RAMÓN O LA FÁBULA AL REVÉS
Enviado por Anna Sibeaq • 3 de Junio de 2018 • Resumen • 1.887 Palabras (8 Páginas) • 120 Visitas
RAMÓN
Desde que terminó sus estudios, Ramón, solo había conseguido trabajo temporal y mal remunerado. De vez en cuando, alguna chamba adicional le ayudaba a llegar a fines de mes. Era un hombre tranquilo, sin problemas y tampoco grandes ambiciones.
Como de costumbre, se iba a pie hasta el centro comercial donde compraba solamente productos en oferta, lo justo necesario para el día siguiente. Ese día, después de pasar por caja puso en la gran bolsa plástica una lata de atún, unos huevos y una barra de pan. Iba a salir para casa cuando pasó delante de una puerta abierta que daba a una oficina. En una larga mesa vio paquetes de fajos de billetes... Había mucho dinero y nadie en la oficina, obviamente el encargado había salido un rato. ¡Descuidado! Como arrastrado por un impulso incontrolado, entró a la oficina, llenó su bolsa plástica de billetes y salió.
Tranquilamente se encaminó hacia su casa. Nadie se le había interpuesto. Le faltaban unos veinte metros para entrar a su edificio cuando desde un coche de patrullas, un policía le dijo: Señor ¿tiene usted hora? Levantó su brazo para ver su reloj, cuando sintió que le ponían algo en la espalda y oyó la voz clara de un policía que decía: ¡Alto, está Usted detenido! ¿Creía que podía escaparse tan fácilmente? ¡¿Pero, no se ha fijado que su bolsa trasparenta todos los billetes que acaba de robar?! Recién, en este momento, Ramón comprendió porque los transeúntes lo miraban de hito en hito. Comprendió que solito se había delatado.
La policía lo remitió al juez. Delante de éste último era inútil negar los hechos, más bien, Ramón optó por sincerarse: Confieso, soy yo que he robado en el Centro Comercial. Pasó en comparecencia inmediata delante el tribunal. Le dijo al juez : Señor Presidente, no sé lo que me pasó, fue como un rapto que me arrastró hacia los billetes abandonados, me serví y salí a la calle como si no hubiera pasado nada. Yo jamás he cometido un delito ¡pero no ha sido posible controlarme! ¡No sé por qué! ¡Esto no volverá a ocurrir!
Los miembros del tribunal pensaron que era algo simplón pero que había que dar un ejemplo para que no hubiera otros que lo imitasen. Tomaron en cuenta de que no tenía antecedentes y le impusieron una pena de dos años de prisión, uno condicional, lo que le permitiría recobrar la libertad al año. Sin embargo, el Tribunal no dejó pasar la oportunidad para darle un fuerte llamado de atención al Centro Comercial por su descuido provocador.
Ramón fue enviado a la nueva cárcel donde solo había condenados a penas leves. Sentado en el catre de su celda pensó: Lo que me ha acaecido es por culpa mía. ¡Esto no volverá a suceder! La disciplina del centro de reclusión no era muy rígida y daba la impresión que los presos eran huéspedes y no detenidos. Durante el día, los reclusos podían pasear por el « patio » que en realidad era un área con césped, lugares con flores que cultivaban los mismos detenidos y en el centro había cuatro añosos arboles muy altos. Unos muros elevados, coronados por caminos de ronda y torretas en las cuatro esquinas, rodeaban al patio. La vigilancia, aunque discreta, existía porque de vez en cuando asomaba algún vigilante armado. Ramón pensó que se podía acomodar, total un año pasa rápido.
Una mañana escucho la conversación de los vigilantes. Hablaban que iban a pedirle al Director derribar los árboles para tener una vigilancia más fácil. Esto disgustó a Ramón que pidió ver al Director. Este lo recibió sin problemas: Bueno, Ramón ¿para qué quiere verme? Señor Director, le dijo, he oído a los vigilantes discutir que querían cortar los arboles del patio. Me parece, que estos árboles están suficientemente distantes de los muros y no serían de ayuda para una fuga. Por otra parte, estos árboles son un símbolo de vida, en ellos fluye la savia, sus hojas reciben los rayos solares, clorofila, que alimenta al árbol. En sus ramas se albergan los pájaros que son símbolo de libertad. Por favor, no prive a los detenidos de esta única esperanza de vida y libertad. Se lo agradecerán.
¿Ha hablado de esto con sus compañeros presos? preguntó el Director. No, es iniciativa mía. Pensaba que todos nosotros aspiramos a retornar a la libertad, una vez cumplida nuestra pena, y no quisiéramos llevar el recuerdo triste de unas elevadas paredes. No tengo más que añadir. El Director prometió estudiar el caso. Al día siguiente, el Jefe de los vigilantes llamó a Ramón a su despacho: Así que no quieres que cortemos los árboles, has convencido al Director pero, a partir de ahora, tú serás el encargado de cuidar estos árboles. ¿De acuerdo? No había resentimiento en su forma de hablar pero quería tener la última palabra en el asunto, después de todo, él era el Jefe de los vigilantes.
Para Ramón era como si el sol hubiese salido e iluminado su corazón. Pidió un azadón y empezó a voltear la tierra en hermosos círculos alrededor de los árboles, luego les echo abundante agua. Los presos le hicieron una ronda y cargándole en hombros, dieron la vuelta a los troncos aplaudiendo. Ramón se había hecho muchos amigos. Pocos días después hubo una de estas tormentas veraniegas, cortas pero violentas. Ramón salió a ver sus árboles, aún llovía fuertemente. Vio las cimas de los arboles inclinarse bajo el viento. De lo alto se descolgó un nido cayendo en cascada hasta el suelo. Acudió Ramón a ver aquel nido. Había tres pajarillos, dos de ellos aplastados por el peso del nido mientras que el tercero y más débil estiraba su cuello piando.
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