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Soneto De Ricardo Palma


Enviado por   •  27 de Agosto de 2012  •  570 Palabras (3 Páginas)  •  1.276 Visitas

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RICARDO PALMA, PERÚ, 1833_ SONETO

Vi elevarse un altar a la virtud

y el crimen castigado por doquier;

vi ¡oh prodigio! constancia en la mujer

y ciencia en la indolente juventud.

Honrada contemplé la senectud

y en manos de los buenos el poder,

triunfante la justicia, y el deber

levantado a magnífica latitud.

Arca abierta miré en la caridad

y proscrita la infamia de Caín;

fe en el amor, confianza en la amistad,

patriotismo en la gente más ruin...

Pero ¿en dónde vio usted tanto primor?

En sueños, queridísimo lector.

POEMA ACUERDATE DE MI DE CARLOS AUGUSTO SALAVERRY

¡oh! Cuánto tiempo silenciosa el alma

Mira en redor su soledad que aumenta

Como un péndulo inmovil: ya no cuenta

Las horas que se van!

No siente los minutos cadenciosos

A golpe igual del corazón que adora

Aspirando la magia embriagadora

De tu amoroso afán.

Ya no late, ni siente, ni aún respira

Petrificada el alma allá en lo interno;

Tu cifra en mármol con buril eterno

Queda grabada en mí!

Ni hay queja al labio ni a los ojos llanto,

Muerto para el amor y la ventura

Esta en tu corazón mi sepultura

Y el cadáver aquí!

ABRAHAM VALDELOMAR, PERÚ 1888_ TRISTEZA

Mi infancia, que fue dulce, serena, triste y sola,

se deslizó en la paz de una aldea lejana,

entre el manso rumor con que muere una ola

y el tañer doloroso de una vieja campana.

Dábame el mar la nota de su melancolía;

el cielo, la serena quietud de su belleza;

los besos de mi madre, una dulce alegría,

y la muerte del sol, una vaga tristeza.

En la mañana azul, al despertar, sentía

el canto de las olas como una melodía

y luego el soplo denso, perfumado, del mar,

y lo que él me dijera, aún en mi alma persiste;

mi padre era callado y mi madre era triste

y la alegría nadie me la supo enseñar.

CÉSAR VALLEJO_EL POETA A SU AMADA

Amada, en esta noche tú te has crucificado

sobre los dos maderos curvados de mi beso;

y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,

y que hay un viernes santo más dulce que ese beso.

En esta noche clara que tanto me has mirado,

la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso.

En esta noche de setiembre se ha oficiado

mi segunda caída y el más humano beso.

Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;

se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;

y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.

...

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