Una Historia para Asustar a mi Hijo

Una Historia para Asustar a mi Hijo

“Hijo, necesitamos hablar acerca de la Seguridad en Internet”, me fui inclinando despacio hasta sentarme en el piso a su lado. Su laptop estaba abierta y estaba jugando Minecraft en un servidor público. Sus ojos absortos en la acción. Comentarios bajaban por el borde de la pantalla en la caja del chat. “Hijo, ¿puedes parar de jugar por un minuto?”

Salió del mundo, cerró la laptop, y me miró. “Papá, ¿ésta va a ser otra de esas historias tontas de terror?”

“¿Quéééé?”, fingí que me había herido por un segundo, luego le sonreí de oreja a oreja, “Pensé que te gustaban mis historias de advertencias”, Él había crecido escuchando mis historias acerca de niños que se encontraban con hechiceras, fantasmas, hombres lobo y trolls. Como muchas generaciones de padres, yo utilizaba historias de miedo para establecer valores y enseñar lecciones acerca de la seguridad. Los padres solteros como yo debemos usar todas las herramientas que tengamos a la mano.

Frunció el ceño un poco, “Estaban bien cuando tenía seis. Pero ahora que he crecido, ya no me asustan más. Parecen algo tontas. Si me vas a contar una historia acerca del Internet, puedes hacerla realmente, pero realmente aterradora!?” Lo miré con los ojos entrecerrados incrédulo. Entrelazó los brazos, “Papá. Ya tengo diez, puedo soportarlo”.

“Hmm… bueno… lo intentaré.”

“Colby se conectó en línea y se unió a muchos websites de niños. Después de un tiempo, él empezó a hablar con otros chicos por medio de los tableros de mensaje de los juegos. Se hizo amigo de otro niño de diez años llamado Helper23 (Ayudante23). Les gustaban los mismos video juegos y programas. Se reían de las bromas de ambos. Exploraron nuevos juegos juntos.

Después de varios meses de amistad, Colby le da a Helper23 seis diamantes en un juego que jugaban. Éste fue un regalo muy generoso. El cumpleaños de Colby se aproximaba y Helper23 quería enviarle un regalo genial en el mundo real. Colby pensó que no lastimaría a nadie darle a Helper23 la dirección de su casa –en tanto él prometiera no dársela a ningún extraño o adulto.- Helper23 juró que no le diría a nadie más, ni siquiera a sus propios padres, y acordó mandarle el paquete por correo.”

Interrumpí la historia y le pregunté a mi hijo, “Crees que fue una buena idea?”, “No!”, dijo él sacudiendo la cabeza de lado a lado vigorosamente. Al parecer, se estaba adentrando en la historia.

“Bueno Colby tampoco. Se sintió culpable por haber dado su dirección- y la culpa empezó a crecer y crecer. Para cuando se puso las pijamas la noche siguiente, su culpa y miedo eran lo más grande que había sentido en toda su vida. Decidió que admitiría la verdad ante sus padres. El castigo sería ejemplar, pero lo valía para limpiar su conciencia. Se subió a su cama y esperó a que sus padres vinieran a taparlo.”

Mi hijo sabía que la parte aterradora venía. A decir por su lenguaje corporal, se había inclinado para atrás con los ojos muy abiertos. Hablé tranquila y deliberadamente.

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