SEMINARIO DE ARTE El paso de la iluminación a la pintura
Enviado por tataelias • 4 de Diciembre de 2018 • Trabajo • 9.367 Palabras (38 Páginas) • 89 Visitas
El paso de la iluminación a la pintura.
Los siglos XIV y XV representan la transición de la miniatura medieval a la pintura, de caballete de la escuela flamenca y de los primitivos italianos. El arte se hace Iaico y se inspira directamente en la naturaleza (realismo); el color comienza a matizarse; el sentido de los valores y el uso del claroscuro, traen como consecuencia un mejor modelado de las figuras; la iconografía se humaniza y amplía, a la solemnidad bizantina y monástica del tema religioso sucede una visión realista del mundo, añadiéndose escenas de la vida cotidiana y aún de género al asunto bíblico, pues, a veces, es un mero pretexto; el paisaje sirve de fondo y marco a las escenas: es la última conquista del naturalismo, aunque por mucho tiempo se mantendrá como accesorio de la figura. "El taller acaba de abrir una ventana sobre el mundo, no falta más que observarlo", y al hacerlo, el artista sustituye los antiguos fondos de oro y tapicería por interiores y naturaleza real; en los Calendarios se representan las estaciones no por símbolos de los trabajos de los meses y los signos del zodíaco, como aparecen en la escultura gótica (Catedral
De Amiens), sino por medio de escenas alusivas a las ocupaciones de cada época del ano, desarrolladas en paisajes que copian el peculiar aspecto de la naturaleza en la estación correspondiente. Entre otras obras, las Muy ricas horas del Duque de Bérry nos proporcionan elocuentes ejemplos, en los cuales hallamos además documentos de interés en el estudio de la arquitectura, por aparecer en sus páginas castillos ya desaparecidos y que merced a esas miniaturas pueden hoy apreciarse.
Pintura mural y de caballete.
El arte del color, cuyas manifestaciones medievales (mosaico, vitral, decoración de manuscritos sagrados) quedan estudiadas, alcanza, a partir del siglo XIV, una nueva significación. Hasta entonces, ocupaba un lugar subalterno en el concierto artístico, siendo en esencia un arte subordinado a la arquitectura y la escultura a las que sirvió de complemento; ahora, como arte propio, va a ocupar el primer plano, e inicia en su desarrollo histórico una era de constante progreso, caracterizada por cambios de concepción y técnica, que se extiende hasta hoy.
Acabamos de señalar la transición que se efectúa en los siglos XVI y XV, cuando el realismo invade la miniatura, que va acercándose cada vez más a la pintura de caballete: las Muy ricas horas del Duque de Berry, las Horas de Turín, entre otros muchos, son ejemplos de ello. Otros libros famosos, como el Hortulus Animae de la Biblioteca imperial, de Viena y el Breviario Grimani (Biblioteca de San Marcos, Venecia) señalan la culminación del arte de la miniatura en épocas en que al lado de esta forma pictórica, existe y se desarrolla la pintura mural y de caballete. La hegemonía artística de Francia toca a su fin, al goticismo, que nació en ella y de ella se extendió al resto de Europa, van a suceder nuevas tendencias, que parten de otros centros. Italia y Flandes son en la época que vamos a estudiar los dos grandes focos de la pintura, que se caracterizan fundamentalmente por el realismo y el nuevo sentido de la religiosidad. La pintura mural, al fresco y a la témpera, en Italia, la pintura de caballete, al óleo, en los países del Norte, son el vehículo del arte del color, que se manifiesta al sur en las escuelas italianas de Siena y Florencia, y al norte en la primitiva flamenca de los Van Eyck y la de Tournai, cuyo representante más notable es Rogier Van der Weyden.
Italia y la pintura gótica.
En Italia la fuerte tradición romana impidió el arraigo del gótico y mantuvo durante la Edad Media el tipo constructivo clásico, en el que las paredes ofrecían al pintor amplio espacio para desenvolver sus decoraciones murales, a diferencia de las regiones del resto de Europa, donde la arquitectura gótica, reemplazando los muros con las grandes vidrieras, no daba a la pintura oportunidad de expresarse. El movimiento franciscano, que origina el realismo en el arte y al cual ya hicimos referencia al ocuparnos de los factores del estilo gótico, es un elemento de especial interés en relación con la pintura italiana de esta época, que busca su inspiración en
La naturaleza; el nuevo sentido de la religiosidad que, perdiendo el carácter dogmático-didáctico, se hace popular y humanista; la influencia de Bizancio sobre la producción de Italia, son otras tantas notas que explican el carácter de la misma. Al anonimismo de tiempos anteriores sucede un individualismo, que ofrece en el estudio de las personalidades de cada artista el punto de partida para la apreciación del arte de la época. Jorge Vasari en su obra Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos, de capital interés bibliográfico, fue el primero en tratar de manera crítico-biográfica el arte italiano y tras él, e inspirándose en él, los más recientes historiadores del arte han buscado en la personalidad individual de cada artista los elementos con que trazar las directrices del arte en cada época. Duccio di Bouninsegna en Siena, Giotto di Bondone en Florencia, representan los ejes del movimiento pictórico de Italia en el período gótico.
Escuela de Siena.
Esta ciudad, como ninguna otra, conserva, aún hoy, el carácter medieval que la distingue. Su manifestación artística, correspondiente a la época de su mayor esplendor político (después de la batalla de Montaperti), está impregnada de ese genuino saber medieval en el que podemos señalar tres factores esenciales: la tradición, el sentimiento cívico y el religioso. Antigua colonia romana, Siena mantuvo siempre con orgullo su tradición Iatina, conservando la Iengua, las leyes y costumbres antiguas, a Ias que se unen los elementos orientales. Pueblo de comerciantes aventureros y arriesgados, obtuvo en el intercambio con otros países la Importancia y riqueza que la hicieron fuerte, y la opulencia de sus ciudadanos, al servicio de Siena le permitió rivalizar con otras grandes ciudades italianas; el engrandecimiento material se tradujo en el embellecimiento artístico, la organización de los artistas y el favor dispensado a las artes impulsó la producción sienesa. Y, con los factores señalados, el religioso, mezcla de sensualidad y exaltación, místico y caballeresco, completa los factores que dieron al arte sienés el carácter delicado, aristocrático, elegante, espiritual que lo distingue.
Duccio di Buoninsegna (1255-1319) es la primera y más caracterizada figura de esta escuela. Pietro Rossi nos dice que en su arte encontramos "la expresión de la individualidad artística del pueblo sienés en sus caracteres más originales: espiritualidad mística, magnificencia y riqueza de detalles, eco de las formas clásicas y ornamentales, que quedan como herencia de esta escuela".' Rompiendo con la tradición bizantina vuelve a la naturaleza y su manera de componer, agrupando las figuras en torno a un personaje central, marca un notable progreso en relación con los iconos y mosaicos de Bizancio. Más aristocrático en su expresión que Giotto, las figuras de Duccio se caracterizan por su noble y sereno continente, la calma y delicadeza de porte, la dulzura pensativa de sus Madonnas. Pero, junto a estas notas personales del artista, la manera de tratar el ropaje, en el que trazos de oro marcan los pliegues, revela todavía la influencia bizantina. La
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