UN CUENTO TENEBROSO

UN MINICUENTO TENEBROSO

El viento silba por los espigados cipreses, un último destello crepuscular se divisa en el horizonte, y el plenilunio comienza a esparcir sus rayos de plata. Murciélagos y lechuzas salen de sus guaridas a perseguir a sus presas y un frio penetrante hace entumecer los huesos. Aullidos de lobos conforman una sinfónica macabra de notas espeluznantes y las sombras de los arboles de aquel cementerio oculto entre malezas, erigen siluetas espectrales, como entes reinantes de ultratumba, entre los escombros de tumbas de esa olvidada necrópolis. En el paisaje, el castillo medieval de Dracula, se levanta al fondo del bosque, dejando ver muros y atalayas corroídos por el tiempo. Un miedo escalofriante y terrorífico se percibe en las tinieblas y en el olor mortecino de flores marchitas que impregnaba el lugar. Algo malvado acecha en la oscuridad, unos ojos brillantes y espantosos en una ventana del castillo, escudriña el panorama, y unos alaridos desgarradores surgen de las mazmorras del lugar.

De repente, una escuálida silueta se desplaza hacia del portón principal, y unas frágiles y pálidas manos comienzan a tocar con ímpetu las puertas del baluarte, al tiempo que su estridente voz inunda la estancia:

“¿Cooompran Booollo?”

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