TRABAJO SOBRE EL LIBRO "SOS: DÉJENME MORIR"
Enviado por aers123 • 5 de Diciembre de 2016 • Trabajo • 2.146 Palabras (9 Páginas) • 380 Visitas
TRABAJO SOBRE EL LIBRO "SOS: DÉJENME MORIR"
CAPÍTULO I
Una de las ideas sobre cómo la sociedad concibe la muerte desde el consumo, puede verse en el hecho de que nos conducimos por la vida creyendo ser eternos. Los argumentos principales que podemos encontrar en el capítulo es que la sociedad actual propaga una cultura que niega la muerte, de modo que sacamos en conclusión que los tiempos de hoy, unidos al consumismo es una combinación nociva para aceptar y preparar la muerte. Esto se enfatiza en el modo tradicional y tecnológico de morir. La conclusión es simple: la muerte no debe ser tratada como tema tabú.
CAPÍTULO II
Conmovedor relato sobre el advenimiento de la muerte de una mujer llamada Esther. La hija, que es la narradora, describe todo el proceso de tránsito en el que están sometidos tanto Esther, como la familia, y también la importancia que tienen en la historia los cuidados paliativos que ofrece el hospital.
Tras unos pros y contras, tras algunos zigzagueos y altibajos, las noticias parecen cada vez más agravantes. Se expone tanto el comportamiento como las emociones de la familia y la enferma. Sus vidas están cambiando, y los dolores, la paciencia y la felicidad se ven mermados. A medida que avanza las visitas al hospital, las operaciones y los medicamentos, parece que se acerca lo inevitable, y es en este punto de la historia donde la tristeza colma las últimas páginas. Lejos de mi parecer sobre subliminar crítica alguna, es inevitable mencionar lo mal que se hacen las cosas (en absoluto sorprendente) en este país; Esther muere siendo alargada su vida… y con ella su dolor…
Es el ejemplo de una mala muerte.
CAPÍTULO III
El primer tema que se aborda es cómo importa más la vida, ¿es su calidad, o es su duración? Pero esta encrucijada parece recaer en los hombros de la humanidad a lo largo de muchos años, ergo no es tan fácil determinarlo.
Para dar una visión más ejemplificada, el libro expone algunos testimonios de gente experta que aportan información sobre enfermos terminales y la ocurrencia que orbita en torno a ellos. Empiezan ahora a surgir preguntas, ¿se debe informar primero a los familiares, o al paciente? ¿Tienen más poder de decisión los familiares que los enfermos? ¿Les vedan éstos información? ¿Hasta qué punto ha de ocultarse información innecesaria para evitar preocupaciones? Se enfatiza en este punto el efecto de sorpresividad cuando se produce la muerte, nadie lo espera, hay por tanto un impacto que subyace en la negación. Señalo de importancia la frase “se nos secuestra el proceso de nuestra propia muerte”, que explica extraordinariamente que a veces no se tienen en cuenta al paciente ni a sus deseos porque creen que hay ausencia de responsabilidad. Lo ideal es, atender sus deseos, y acompañarlo, unificarse en este proceso.
En cuanto a la calidad de los medios paliativos, debo constatar en este resumen su aparición breve en este capítulo, aunque más adelante se detalle con más profundidad. En España, se muere mal. De hecho, los datos no pueden ser más desalentadores; “donde no hay cuidados paliativos, depende morir bien del médico y la valentía del paciente”, pero nuestro esperpento parece asemejarse a los países tercermundistas. En esta España el 54% de las muertes son en hospitales, y el 35% perece en urgencias. Faltan cuidados paliativos, falta tecnología, por eso es bastante difícil, excúseme, o no, (al fin y al cabo esto está sometido a corrección) la expresión, “ponerse las botas blancas”, en un ámbito cultural donde la información está completamente vedada y guardada a cal y canto.
El equilibrio consistiría en formar una triada entre el médico, el enfermo y la familia. La información, la comunicación, predicen el inicio de una buena muerte, y entre la triada debe haber información y comunicación. Debe haber palabra. Se pueden encontrar en esta parte una serie de máximas que, para simplificar, omitiré aquí de forma objetiva, pero que resumiré en que consisten en informar al paciente de que, ni su dignidad ni su poder de decisión deben verse mermados. Morir forma parte de la vida, y pedir a sus familiares que ayuden en este sopor resulta un aliciente, más cuando hay aceptación. No obstante, el proceder no es lo único; todo puede irse a pique en el último momento. Por ello se debe ser firme hasta el final, aceptando tanto el proceso como los momentos terminales, y esto será un alivio para la familia cuando le preceda a una grata sensación de cumplimiento al hacer lo correcto.
CAPÍTULO IV
Éste es el capítulo más largo del libro, con lo que intentaré no extenderme mucho.
El primer aspecto relevante es el que aborda a los sentimientos negativos como algo saludable. Es saludable llorar, estar triste, lamentarse, sentir miedo… esto puede explicarse como defensa. Sin embargo, el exceso peca tanto como el defecto. Esta, por decirlo de alguna manera, línea de virtud aristotélica, varía a lo largo del tiempo; partimos del axioma de que las emociones son la manifestación de los estados internos personales, y estos, reflejan los datos que tenemos acerca de las relaciones. Empiezan ahora a surgir las emociones, sobre todo cuando se rompe la comunicación, la palabra. El primer sentimiento que aparece es el miedo. El miedo a morir es miedo a la soledad del tránsito. Las películas reflejan esto: el aliento lejano de otra vida… que el mismo miedo nos acompañe…, etc. Hay que concretizar por tanto ese miedo y darle dirección, si no, el temor puede volverse contra nosotros, o contra los demás, y si su dirección no es controlada, tomará otra y se proyectará en otro aspecto emocional muy importante. La ira es el producto de la descarga del miedo, de ese dolor, hacia otros objetos para librarse de él. Aquí se habla de la experiencia hablada en clase, de la construcción del yo, retornando a este punto, donde en su construcción enlazábamos las piezas claves que nos mostraría nuestra imagen en relación con otros. Ahora se distorsiona. Con la muerte, esta imagen se torna a un “yo enfermedad”, que desplaza al verdadero “yo”, y lo añoramos. El odio además de la ira, es un elemento que nace a raíz de esto. Es un elemento manifiesto que subyace de la frustración de una especie de búsqueda fracasada en encontrar en una persona el consuelo. Pero la persona está sana, es odiada por tanto, y normalmente esto será enfocado a los más cercanos. La tristeza aparece y con ella un sentimiento de pérdida
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