REPORTE DE LECTURA
YOATZI3 de Abril de 2014
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INTRODUCCION
La palabra Líder, proviene del inglés leader, designa a quien tiene esa cualidad desconocida que hace que las personas lo sigan. Esa cualidad, que no se ha podido desentrañar pero que se ve en los hechos, es el carisma.
Antes, la entidad de carismático se aplicaba a quienes lograban la adhesión de la gente en política, en religión, en grandes conquistas. Luego, con el advenimiento de las organizaciones, se aplicó también a éstas.
El líder logra este fenómeno de ser seguido:
• En relación con un grupo de personas,
• En una situación determinada, y
• En una causa determinada.
Respecto de la fuente del poder en que se apoya el líder es importante la distinción entre liderazgo tradicional y liderazgo organizacional planteada por Pigors, Sheriff y otros:
En el primer caso el poder proviene del grupo que sigue al líder en su causa; en el segundo, el poder proviene de una organización, y el líder y quienes a él reportan están incluidos en el sistema de poder de esa organización.
En el caso del liderazgo tradicional, si el líder dejara de ser seguido, podría convertirse en un ideólogo, en un artista, en un literato, pero dejaría de ser líder para ser lo que podría describirse como un intelectual. El intelectual puede ser la base de pensamiento de un líder, puede alcanzar una enorme influencia en el mundo, pero no será líder hasta tanto no tenga un grupo de seguidores en la causa que se habrá hecho común a todos.
Determinado pues el concepto de líder, queda claro que no hay líder en la organización. Habrá conductores que además tengan muchas virtudes, pero no son líderes. Lo que hay en la organización son personas con empatía, que logran adhesión sobre la base del poder dado por la organización.
Pero si el poder le es quitado al manager con empatía, el grupo no lo sigue.
El manager se despide -o quizá ni pueda hacerlo- y se va, en una escena que se repite una y otra vez en las organizaciones. El grupo se queda y, más o menos de buena gana, sigue trabajando con el siguiente manager. Un líder, en cambio, sería seguido por el grupo, lo que muy rara vez sucede en las organizaciones: nadie se lleva treinta personas. Esta diferencia fundamental que surge de la fuente del poder del líder es la que determina, en primer lugar, el hecho de que en una organización no puede haber líderes.
Sin embargo, los especialistas en management se han negado a evitar la palabra líder y han producido en gran parte el desconcierto en que hoy estamos sumidos.
El uso recalcitrante de este término se debe a que es la palabra inglesa en uso y, sobre todo, a que tiene un glamour muy especial para la venta. Ser líder no posee la misma connotación que ser director o dirigente. Suena mejor, y por eso los especialistas han despreciado la exactitud idiomática.
Este desconcierto no es gratuito, porque en nombre del liderazgo se aconseja -o se exige- a los jefes hacer cosas que luego la misma organización les impedirá. Un supervisor de fábrica no puede tener el carácter de Napoleón o de Jesucristo porque la tarea a desarrollar por un supervisor es infinitamente menor que la de un líder. Si él, o su jefe, o el jefe de su jefe, creen que deben ser líderes en el sentido de las exigencias y condiciones atribuidas a esta palabra en la literatura especializada, ellos y las organizaciones sufrirán graves crisis.
Por lo pronto es evidente que la empatía entre las personas hace que convivan o trabajen en armonía. A veces se dice que un jefe es carismático porque sus empleados lo siguen y lo quieren. Como no sabemos qué es carisma, no podemos discutir esto. Sí podemos afirmar que no es líder, porque su poder no deviene de su grupo sino de la organización. Por otra parte, no podemos saber dónde está el límite entre empatía y carisma. O si el carisma no es, en última instancia, una forma de empatía.
Consideremos ahora otras circunstancias. ¿Qué ocurre cuando hay un incendio o un naufragio? ¿Por qué se sigue a algunas personas y no a otras?
Es evidente que en esos momentos hay quienes ejercen una fuerte influencia.
Parecen ser los salvadores. Pero son salvadores de situación o, si se prefiere, de circunstancia. Cambiada la circunstancia termina la causa, porque la causa no es trascendente.
Esta gradación de carisma es difícil, relativa y preocupante de establecer. Uno puede equivocarse con facilidad si no tiene perspectiva de tiempo para evaluarla. Pero parece claro que hay causas trascendentes que van más allá de las circunstancias del momento, y en ellas está el líder por antonomasia, y otras en que la causa depende de la circunstancia del momento, en ellas está el líder de tiempo corto, el líder circunstancial.
Sin embargo, puede afirmarse que todo líder depende de una circunstancia, por más que ésta pueda describirse como de tiempo corto o largo. En última instancia, al tiempo que existe un líder reconocido, hay otros que nunca conoceremos, lo que suele describirse como “fuera de tiempo”, es decir, son líderes para una circunstancia que no se da en ese momento.
En el caso del líder cuyo poder proviene de la organización, el tiempo está determinado por las características de la empresa. Un negocio de momento o periodos de liderazgo cortos, pero lo habitual, aunque la empresa sea flexible para aceptar el concepto del liderazgo situacional, es que el líder lo sea por todo el tiempo que permanezca en la organización. De alguna manera, el alcanzar un determinado nivel en la organización significa estar imbuido de un cierto poder que podrá ejercerse en un puesto o en otro.
1.-LA FORMACION DE LIDERES PARA CREAR LA NUEVA CIVILIZACION
Toda sociedad está compuesta por grupos básicos como la familia, el salón de clase, las organizaciones e instituciones, las empresas y dependencias públicas, las comunidades municipales, las colonias, los barrios, las comunidades eclesiásticas, clubes y asociaciones de todo tipo. Formamos la gran red o tejido social que da consistencia, fortaleza y sentido a dicha sociedad.
La fortaleza de cada grupo humano depende de sus dirigentes. El liderazgo es el pivote de la formación y solidez de cada célula social.
Sin embargo, cuando el liderazgo deja de ser función orientadora que unifica y vincula otros grupos, los líderes se debilitan como tales y ejercen su poder en provecho personal convirtiéndose en administradores de beneficios y prebendas. El tejido social se rompe cuando los líderes pierden el sentido y la visión de futuro para ellos mismos y su comunidad, cuando pierden la motivación y el compromiso con los ideales y con el grupo, su liderazgo se debilita y dejan de ser una autoridad moral para su comunidad.
La educación positivista, con su sobrevaloración de las ciencias, se enfocó a formar a los niños y jóvenes en las materias científicas. Creyó que ésas formarían a los dirigentes “tecnócratas”, que dirigirían el mundo industrial y las instituciones sociales del siglo XX.
En el fondo también existía la creencia de que los líderes nacen; es decir, que la naturaleza dota a la humanidad de dirigentes que mueven a los hombres en una dirección y los conducen a mejores estadios de desarrollo, y que además las capacidades de liderazgo se manifestarán espontáneamente a lo largo de la vida de aquellos privilegiados con tales dones.
El concepto de liderazgo también estuvo ligado sólo a las grandes figuras, que fueron en la mayoría de los casos carismáticos y capaces de mover y cautivar a las masas.
El liderazgo estaba concebido en términos de control, mando, obediencia y sumisión. Los conceptos mecánicos de líder-seguidor, dueño-empelado, el que ordena-el que obedece, el que piensa-el que ejecuta no permitían una concepción dinámica para entender que el liderazgo de una función social de aglutinamiento, dirección, vinculación, integración, comunicación, consenso, sentido trascendente, medición de la eficacia, cumplimiento de una misión y que, por lo tanto, estas funciones pueden ser iniciadas por una cabeza, pero todos pueden influir para el logro de dichas funciones. Hoy hablamos del trabajo en equipo y se busca un liderazgo compartido, multilateral y autor regulado. Sin embargo, las ciencias sociales, la administración y la psicología han descubierto que la función de liderazgo está generalizada en todos los grupos y niveles de la sociedad; que las habilidades de liderazgo se pueden enseñar y aprender y, de hecho, se enseñan y aprenden; que cuando las organizaciones han creado culturas institucionales para formar a sus dirigentes, éstas no requieren reclutar directivos de fuera y además el liderazgo formado en casa es, en términos generales más eficaz.
Las ciencias sociales han descubierto que el liderazgo es una función social, por lo que se puede entender de las siguientes maneras:
a).- EL LIDERAZGO ES UNA FUNCION SOCIAL: El líder es el depositario de las expectativas, los valores, las creencias, y esperanzas del grupo; por eso es apoyado y respaldado. Así, el liderazgo es una función social; es decir, un servicio requerido por todo grupo humano.
A los líderes se les pide una visión más amplia, de largo plazo y de mayor profundidad que a los otros miembros del grupo. Las cualidades que se les exige tienen que ver con su función de lograr los resultados que requiere el grupo.
Puede beneficiarse honradamente de su función, siempre y cuando logre dar el servicio esperando y los beneficios necesarios. El líder no es omnipotente para cambiar a los patrones de pensamiento, valoración y conductas que se han ido generando a lo largo de la historia
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