humildad, dulzura y Paciencia.” (CATIC; p. 2219) Para eso, inspirar a Dios dentro de esas almas. A los de naturaleza más rebelde, se requiere formar hábitos naturales en ellos, que contrarresten su condición. Por eso, cuando se necesite amar mucho, hay que pensar en Dios, orarle y rendirle nuestro corazón.

A su vez, así como resalté la Caridad de los maestros hacia los alumnos, a Don Bosco le parece destacar que los jóvenes deben soportar también los defectos de los demás, porque este mundo no se encuentra la perfección, sino que sólo se da en el Paraíso; que procuren vivir en la Gracia de Dios. Quien tiene paz con Dios, tiene paz consigo, y con los demás. Si el corazón no está en paz con Dios permanece angustiado, inquieto, desconfía, se irrita por nada, le parece que toda va mal y, ya que él no tiene amor, cree que los superiores no le aman. Si no estamos en paz es porque olvidamos que pertenecemos el uno al otro. Los jóvenes les dice: "son el futuro de la alegría de amar" (Sta. Madre Teresa de Calcuta, 1998, p. 106)

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