¿Qué Le Está Haciendo Internet A Nuestros Cerebros?
Enviado por vanesa2018 • 12 de Mayo de 2015 • 4.340 Palabras (18 Páginas) • 227 Visitas
¿Qué le está haciendo Internet a nuestros cerebros?
Por Nicholas Carr
¿Está Google volviéndonos estúpidos? • Nunca un sistema de comunicación ha ejercido una
influencia tan amplia sobre nuestros pensamientos como hace hoy Internet. Pero a pesar de
todo lo que se ha escrito sobre la Red, se ha pensado poco en cómo exactamente nos está
reprogramando. La ética intelectual de la Red sigue siendo oscura
“Dave, para. Para, por favor. Para, Dave. ¿Vas a parar, Dave?” Así suplica la
supercomputadora HAL al implacable astronauta Dave Bowman en una famosa y
fantásticamente conmovedora escena casi al final de 2001: Una odisea del espacio de
Stanley Kubrick. Bowman, tras haber sido enviado a la muerte en el espacio
interplanetario por la máquina descompuesta, está tranquila y fríamente desconectando
los circuitos de memoria que controlan su “cerebro” artificial. “Dave, estoy perdiendo la
mente —dice HAL, con tristeza—. Me estoy dando cuenta. Lo estoy sintiendo.”
Yo también me estoy dando cuenta, lo estoy sintiendo. En los últimos años he tenido la
incómoda sensación de que alguien, o algo, ha estado jugueteando con mi cerebro,
cambiando el esquema de su circuito neural, reprogramando la memoria. No es que esté
perdiendo la mente —hasta donde puedo decir—, pero me está cambiando. No estoy
pensando del modo que antes lo hacía.
Me doy cuenta sobre todo cuando leo. Antes me era fácil sumergirme en un libro o en
un artículo largo. Mi mente quedaba atrapada en la narración o en los giros de los
argumentos y pasaba horas paseando por largos tramos de prosa. Ahora casi nunca es
así. Ahora mi concentración casi siempre comienza a disiparse después de dos o tres
páginas. Me pongo inquieto, pierdo el hilo, comienzo a buscar otra cosa que hacer. La
lectura profunda que me venía de modo natural se ha convertido en una lucha.
Creo que sé qué está pasando. Desde hace ya más de una década, he estado pasando
mucho tiempo en línea, buscando y navegando y a veces añadiendo a la gran base de
datos de Internet. La red ha sido una bendición para mí como escritor. Puedo hacer en
minutos la investigación que en un tiempo requería días en salas de la biblioteca o de las
publicaciones periódicas. Unas pocas búsquedas en Google, algunos “clics” rápidos en
hiperenlaces(1) y obtengo el dato revelador o la cita sucinta que andaba buscando.
Incluso sin estar trabajando, es muy probable que esté hurgando en la espesura de la
información de la Red: leyendo y escribiendo correos, escaneando titulares y blogs,
viendo videos y escuchando podcasts o sencillamente saltando de enlace en enlace. (A
diferencia de las notas al pie, a las que muchas veces se asimilan, los hiperenlaces no
sólo señalan obras que guardan relación con el tema, sino que lo lanzan a uno a ellas.)
Para mí, como para otros, la Red se está convirtiendo en un medio universal, el
conducto de casi toda la información que fluye a mis ojos y oídos y entra en mi mente.
Las ventajas de tener acceso inmediato a un almacén tan increíblemente rico de
información son muchas y éstas han sido ampliamente descritas y debidamente
aplaudidas. Clive Thomson escribió en Wired: “La retentiva perfecta de la memoria de
silicón puede ser una enorme ayuda al pensamiento.”
Pero la ayuda tiene un precio. Como señaló el teórico de los medios de difusión
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Marshall McLuhan en los años sesenta, éstos no son sólo canales pasivos de
información. Suministran la materia para el pensamiento, pero también conforman el
proceso del pensamiento. Y lo que la Red parece estar haciendo es socavar mi
capacidad de concentración y contemplación. Mi mente espera ahora captar la
información del modo en que la Red la distribuye: en una corriente de partículas en
rápido movimiento. En un tiempo fui un submarinista en el mar de palabras. Ahora me
deslizo por la superficie como un tipo en una moto acuática.
No soy el único. Cuando les menciono mis problemas con la lectura a amigos y
conocidos —la mayoría de ellos hombres de letras— muchos dicen estar
experimentando algo similar. Mientras más usan la Red, más tienen que luchar para
concentrarse en escritos largos. Algunos de los bloggers que sigo también han
comenzado a mencionar el fenómeno. Scout Karp, quien escribe un blog sobre los
medios de difusión en línea, confesó hace poco que ha dejado por completo de leer
libros. “Hice el master en literatura en la universidad y era un voraz lector de libros —
escribió—. ¿Qué ha pasado?” Y especula la respuesta: “¿Y si todo lo que leo es en la
red, no se debe a que la forma en que leo haya cambiado, o sea, que esté sólo en busca
de comodidad, sino porque mi forma de PENSAR ha cambiado?”
Bruce Friedman, quien escribe regularmente blogs sobre el uso de las computadoras en
la medicina, también ha descrito la forma en que Internet ha cambiado sus hábitos
mentales. “He perdido casi por entero la capacidad de leer y absorber un artículo largo
en la red o impreso”, escribió a principios de año.
Friedman, patólogo miembro de larga data de la facultad de la Escuela de Medicina de
la Universidad de Michigan, amplió su comentario en una conversación telefónica
conmigo. Su forma de pensar, dijo, ha tomado una calidad de “staccato”, que refleja la
forma en que escanea con rapidez pasajes cortos de texto de muchas fuentes en línea.
“Ya no puedo volver a leer La guerra y la paz —admitió—. He perdido la capacidad de
hacerlo. Me resulta difícil absorber incluso un blog de más de tres o cuatro párrafos. Lo
leo por encima.”
Las anécdotas por sí solas no demuestran mucho. Y todavía estamos en espera de
experimentos neurológicos y psicológicos a largo plazo que brinden una imagen
definitiva de la forma en que el uso de Internet afecta la cognición. Pero un estudio
recién publicado de los hábitos de investigación en línea, realizado por académicos del
University College de Londres, indican que muy bien podemos estar en medio de un
cambio radical en la forma en que leemos y pensamos.
Como parte de un programa de investigación de cinco años, los estudiosos examinaron
registros de computación que documentan el comportamiento de visitantes de dos
populares
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