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Teoria Economica


Enviado por   •  19 de Agosto de 2011  •  3.714 Palabras (15 Páginas)  •  1.179 Visitas

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El debate en torno a la cuestión denominada el elemento “ideológico” en la teoría económica (y en general en la teoría social) ha ido creciendo en los últimos tiempos. Será odioso, al ingresar al mismo en esta etapa, embarcarse en la genealogía y búsqueda de una definición única y precisa del término. Del mismo modo es suficiente decir por el momento, que si bien guardó una relación estrecha con la “falsa conciencia” hegeliana—que sirve para obstruir la visión que el hombre tiene de sí mismo y de sus condiciones de existencia—no debe tomarse de inmediato como un sinónimo de la misma y aún menos referido en forma exclusiva al elemento ilusorio en el pensamiento (como algunos, por cierto, lo han usado).

En el campo de la economía política o de la teoría económica, el papel de la ideología (y en forma implícita su definición) ha sido tratado de diversas maneras. En primer lugar, ha sido contrastada con la esencia científica del tema, llegándose a considerar a la ideología, por implicación, como la mezcla o acrecencia de postulados éticos y de los llamados “juicios de valor”. De esta manera resulta un elemento extraño en la que debería ser designada como una investigación objetiva y “positiva”, el cual aunque de una manera inevitable invade la forma de pensar sobre los asuntos prácticos de la mayor parte de la gente, merece ser purificado por un análisis más riguroso y definiciones más precisas.

Joseph Schumpeter, quien entre los economistas modernos ha hecho quizás la más completa y seria contribución al debate, ha adoptado una actitud más bien diferente –podría decirse tal vez menos simplista—con respecto a esta cuestión (3). Lo que él ha separado con toda precisión y ha denominado en forma pertinente “visión”—la visión, por ejemplo, de la forma compleja de la realidad y de la naturaleza de los problemas que confronta la humanidad en cualquier situación histórica dada—es, inevitablemente, ideológica. Por lo tanto, la ideología “se inserta en el primer plano, dentro del acto cognoscitivo pre-analítico” u con el necesario comienzo de la teorización penetra “...el material provisto por nuestra visión de las cosas”; “esta visión es ideológica casi por definición”, puesto “que incorpora la descripción de las cosas tal como las vemos”. (4)

Este punto de vista de Schumpeter, calificado y delimitado como lo está por numerosas reservas, se vincula con el pinto de vista del análisis económico, más tosco y más honrado de la “caja de herramientas” que es (al menos en su forma moderna) puramente instrumental y que concierne a las técnicas susceptibles de aplicación a una amplia variedad de propósitos y situaciones. Como tal, no tiene interés en los juicios normativos y no se ocupa de los propósitos específicos a los cuales se aplica, ya sea para clarificar los problemas de un monopolio que extrae beneficios, o los de aquellos otros de los planificadores en una economía socialista. Esta concepción del papel que desempeña el economista puro ha sido promovida, como es natural, por la moda de plantear las proposiciones en economía por medio de modelos y formas matemáticas, hasta el punto de haber depurado la materia de nociones, elementos o relaciones que no sean susceptibles de ser cuantificadas y expresadas en un sistema de ecuaciones.

Sobre la base de una clasificación en el sentido de utilizar lo que primero ha sido clasificado como sus unidades materiales o de cálculo; ¿y qué es la clasificación sino el trazado de límites entre objetos discretos, que a su vez se derivan del patrón estructural que uno entiende (o cree haber descubierto) en el mundo real? El propio Schumpeter aclara esto en su misma definición de “Visión” –“lo que tiene primero cualquier aventura científica”—cuando enfatiza que, “antes de embarcarse en un trabajo analítico de cualquier naturaleza, se debe seleccionar el conjunto de fenómenos que se desea investigar, y adquirir “intuitivamente” una noción preliminar de cómo permanecen éstos cohesionados, o en otras palabras, de lo que desde nuestro punto de vista parecen ser sus propiedades fundamentales”.

No obstante, una descripción de este tipo no alcanza a ser una explicación en el sentido de pintar la situación como un proceso económico que funciona de una determinada manera y sobre el cual existe la posibilidad de actuar y de influir. (12) Para este propósito el sistema de ecuaciones debe ser planteado para decirnos algo más; y éste “ algo más” en forma casi inevitable tiene una forma casual, ya se trate de una interacción compleja reciproca de un conjunto de variables o del tipo más simple de eslabonamiento causal unidireccional. (13) Esto se hace, en realidad, en forma muy común, aún con lo que los legos pretenden que son sistemas puramente formales descriptos en una catena de interrelaciones y nada más; es decir, se asume un orden de determinación tan pronto se discurre que algunas de las variables son de determinación exógena desde fuera del sistema, o bien se las considere como constantes, y de allí se especifiquen como data ( implícitos o explícitos) y los demás como dependientes de las relaciones internas del sistema o como las incógnitas que esperan solución. (14) Esto es verdad, por cierto, en el sistema walrasiano de equilibrio general, a pesar de las aseveraciones (o por lo menos implicaciones) que algunas veces se hicieron en contrario. El mismo Walras, como lo veremos después, no dejaba de hablar de “fuerzas (que) son la causa y las condiciones primarias de la variación de los precios”, o de los precios de los servicios productivos, “determinados en el mercado de productos” (15). En el caso de aquellos “modelos” dinámicos que han desempeñado un papel tan importante en las teorías modernas del crecimiento, el sistema de interrelaciones se interpreta en tal forma, que describe la interacción entre variables como si fueran de un tipo particular y con una dirección determinada: esto es de considerable significación para la estabilidad o inestabilidad del equilibrio al cual tiende el sistema.

Quizás un ejemplo más pertinente es la sugestión de la cual se ha oído hablar hace poco (como consecuencia del renovado interés por el enfoque clásico), con el fin de demostrar que no existe oposición real entre las que habían sido, por tradición, teorías rivales del valor, las de Ricardo y Marx, por una parte, y la de Jevons y la escuela austriaca, por la otra, o sea que, en cualquier sistema de ecuaciones del equilibrio general ( del tipo walrasiano, por ejemplo) habrán de incluirse tanto las cantidades del gasto en mano de obra como las razones de sustitución del consumidor ( o utilidades marginales) y, con una interpretación adecuada, se puede enfatizar la influencia determinante, ya sea de una o

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