Solucion A Un Problema

Reflexiones de un padre

Anoche entré sigilosamente a tu dormitorio mientras dormías. Me había invadido el remordimiento por mostrarme demasiado enfadado contigo.

Te reprendí cuando te vestías para ir al colegio por no haber lustrado tus zapatos. Luego me enojó que dejaras tiradas cosas por el suelo. Mientras desayunabas, observé que derramaste algo y tragabas los alimentos sin masticar. Ponías los codos sobre la mesa y pusiste demasiada mantequilla en el pan.

Cuando salías me gritaste: “¡Adiós, papi!” Yo fruncí el ceño y te contesté: “Endereza la espalda!”

Al atardecer te sorprendí arrodillado en el suelo jugando a las canicas. Tenías agujeros en los pantalones. Te humillé frente a tus compañeros haciendo que marcharas a casa delante de mí. “¡Los pantalones son caros, sí tuvieras que comprarlos tendrías más cuidado!” ¡Imagínate hijo, un padre diciendo eso!

Más tarde, mientras yo leía, entraste tímidamente. “¿Qué quieres?”, te pregunté con brusquedad. No contestaste, solo te lanzaste corriendo hacia mí, me echaste los brazos al cuello y me besaste con esa ternura que Dios ha puesto en tu corazón.

El periódico se me resbaló de las manos. ¿Por qué estaba siempre regañándote, buscando errores? No es que no te amara; es que esperaba demasiado de tus cortos años. Te medía con el padrón de un adulto. Sin embargo, reconozco que tienes cosas muy buenas, puras y admirables. Tu corazoncito es grande como el sol.

¡Me siento avergonzado hijo! ¡Mañana voy a ser para ti un verdadero papá! ¡Seré tu compañero! ¡Sufriré cuando tú sufras y reiré cuando tú rías! ¡Me morderé la lengua cuando acudan a mí palabras de impaciencia! No dejaré de repetir para mí mismo: “¡Es apenas un niño, un niño pequeño!” Si ayer mismo eras un bebé en brazos de tu madre. ¡Te he exigido demasiado hijo, demasiado!

...