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Resumen De Levìtico


Enviado por   •  5 de Junio de 2014  •  8.156 Palabras (33 Páginas)  •  780 Visitas

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,1s El Señor llama a Moisés. El libro comienza con la observación de que Dios llama a Moisés para hablarle en la tienda del encuentro, desde donde le va a dar todo el cúmulo de instrucciones que vienen a continuación. El relato nos mantiene todavía al pie del Monte Sinaí, donde se acaba de construir meticulosamente el Santuario, el cual se ha llenado con la Gloria divina (Éx 40,34-38). Pero para comprender el libro debemos situarnos en la época

del exilio, hacia la segunda mitad del s. VI a.C., y pensar en la corriente sacerdotal (P) que va madurando poco a poco la idea de la reconstrucción de Israel, reconstrucción que no sólo afectó al Templo y a la misma ciudad, sino también a la reconstrucción moral y religiosa del pueblo como tal.

La idea que subyace en el libro del Levítico es que Israel cayó en manos enemigas como castigo; todo lo que le está sucediendo es un castigo merecido por su infidelidad a ese Dios santo y fiel que, pese a todo, volverá a acogerlos y a perdonarlos. Israel debe responder a ese gesto divino siendo fiel de la manera más perfecta posible, y eso sólo se puede lograr mediante un culto perfecto.

Con este telón de fondo comprenderemos mejor el por qué de esta clasificación tan rigurosa de los sacrificios y, en definitiva, de todo lo que tiene que ver con el culto: los profesionales y los participantes –la asamblea–. No perdamos de vista que muchas de estas prescripciones, si no todas, están pensadas durante la época del destierro, cuando no había ni Templo, ni culto; por ello, se trata de ideales que se persiguieron sin duda hasta sus últimas consecuencias. Pero este sentido ideal trajo, de hecho, consecuencias muy negativas para el pueblo, tan negativas

que el mismo Jesús las denunció como el gran obstáculo para acceder al amor misericordioso del Padre.

b 1,3-17 Holocaustos. El holocausto era la categoría de sacrificio más común en el Templo. Su principal característica era que la víctima sacrificada, a excepción de la piel/cuero, era quemada completamente. De este hecho derive quizás el nombre griego, que significa precisamente «quemado por completo». A su vez, el holocausto se divide en tres tipos: de ganado mayor (3-9), de ganado menor (10-13) y de aves (14-17). El oferente impone la mano sobre el animal de ganado mayor o menor antes del sacrificio. Nótese cómo cada clase de sacrificio debe hacerse en un punto determinado del altar: al norte (11), o al este (16). Los holocaustos más comunes y abundantes eran los de ganado menor, y todavía más los de aves, dadas las condiciones

socioeconómicas del pueblo; sólo los ricos podían darse el lujo de ofrecer un novillo. En las tres modalidades se repite la fórmula que determina la finalidad del sacrificio: «es un holocausto: ofrenda de aroma que aplaca al Señor» (9.13.17).

2,1-16 Ofrendas de cereales. Otra modalidad de sacrificio que no incluye la matanza es la ofrenda de cereales. Su principal característica es que sólo una parte de ella es quemada en el altar; el resto es «para Aarón y sus descendientes» (3) es decir, para los sacerdotes. Podía tratarse de cereal crudo, que consistía en una cantidad de harina de la mejor calidad mezclada con incienso (1-3), o bien podía ser el cereal preparado y cocido según tres métodos: al horno (4), a la sartén (5) o a la parrilla (7). En los tres casos se excluye la levadura, pero se emplea el

aceite y la sal (13); la miel no se admite en las ofrendas. Respecto a la sal, se dice específicamente que es «la sal de la alianza» (13), lo cual tiene un alto valor simbólico para los israelitas (cfr. Ez 43,24); puede ser una manera de simbolizar la fidelidad, ya que la sal asegura la durabilidad y preserva de la corrupción. Se conoce por otros textos que griegos y árabes comían sal en el momento de sellar algún pacto. Como cristianos, nosotros estamos

invitados por el mismo Jesús a ser sal de la tierra (Mt 5,13). Respecto a la miel, no está clara la razón de su prohibición en las ofrendas; podría tratarse de una forma de evitar cualquier similitud con los cultos paganos, donde sí era frecuente el uso de la miel. Los versículos 14-16 regulan la ofrenda de las primicias o primeros granos de la cosecha de los cereales.

3,1-17 Sacrificios de comunión. Los sacrificios de comunión difieren de los holocaustos en que las víctimas sacrificadas no son quemadas completamente: algunas partes se queman en el altar y otra parte es consumida en un banquete que ofrece el oferente a su familia e invitados (7,15; 19,6-8). Se mantiene la distinción entre animales de ganado mayor (1-5) y animales de ganado menor (6); estos últimos se clasifican en corderos (7-11) y cabritos (12-16). En todos los casos se mantiene el mismo esquema ritual: imposición de la mano sobre la víctima

antes de sacrificarla y aspersión del altar por los cuatro costados con su sangre –como en los holocaustos–,función que realizaba el sacerdote.

Hay varias interpretaciones respecto a la imposición de la mano sobre la víctima. Algunos piensan que se trata de un gesto mediante el cual se «descargaban» sobre el animal las culpas y los pecados del oferente para obtener el perdón divino. En realidad, quien debía ser sacrificado por sus faltas era la persona, pero Dios le permitía ser sustituido por un animal. Esta interpretación no sería válida en los casos en los que se ofrece un sacrificio en acción de gracias, y no por los pecados. Además, el único caso en que se explicita que la imposición de manos sobre la víctima es para descargar sobre ella los pecados de los oferentes es el del macho cabrío el día de la expiación. Al haber recibido sobre sí los pecados del pueblo, el animal quedaba impuro y, por tanto, no era apto para ser sacrificado ante el Señor; el macho cabrío del gran día de la expiación se llevaba al desierto y era arrojado por un despeñadero.

Esta modalidad de sacrificio incorpora la figura del banquete sagrado, común a otros pueblos y culturas del Cercano Oriente. El oferente cumplía uno de los dos objetivos siguientes: 1. Dar gracias a Dios por algún motivo especial –Sal 107 menciona unos cuatro motivos, pero podían ser más–. 2. Ofrecer un sacrificio votivo, donde se pedía al Señor algún beneficio.

Al parecer, los israelitas tenían muy claro que esas comidas no las realizaban con Dios, sino en presencia de Dios. La sacralidad del alimento se debe, en primer lugar, a que Dios permite al oferente consumir parte de esa víctima que pertenece toda ella a Dios, porque a Él pertenece toda vida. A esto hay que sumar el lugar de sacrificio y de la comida, el Santuario; la sacralidad misma del altar, refrendada cada vez con la sangre de las victimas; y el contacto con las personas sagradas, los sacerdotes consagrados en exclusiva al Señor.

La convicción de

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