Quien Se Robo Mi Queso
Enviado por haddgar • 5 de Julio de 2011 • 9.146 Palabras (37 Páginas) • 1.650 Visitas
EL CUENTO
Érase una vez un país muy lejano en el que vivían cuatro personajes. Todos
corrían por un laberinto en busca del queso con el que se alimentaban y que
los hacía felices.
Dos de ellos eran ratones, y se llamaban Oliendo y Corriendo (Oli y Corri para
sus amigos); los otros dos eran pesonistas, seres del tamaño de los ratones, pero que tenían un aspecto y una manera de actuar muy parecidos a los de los humanos actuales. Sus nombres eran Kif y Kof.
Debido a su pequeño tamaño, resultaba difícil ver qué estaban haciendo, pero si
mirabas de cerca descubrías cosas asombrosas.
Tanto los ratones como las personitas se pasaban el día en el laberinto
buscando su queso favorito.
Oli y Corri, los ratones, aunque solo poseían cerebro de roedores, tenían muy
buen instinto y buscaban el queso seco y curado que tanto gusta a esos
animalitos.
Kif y Kof, las pesonitas, utilizaban un tipo de cerebro repleto de creencias para
buscar un tipo muy distinto de Queso – con mayúscula -, que ellos creían que
los haría felices y triunfar.
Por distintos que fueran los ratones y las personitas, tenían algo en común:
Todas las mañanas se ponían su chándal y sus zapatillas deportivas, salían
de su casita y se precipitaban corriendo hacia el laberinto en busca de su queso
favorito.
El laberinto era un dédalo de pasillos y salas, y algunas de ellas contenían
delicioso queso. Pero también había rincones oscuros y callejones sin salida
que no llevaban a ningún sitio. Era un lugar en el que resultaba muy fácil
perderse.
Sin embargo, para los que daban con el camino, el laberinto albergaba secretos
que les permitían disfrutar de una vida mejor.
Para buscar el queso, Oli y Corri, los ratones, utilizaban el sencillo pero ineficaz
método del tanteo. Recorrían un pasillo, y si estaba vacío, daban media vuelta y
recorrían el siguiente.
Oli olfateaba el aire con su gran hocico a fin de averiguar en qué dirección había
que ir para encontrar queso, y Corri se abalanzaba hacia allí. Como imaginarán,
se perdían, daban muchas vueltas inútiles y a menudo chocaban contra las
paredes.
Sin embargo, Kif y Kof, las dos personitas, utilizaban un método distinto que se
basaba en su capacidad de pensar y aprender de las experiencias pasadas,
aunque a veces sus creencias y emociones los confundían.
Con el tiempo, siguiendo cada uno su propio método, todos encontraron lo que
habían estado buscando: un día, al final de uno de los pasillos, en la Central
Quesera Q dieron con el tipo de queso que querían.
A partir de entonces, los ratones y las personitas se ponían todas las mañanas
sus prendas deportivas y se dirigían a la Central Quesera Q. Al poco, aquello
se había convertido en una costumbre para todos.
Oli y Corri se despertaban temprano todas las mañanas, como siempre, y corrían
por el laberinto siguiendo la misma ruta.
Cuando llegaban a su destino, los ratones se quitaban las zapatillas y se las
colgaban del cuello para tenerlas a la mano en el momento en que volvieran a
necesitarlas. Luego se dedicaban a disfrutar del queso.
Al principio, Kif y Kof también iban corriendo todos los días hasta la Central Quesera
Q para paladear los nuevos y sabrosos bocados que los aguardaban.
Pero, al cabo de un tiempo, las personitas fueron cambiando de costumbres.
Kif y Kof se despertaban cada día más tarde, se vestían más despacio e iban
caminando hacia la Central Quesera Q. Al fin y al cabo, sabían dónde estaba el
queso y como llegar hasta él.
No tenían ni idea de la procedencia del queso ni sabían quién lo ponía allí.
Simplemente suponían que estaría en su lugar.
Todas las mañanas, cuando llegaban a la Central Quesera Q, Kif y Kof se
ponían cómodos, como si estuvieran en casa, colgaban sus zapatillas y se
ponían las pantunflas. Como ya habían encontrado el queso, cada vez se
sentían más a gusto.
Esto es una Maravilla – dijo Kif -. Aquí tenemos queso suficiente para toda la
vida.
Las personitas se sentían felices y contentas, pensando que estaban a salvo
por siempre.
No tardaron mucho en considerar suyo el queso que habían encontrado en la
Central Quesera Q. Y había tal cantidad almacenada allí que, poco después,
trasladaron su casa cerca de la central y construyeron una vida social alrededor
de ella.
Para sentirse más a gusto, Kif y Kof decoraron las paredes con Frases e incluso
pintaron trozos de queso que los hacían sonreír. Una de las frases decía:
TENER QUESO HACE FELIZ
En ocasiones Kif y Kof llevaban a sus amigos a ver los trozos de queso que se
apilaban en la Central Quesera Q. Unas veces lo compartían con ellos y otras, no.
Nos merecemos este queso – dijo Kif -. Realmente tuvimos que trabajar muy duro
y durante mucho tiempo para conseguirlo. – Tras estas palabras, cogió un trozo
de queso y se lo comió.
Después Kif se quedó dormido, como solía ocurrirle.
Todas las noches, las personitas volvían a casa cargadas de queso y todas las
mañanas regresaban, confiadas, por más queso la a Central Quesera Q.
Todo siguió igual durante algún tiempo.
Pero al cabo de algunos meses, la confianza de Kif y Kof se convirtió en arrogancia.
Se sentían tan a gusto que ni siquiera advertían lo que estaba ocurriendo.
El tiempo pasaba, y Oli y Corri seguían haciendo lo mismo todos los días. Por la
mañana, llegaban temprano a la Central Quesera Q y husmeaban, escarbaban e
inspeccionaban la zona para ver si habían ocurrido cambios con respecto al día
anterior. Luego se sentaban y se ponían a mordisquear el queso.
Una mañana, llegaron a la Central Quesera Q y descubrieron que no había queso.
No les sorprendió. Como habían notado que las reservas de queso habían ido
disminuyendo poco a poco, Oli y Corri estaban preparados para lo inevitable e,
instintivamente, enseguida supieron lo que tenían que hacer.
Se miraron el uno al otro, cogieron las zapatillas deportivas que llevaban atadas al
cuello, se las calzaron y se las anudaron.
Los ratones no de perdían en análisis profundos de las cosos. Y tampoco tenían que
cargar con complicados sistemas de creencias.
...