Todo se derrumbó, dentro de mí, dentro de mí.
Enviado por odia • 20 de Mayo de 2016 • Ensayo • 1.150 Palabras (5 Páginas) • 262 Visitas
Todo se derrumbó, dentro de mí, dentro de mí.
Daniel Ángeles Ortiz. 2AV6
Hace algunos días, la Ciudad de México fue elogiada con la presea de bronce en el gran concurso “El peor lugar para vivir”, solo superado por la prisión del cubo y el apartamento del Dr. Banner, (léase la obra literaria de Stan Lee). Tráfico, contingencia, calor, y “doble no circula”, son las plagas que escogió Dios para castigar a la actual Tenochtitlan (y es verdad porque cuando ves que pasa el vendedor de natas en pleno tráfico, ya valió…), además de una manera de venganza hacia todas las personas que inhalan cemento en la capilla de San Judas, esa que está por ahí, por la Alameda. El mar de gritos sordos de desesperación inundó las redes sociales y discutir nuevas formas de cómo mentarle la madre a Mancera se volvió el tema de conversación en hogares, escuelas y oficinas. Por favor, amigo Mancera, ni te postules para 2024.
Personalmente, sentí que mi calidad de vida pasó de “asco de vida, pero la ciudad tiene cosas interesantes que ofertar” a “tal vez si echo terror en las líneas cinco y tres del metro, en circuito interior y periférico, ya nadie salga de su casa”.
En fin, lo peor aún no sucedia (ni Cabify lo esperaba), Uber (la aplicación más querida por todos los burgueses a los que les da miedo/asco tomar un taxi o transporte público) decidió estocar a todos sus usuarios con su famosa tarifa dinámica, tarifa ‘supedita’ al nivel del índice imeca del valle de Méxsico.
¿Qué fue lo que pasó? No, no sé desmayó; número uno: corrupción, la sobrepoblación y 50 años de pésimas políticas públicas, generaron que el aire de la Ciudad de México llegara a niveles de nocividad solamente alcanzados por la programación de la televisión abierta. Número dos: el heroico gobierno de la Ciudad de México reaccionó ante la crisis implementando el infame “doble no circula”, medida catalogada como “inservible” y “contraproducente” por varios especialistas de la UNAM debido a que inhabilita al 20% de los automóviles y sólo reduce en un 5% la contaminación. Número tres: Uber dejó que la oferta y la demanda del mercado determinara la tarifa aplicable a los usuarios y algunas personas llegaron a pagar mil pesos por un viaje que, en condiciones “normales” (supongamos que existe tal cosa en la Ciudad de México), costaría cien pesos.
Las dolorosas fotos de recibos por mil quinientos pesos (cuatrocientos sesenta y tres pesos en mi caso, si quiere, profe, le enseño el historial de mi app) llegaron rápidamente a todos los capitalinos y comenzó la indignación generalizada (inserte aquí ‘noahoraporfavor.jpg’). Para el jueves en la noche, Facebook era el campo de batalla donde se encontraban defensores y críticos de Uber. Como en la Revolución, familias enteras se dividieron decidiendo qué bandera defender. Por un lado, los defensores de Uber (el nuevo novio de mi ex, clon de Carstens, y compañía) señalaban la importancia de la libertad de mercado y lo incongruentes que eran las personas que habían defendido a Uber frente a los taxis, pero que lo criticaban cuando el viaje les salía un poco más caro. Por el otro lado, la mayoría de los agraviados argumentaban que Uber se estaba aprovechando de una situación de crisis y que “no mamaran verga con su libertad de mercado” (literal, leí ese genial comentario en Facebook, y diablos, no fui yo).
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