Significado Connotativo Y Denotativo
Enviado por k2kmario • 25 de Abril de 2012 • 1.569 Palabras (7 Páginas) • 2.982 Visitas
Introducción
El siguiente trabajo tiene como fin dar a conocer e informar a fondo las definiciones y desarrollos sobre la denotación y connotación de las palabras en el lenguaje, también sobre los signos y su estructura interna. En realidad todo signo tiene una dimensión denotativa que se complementa con su dimensión connotativa. Ambas dimensiones son parte de un continuo, cuando se va hacia la parte denotativa describiendo un objeto o una situación, los significados son más nítidos y pueden ser fácilmente compartidos por muchas personas dentro de un contexto amplio o universal, es lo que se pretende "objetivo"; mientras que conforme la descripción contiene aspectos diferenciales que no son tan evidentes estamos avanzando hacia la dimensión connotativa que depende más de los contextos espacio-tiempo específicos del emisor, del mensaje y del receptor del mensaje.
Objetivo
Que el alumno comprenda que la connotación y denotación de las palabras son expresiones significativas por lo cual las palabras y los significados en general tienen una aplicabilidad en el contexto de lo denotativo, y un conjunto de propiedades o características en el plano de lo connotativo.
Significado Connotativos y Denotativos.
Dentro de la gramática encontramos el criterio semántico que se refiere a las significaciones, denotación y connotación de los signos en el lenguaje. Del cual podemos decir que todo signo tiene designado, pero no todo signo denotado. Explicaremos mejor esto. Cualquier cosa que usemos como signo, sin excepción, significa algo. Sin embargo, no siempre eso que es significado por el signo, tiene o tuvo existencia concreta. Puede ocurrir, como de hecho ocurre, que el contenido de ese signo sea una construcción de alguna o algunas personas con o sin un fin específico. Por ejemplo, “centauro” o “unicornio” son signos que no tuvieron ni tienen algo concreto que significar, y no por eso decimos que no significan nada.
Cada uno en su caso designa una entidad, una producción (mítica en este caso, de ficción en otro, o simplemente una mentira: significar algo que no tiene su correlato en la realidad) de la cultura, sin denotado o referente (aun cuando estos dos conceptos tienen o se aplican en semiótica de modo diferente, nosotros no usaremos aquí esa distinción y los tomaremos como equivalentes).
Tener denotado implica que puedo reconocer el referente; es decir, el objeto, el hecho o la circunstancia a la que el signo hace referencia. ¿Por qué es importante esta distinción? Sencillamente, porque con los signos se construyen lenguajes (lenguaje verbal, escrito, visual, publicitario, cinematográfico, matemático, etc.). Con los lenguajes se cumplen distintas funciones: se puede informar (o desinformar), se puede divertir, se puede ordenar, se puede expresar sentimientos, se puede decir la verdad o se puede engañar.
El contenido de un signo es la idea que nosotros adquirimos sobre una cosa, hecho o situación que puede o no existir. El referente es cualquier cosa concreta significada por otra, y la expresión de un signo es el material con que se elabora o se expresa un significante.
Podemos distinguir cuándo un signo o un conjunto de signos (una palabra, un texto, una imagen) se refiere a un objeto que realmente existe, o cuándo un signo no hace más que asignar un contenido sin referente. Designar es expresar el contenido y no el referente. Sin embargo, siempre que designamos el contenido de un signo, invariablemente le añadimos nuestras propias connotaciones, que en cualquier caso están condicionadas por el medio en el que vivimos.
Veamos un ejemplo típico. Normalmente los sectores medios y altos de la sociedad hacen una valoración de los sectores populares de acuerdo con su forma de vida (también los sectores medios y altos de acuerdo con sus propios condicionamientos, sólo que el peso y la incidencia que estas valoraciones pueden tener y la difusión que pueden alcanzar es tan escasa, que no alcanzan a gravitar en el conjunto).
La denotación nos permite construir premisas inciertas e hipotéticas. Por ejemplo, cuando observo que en un cenicero hay un cigarrillo apagado, pero del que todavía sale humo, presumo que alguien estuvo en ese lugar un instante antes. Esa presunción la obtengo por una abducción del tipo: “Aquí no hay nadie. Sin embrago, en ese cenicero hay un cigarrillo que fue apagado no hace mucho. Por lo tanto, alguien pasó por aquí hace un instante”. Luego, la inducción y la deducción me permitirán probar o desmentir mi hipótesis. Por eso, la abducción pertenece a la lógica del descubrimiento, mientras que la inducción y la deducción pertenecen a la lógica de la prueba, porque necesitan partir de premisas ciertas, comprobadas o aceptadas, y explicitadas.
El conocimiento que obtenemos a partir de las interpretaciones que hacemos por abducción es siempre aproximado y falible. Eso significa que puede corregirse y reformularse. De manera que hay que tener en cuenta que la abducción no conduce a verdades absolutas, sino sólo a aproximaciones de la verdad. Pero ése es justamente su objeto: hacernos ir más allá de lo que sabemos, a partir de sucesivos descubrimientos.
En el tratamiento teórico
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