Un lobo

Un lobo

Unos ojos tan grandes como las yemas de los dedos y una hocico tan largo que no da miedo porque no lo entiendes, un color frio y una representación de un animal que se puede confundir con otros pero a la vez con ninguno porque el dibujo está hecho con inocencia y muchos olvidamos hablar el idioma de los niños, esas ganas de expresar lo que se piensa como filtros sin censura, sin tiempo, olvidemos esas tiernas ganas de querer palparlo todo y de sonreír hasta en los dibujos porque abandonamos esa pequeña visión de que todo es hermoso y de que el mundo se come de a poco pero con un boca tan grande como la de un lobo.

Un lobo que me hace recordar las mañanas de sol y esas ganas de querer comerse el mundo, de creer que un día cuenta como siglos, de olvidarme de las reglas del mundo y de la lógica que las cosas están mal, a veces unos ojos grandes no son algo que no se controle sino más bien las ganas de ver el mundo y saber cada cosa que en medio de la ignorancia consideramos importante. Una media sonrisa que me acuerda que la vida no es más que una cuenta atrás de la infancia y un querer inmenso por volver a ella, pero que los segundos es mejor sumarlos que restarlos porque suena mejor decir tiene dos piernas a le faltan otras.

Y tal vez es un simple dibujo, algo que salió de la mente de un niño o de alguien mayor, un simple lobo con una forma diferente pero esa misma simplicidad es la que algunas veces te lleva a conmemorar recuerdos, a tardes en los parques o helados gigantes, a clases donde dibujar mundos desconocidos era posible, donde no habían limitantes para imaginar, para ser o crear, un simple dibujo que nos recuerda la inocencia y  la belleza que nuestros ojos pueden ver cuando no se limitan a ver el mundo de la manera en que nos enseñaron.

Diana Urrutia

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