Reporte de lectura: DE LA PRÁCTICA REFLEXIVA LA TRABAJO SOBRE EL HABITUS.
Enviado por Arturo Flores • 8 de Diciembre de 2016 • Ensayo • 1.934 Palabras (8 Páginas) • 475 Visitas
Reporte de lectura: DE LA PRÁCTICA REFLEXIVA LA TRABAJO SOBRE EL HABITUS
César Arturo Flores Fonseca
La práctica reflexiva postula de forma implícita que la acción es objeto de una representación donde se da por supuesto que el actor sabe lo que hace y que, por tanto, puede cuestionarse los móviles, las modalidades y los efectos de su acción. Así pues, toda reflexión sobre la acción propia o de los demás lleva consigo una reflexión sobre el habitus (sin tener conciencia de ello) que la sustenta, sin que el concepto, y todavía menos la palabra, se utilicen de forma general.
Resulta difícil medir el carácter repetitivo de las propias acciones y reacciones, y todavía resulta más difícil percibir de forma reiterada los efectos negativos de no hacer caso, asustar o ridiculizar a tal alumno o alumna, de formular consignas, de impedir que los aprendices reflexionen por sí mismos anticipando sus preguntas, etc. En la reflexión sobre la acción, poner en entredicho la parte de nosotros que conocemos y asumimos no resulta una tarea fácil. Todavía es más difícil e incómodo ampliar la reflexión a la parte de pensamiento pre reflexionado o inconsciente de nuestra acción.
Y es que la inconciencia de nuestros actos nos lleva desarrollar esquemas de acción repetitivos dejando en claro que la repetición, aunque sea menos apasionante que la invención permanente de la vida, está en el centro del trabajo y de toda práctica, pese a que las micro variaciones exigen micro ajustes de los esquemas. En realidad, la claridad, la seguridad, la precisión, la elegancia de los gestos del enseñante no son, más que su voz, su postura o su vestimenta, ajenos a su presencia en clase, y a la forma de establecer la relación pedagógica. Pero las «gesticulaciones» del pedagogo no agotan su práctica.
La práctica pedagógica es una intervención singular, en una situación compleja que nunca se reproducirá de forma exactamente idéntica. Aprender de la experiencia consiste en servirse de momentos excepcionales para comprender lo que somos y lo que valemos, pero también supone distanciarse de los esquemas, del listo-para-pensar, del listo-para-reaccionar que evita, en un período de tiempo normal, plantearse demasiadas preguntas antes de actuar.
No hay práctica reflexiva completa sin diálogo con su inconsciente práctico, es decir, sin concienciación. Considerando lo anterior, trabajar sobre la propia práctica es, en realidad, trabajar sobre un conjunto de acciones comparables y sobre lo que las sustenta y les asegura cierta invariabilidad. De esto se habla en el título, donde la palabra queda definida como, Habitus: sistema de disposiciones duraderas y que se pueden transponer que integra todas las experiencias pasadas y funciona en cada momento como una matriz de percepciones, apreciaciones y acciones, y posibilita el cumplimiento de tareas enormemente diferenciadas, gracias a las transferencias analógicas de esquemas que permiten resolver los problemas del mismo modo. (Bourdieu, 1972, pp. 178-179)
Puesto que el habitus es un conjunto de disposiciones interiorizadas, captamos exclusivamente sus manifestaciones, a través de los actos y de las formas de ser en el mundo. Por tal motivo, una práctica reflexiva que se extienda al habitus se enfrenta a una terrible complejidad. De donde se puede puntualizar que una elaboración reflexiva y meta cognitiva únicamente tiene sentido si proporciona al actor un cierto control de su inconsciente práctico. ¿De qué sirve saber cómo funcionamos si no logramos cambiar?
Por ejemplo, cuando una enseñante exige que cada alumno le diga adiós con un apretón de manos y mirándole a los ojos, sabe lo que hace y cree saber por qué. Lo que ella desconoce, es cómo transforma insidiosamente este ritual en inquisición o en dominación y la satisfacción que halla en imponerse e imponer cada día lo que muchos considerarían un castigo dejando de lado la concienciación.
La concienciación solamente se desencadena bajo la presión de los fracasos y los obstáculos con que tropieza el individuo cuando desea lograr los objetivos que lo motivan. La causa de la conducta de concienciación es esencialmente extrínseca al individuo. Si, en su confrontación con el entorno, no se encontrara con obstáculos que pudiera superar, la máquina cognitiva estaría estropeada. (Vermersch, 1994, pp. 84-85), con todo lo serio que pueda ser, un enseñante puede vivir en cierta confusión y no siempre tendrá la energía y la fuerza deseadas para «salir adelante" (Fernagu Oudet, 1999).
El deseo de cambiar nace de la decepción, del descontento de lo que hacemos. Lo que una persona quiere hacer evolucionar, es en primer lugar su práctica, entendida como la repetición de actos similares en circunstancias análogas. Cuando la repetición persiste a pesar de sus buenas resoluciones y de su intento de controlarse, dominarse y disciplinarse, termina por decirse que está impulsada por un esquema o varios esquemas de pensamiento y de acción que escapan a su conciencia y a su voluntad más de lo que desearía. La eliminación de viejas rutinas lleva su tiempo; los esquemas no desaparecen de nuestra «memoria inconsciente», sino que los negamos, censuramos o inhibimos, debido a que pueden resurgir en situaciones de emergencia o de tensión y entrar en conflicto con los aprendizajes más recientes.
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