Toc-Toc - Laurente Baffie
Enviado por aLFFonzo • 17 de Octubre de 2015 • Reseña • 15.445 Palabras (62 Páginas) • 456 Visitas
Toc-Toc
DE LAURENT BAFFIE
Versión española de Julián Quintanilla
Adaptación por Eber Rangel
ACTO 1
Se abre el telón, dejando ver una sala de espera. En ella, seis sillas y una mesa baja de gran tamaño con revistas y algún que otro libro. Al fondo, una gran estantería llena de libros y objetos decorativos. Muy cerca, una chimenea.
En la única silla ocupada se encuentra FRIDA, que está ordenando varios documentos en un maletín de cuero situado a sus pies. Tras guardarlos, Frida extrae del maletín un cuadernillo de crucigramas. De repente, con un espectacular espasmo, Frida mira al público y lanza un gesto obsceno sacando el dedo prohibido.
FRIDA (Gritando) ¡AHHH!
(FRIDA relaja el gesto y se concentra en su crucigrama. En ese momento entra CAMILO, un cincuentón en chándal y zapatillas de deporte, preso de una agitada respiración.)
CAMILO (recuperando el aliento) Buenas tardes. (FRIDA le saluda con un gesto de la cabeza.) Perdone que llegue sin aliento, pero es que he subido por las escaleras.
FRIDA (con un gesto obsceno) “¡HIJO PUTA!”
CAMILO ¿Perdone? (Pausa) ¿Escuche mal o acaba de insultar a mi santa madre?
FRIDA No, no. Le ruego que me disculpe. No lo hago adrede.
CAMILO (acercándose a FRIDA, amenazante) ¿Cómo que no, si me acabas de pedir perdón por insultar a mi madre? ¿A ti nunca te han partido la cara, verdad?
FRIDA Por favor, le pido de nuevo que me disculpe. Soy una simple víctima de lo que los especialistas llaman el “Síndrome de Tourette”. Sí, sí. Lanzo insultos y gestos obscenos a la gente sin querer. Se me escapan por la boca sin control.
CAMILO (incrédulo) ¿Me quiere ver la cara?
FRIDA No, no, le juro que es la pura verdad. Según parece esta enfermedad no se cura. Bueno, sí, si se coge a tiempo, claro. Aunque a mi edad ya solo quiero… “¡QUE TE DEN!” (Sacándole el dedo). (Pausa) ¿Lo ve? ¡Me sale solo!
CAMILO (mirándolo con pena) Vaya, pobrecillo. (Pausa) Mire, perdone si reaccione mal antes, pero es que no me lo podía imaginar.
FRIDA Tranquilo, es normal. Este malentendido me ocurre a menudo.
CAMILO Pero… ¡debe ser horrible vivir con una cosa así!
FRIDA Sí, fácil no es, no. Aunque con el tiempo uno se acostumbra. “¡CABRÓN!”. Lo siento… ¡estoy en plano ataque!
CAMILO Ya veo, ya.
FRIDA Por esto es por lo que he pedido cita con el Doctor Cooper. Parece que es uno de los mejores especialistas del mundo.
CAMILO Uno de los mejores no, ¡el mejor!, según mi médico. Trece meses y medio esperando para que me diera cita. ¡Trece y medio!, ¿se da cuenta? Cuatrocientos diez días, nueve mil ochocientas cuarenta horas, quinientos noventa mil cuatrocientos minutos, treinta y cinco millones cuatrocientos veinticuatro mil segundos. Ya ve. El famoso doctorcito se las da de gran señor.
FRIDA Y además nunca ve a un mismo paciente dos veces.
CAMILO Me lo ha dicho también mi médico. Que con su técnica, en una sola sesión, te desbloquea lo desbloqueable.
FRIDA En mi caso solo espero que consiga rebajarme los ataques, porque lo que es curarme… (Acaba la frase lanzando un suspiro).
CAMILO Cuánto lo siento por usted, hombre, de verdad.
FRIDA (tendiéndole la mano) FRIDA, me llamo Frida.
CAMILO (dándole la mano) Encantado. Camilo.
FRIDA Encantado de conocerle, Camilo.
CAMILO Igualmente.
CAMILO Y… sin ser indiscreto… ¿a qué se dedica usted? Porque no me lo imagino trabajando en atención al público, ni en nada por el estilo.
FRIDA Cuando era joven siempre quise ser “¡IDIOTA!”. Perdone, lo siento.
CAMILO No pasa nada.
FRIDA ¡Siempre quise ser abogado! (Camilo se ríe) Abogado… ¡ah! Me hubiera encantado emplear frases y gestos grandilocuentes. Pero con mi problema… ya se puede imaginar la cara del juez, dándome el ataque en pleno juicio.
CAMILO Pues sí, menudo cuadro. “Su señoría, con todo el respeto… ¡AL CARAJO TODOS!” (Gesto obsceno).
FRIDA Exacto. Así que, finalmente, decidí dedicarme a una actividad que pudiese ejercer solo en casa y monté una editorial. Una empresa muy modesta, pero que traspasé muy bien traspasada hace dos años y desde entonces estoy jubilado. ¿Y usted?
CAMILO Soy taxista.
FRIDA No, ya. Me refería al asunto que lo trae por aquí.
CAMILO Nada, que dice mi mujer que al parecer estoy obsesionado con las cifras.
FRIDA ¿Ah sí?
CAMILO Sí, pero escuche: yo mi TOC, como lo llaman a esto, ¡lo llevo estupendamente! Es mi mujer la que no lo aguanta y ha sido ella la que me ha obligado a venir. Se pone verde con tanta cifra, pero le juro que es más fuerte que yo. Necesito contarlo todo desde que me levanto hasta que me acuesto. Para ella es un infierno, pero para mí es como un hobby.
FRIDA Además ese defecto suyo, si es que lo es, hace de usted alguien brillante. Porque me he fijado que hace los cálculos “¡como el culo!”. Perdón, quería decir… como el mismísimo rayo.
CAMILO ¿Usted me haría a mí un favor, FRIDA?
FRIDA Por supuesto.
CAMILO Deje de disculparse cada dos por tres, que ya veo que no lo hace adrede. Antes he estado a punto de partirle la boca, pero ahora entiendo perfectamente lo que le pasa.
FRIDA Gracias.
CAMILO ¡Y eso que aún no le he contado todo!
FRIDA ¿Ah, no?
CAMILO No. También tengo la “enfermedad del coleccionista”.
FRIDA Pero, ¿qué es lo que colecciona usted?
CAMILO ¡Pues cosas! Latas de vacías, banderines del fútbol, matriculas viejas…
FRIDA O sea que usted guarda lo que normalmente la gente tira a la basura.
CAMILO Usted también ¡no! ¡Que con mi mujer tengo bastante!
FRIDA Perdone.
CAMILO Pero, ¿en qué hemos quedado hace nada?
FRIDA No, no. ¡Ahora me estaba disculpando por criticarle!
CAMILO Ah bueno, entonces vale. (Pausa).
FRIDA ¿Tiene usted hijos?
CAMILO Dos. Aunque como ve, no es ‘el cálculo del siglo’. Dos es una cifra muy simplona.
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