Sobre La Libertad De John
Enviado por alejandra1997 • 3 de Octubre de 2012 • 6.068 Palabras (25 Páginas) • 422 Visitas
por
John Stuart Mill
(1859)
CAPÍTULO I
INTRODUCCIÓN
El tema de este ensayo no es el llamado Libertad de la Voluntad, por lo que lamentablemente se opuso a la doctrina de la mal llamada necesidad filosófica, sino la libertad civil o social: la naturaleza y los límites del poder que puede ser legítimamente ejercido por la sociedad sobre el individual. Una pregunta que rara vez se dijo, y casi nunca se discute, en términos generales, sino que influye profundamente en las controversias prácticas de la época por su presencia latente, y es probable que pronto a hacerse reconocida como la cuestión fundamental del futuro. Está tan lejos de ser nueva, que, en cierto sentido, se ha dividido a la humanidad, casi desde los más remotos tiempos, pero en la etapa de progreso en la que las partes más civilizadas de la especie han entrado ahora, se presenta bajo el nuevo condiciones y requiere un tratamiento diferente y más fundamental. La lucha entre la libertad y la autoridad es la característica más visible en las partes de la historia con los que estamos familiarizados temprana, sobre todo en la de Grecia, Roma e Inglaterra. Pero en los tiempos antiguos este concurso fue entre los sujetos, o algunas clases de sujetos, y el gobierno. Por la libertad, tenía por objeto la protección contra la tiranía de los gobernantes políticos. Las reglas fueron concebidas (excepto en algunos de los gobiernos populares de Grecia) como en una posición necesariamente antagónica a las personas a las que gobernaban. Se trataba de un gobernante, o un gobernante tribu o casta, que deriva su autoridad de la herencia o conquista, que, en todo caso, no lo sostenga en el placer de la aventura gobernados, y cuya supremacía de los hombres no lo hizo, tal vez se no deseo, a concurso, sean cuales sean las precauciones podrían tomarse contra su ejercicio opresivo. Su poder se consideraba necesario, pero también como altamente peligroso, como un arma que intentarían utilizar contra sus súbditos, no menos que contra los enemigos externos. Para impedir que los miembros más débiles de la comunidad de ser presa de los buitres innumerables, era necesario que debe haber un animal de presa más fuerte que el resto, encargado de mantenerlos abajo. Pero como el rey de los buitres no sería menos inclinada a cazando sobre el rebaño que cualquiera de las arpías menores, es indispensable estar en una actitud permanente de defensa contra el pico y las garras. El objetivo, por tanto, de patriotas, era fijar límites al poder que debe ser el gobernante sufrió ejercer sobre la comunidad, y esta limitación era lo que entendían por libertad. Se trató de dos maneras. En primer lugar, mediante la obtención de un reconocimiento de ciertas inmunidades, llamadas libertades políticas o derechos, que debía ser considerado como una violación del derecho del gobernante a violar, y que, si lo hacía infringir, resistencia específica, o la rebelión general, se celebró ser justificable. Un segundo más tarde y en general un expediente, fue el establecimiento de los controles constitucionales, por lo que el consentimiento de la comunidad, o de un cuerpo de algún tipo supone que representan sus intereses, fue una condición necesaria para algunos de los actos más importantes de el poder gobernante. Para el primero de estos modos de limitación, el poder de decisión, en la mayoría de países europeos, se vio obligado, más o menos, a someterse. No ocurrió lo mismo con la segunda, y para lograr esto, o cuando ya poseía algún grado, para alcanzar de forma más completa, se convirtió en todas partes con el objeto principal de los amantes de la libertad. Y mientras la humanidad se contentaron para combatir a un enemigo por otro, y ser gobernados por un maestro, con la condición de que se garantice más o menos eficazmente contra su tiranía, no llevaron a sus aspiraciones más allá de este punto.
Una vez, sin embargo, se produjo en la marcha de los asuntos humanos, cuando los hombres dejaron de pensar que es una necesidad de la naturaleza que sus gobernantes debería ser un poder independiente, con la oposición de intereses a sí mismos. Les parecía mucho mejor que los diversos magistrados del Estado deben ser sus inquilinos o delegados, revocables a su antojo. De este modo solo, al parecer, iban a tener una completa seguridad de que los poderes del gobierno nunca se abuse en su contra. Poco a poco, esta nueva demanda de los gobernantes electivos y temporales se convirtió en objeto destacado de los esfuerzos de la fiesta popular, donde cualquiera de ellas existían, y superado, en gran medida, los esfuerzos anteriores para limitar el poder de los gobernantes. A medida que la lucha se desarrolló durante la toma de poder de decisión emana de la elección periódica de los gobernados, algunas personas comenzaron a pensar que demasiada importancia se había unido a la limitación del poder mismo. Eso (lo que parece) era un recurso contra los gobernantes cuyos intereses se oponen habitualmente a los de las personas. Lo que se necesitaba ahora era que los gobernantes deben ser identificados con el pueblo, que su interés y su voluntad debe ser el interés y la voluntad de la nación. La nación no tenía necesidad de ser protegidos en contra de su propia voluntad. No había miedo de su tiranizar sí mismo. Que los gobernantes ser efectivamente responsable de forma inmediata removible por ella, y podría darse el lujo de confiar en ellos con el poder de la que podía dictar el destino que debe darse. Su poder era más propio poder de la nación, se concentró, y en una forma conveniente para hacer ejercicio. Este modo de pensamiento, o mejor dicho, tal vez de sentir, era común entre la última generación del liberalismo europeo, en la sección continental de los cuales, al parecer, todavía predomina. Aquellos que admiten ningún límite a lo que un gobierno puede hacer, salvo en el caso de los gobiernos, como piensan no debería existir, se destacan como excepciones brillantes entre los pensadores políticos del continente. Un tono similar de sentimiento en ese momento podría haber sido frecuente en nuestro país, si las circunstancias que durante un tiempo había alentado continuó inalterada.
Sin embargo, en las teorías políticas y filosóficas, así como en las personas, el éxito revela fallas y debilidades que el fracaso podría haber ocultado a la observación. La idea de que las personas no tienen necesidad de limitar su poder sobre ellos, puede parecer evidente, cuando el gobierno popular era una cosa sólo soñado, o leído por haber existido en algún momento del pasado distante. Tampoco era esa noción necesariamente perturbado por tales aberraciones temporales como los de la Revolución Francesa, el peor de los cuales fueron obra de unos pocos que usurpan y que, en todo caso, pertenecía, no a
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