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Que Es La Ilustación


Enviado por   •  24 de Octubre de 2013  •  2.672 Palabras (11 Páginas)  •  337 Visitas

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¿QUE ES LA ILUSTRACION?

IMMANUEL KANT

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La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad

significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad

es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor par

a servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte

de tu propia razón! : he aquí el lema de la ilustración.

La pereza y la cobardía son causa de que una tan gran parte de los hombres continúe a

gusto en su estado de pupilo, a pesar de que hace tiempo la Naturaleza los liberó de ajena

tutela (naturaliter majorennes); también lo son que se haga tan fácil para otros erigirse en

tutores. ¡Es tan cómodo no estar emancipado! Tengo a mi disposición un libro que me

presta su inteligencia, un cura de almas que me ofrece su conciencia, un médico que me

prescribe las dietas, etc., etc., así que no necesito molestarme. Si puedo pagar no me hace

falta pensar: ya habrá otros que tomen a su cargo, en mi nombre, tan fastidiosa tarea. Los

tutores, que tan bondadosamente se han arrogado este oficio, cuidan muy bien que la gran

mayoría de los hombres (y no digamos que todo el sexo bello) considere el paso de la

emancipación, además de muy difícil, en extremo peligroso. Después de entontecer sus

animales domésticos y procurar cuidadosamente que no se salgan del camino trillado donde

los metieron, les muestran los peligros que les amenazarían caso de aventurarse a salir de

él. Pero estos peligros no son tan graves pues, con unas cuantas caídas aprenderían a

caminar solitos; ahora que, lecciones de esa naturaleza, espantan y le curan a cualquiera las

ganas de nuevos ensayos.

Es, pues, difícil para cada hombre en particular lograr salir de esa incapacidad,

convertida casi en segunda naturaleza. Le ha cobrado afición y se siente realmente incapaz

de servirse de su propia razón, porque nunca se le permitió intentar la aventura. Principios y

fórmulas, instrumentos mecánicos de un uso o más bien abuso, racional de sus dotes

naturales, hacen veces de ligaduras que le sujetan a ese estado. Quien se desprendiera de

ellas apenas si se atrevería a dar un salto inseguro para salvar una pequeña zanja, pues no

está acostumbrado a los movimientos desembarazados. Por esta razón, pocos son los que,

con propio esfuerzo de su espíritu, han logrado superar esa incapacidad y proseguir, sin

embargo, con paso firme.

Pero ya es más fácil que el público se ilustre por sí mismo y hasta, si se le deja en

libertad, casi inevitable. Porque siempre se encontrarán algunos que piensen por propia

cuenta, hasta entre los establecidos tutores del gran montón, quienes, después de haber

arrojado de sí el yugo de la tutela, difundirán el espíritu de una estimación racional del

propio valer de cada hombre y de su vocación a pensar por sí mismo. Pero aquí ocurre algo

particular: el público, que aquellos personajes uncieron con este yugo, les unce a ellos

mismos cuando son incitados al efecto por algunos de los tutores incapaces por completo de

toda ilustración; que así resulta de perjudicial inculcar prejuicios, porque acaban

vengándose en aquellos que fueron sus sembradores o sus cultivadores. Por esta sola razón

el público sólo poco a poco llega a ilustrarse. Mediante una revolución acaso se logre

derrocar el despotismo personal y acabar con la opresión económica o política, pero nunca

se consigue la verdadera reforma de la manera de pensar; sino que, nuevos prejuicios, en

lugar de los antiguos, servirán de riendas para conducir al gran tropel.

Para esta ilustración no se requiere más que una cosa, libertad; y la más inocente entre

todas las que llevan ese nombre, a saber: libertad de hacer uso publico de su razón

íntegramente Mas oigo exclamar por todas partes: ¡Nada de razones! El oficial dice: ¡no

razones, y haz la instrucción! El funcionario de Hacienda: ¡nada de razonamientos!, ¡a

pagar! El reverendo: ¡no razones y cree! (sólo un señor en el mundo dice: razonad todo lo

que queráis y sobre lo que queráis pero ¡obedeced!) Aquí nos encontramos por doquier con

una limitación de la libertad. Pero ¿qué limitación es obstáculo a la ilustración? ¿Y cuál,

por el contrario, estímulo? Contesto: el uso público de su razón le debe estar permitido a

todo el mundo y esto es lo único que puede traer ilustración a los hombres; su uso privado

se podrá limitar a menudo estrictamente, sin que por ello se retrase en gran medida la

marcha de la ilustración. Entiendo por uso público aquel que, en calidad de maestro, se

puede hacer de la propia razón ante el gran público del mundo de lectores. Por uso privado

entiendo el que ese mismo personaje puede hacer en su calidad de funcionario. Ahora bien;

existen muchas empresas de interés público en las que es necesario cierto automatismo, por

cuya virtud algunos miembros de la comunidad tienen que comportarse pasivamente para,

mediante una unanimidad artificial, poder ser dirigidos por el Gobierno hacia los fines

públicos o, por lo menos, impedidos en su perturbación. En este caso no cabe razonar, sino

que hay que obedecer. Pero en la medida en que esta parte de la máquina se considera como

miembro de un ser común total y hasta de la sociedad cosmopolita de los hombres, por lo

tanto, en calidad de maestro que se dirige a un público por escrito haciendo uso de su

razón, puede razonar sin que por ello padezcan los negocios en los que le corresponde, en

parte, la consideración de miembro pasivo. Por eso, sería muy perturbador que un oficial

que recibe una orden de sus superiores se pusiera a argumentar en el cuartel sobre la

pertinencia o utilidad de la orden: tiene que obedecer. Pero no se le puede prohibir con

justicia que, en calidad de entendido, haga observaciones sobre las fallas que descubre en el

servicio militar y las exponga al juicio de sus lectores. El ciudadano no se puede negar a

contribuir con los impuestos que le corresponden; y hasta una crítica indiscreta de esos

impuestos, cuando tiene que pagarlos, puede ser castigada por escandalosa (pues podría

provocar la resistencia general). Pero ese mismo sujeto actúa sin perjuicio de su deber de

ciudadano si, en

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