Vestuarios que se utilizan en el cine

Vestuarios que se utilizan en el cine

Por vestuario se entiende el conjunto formado por cada una de las prendas de vestir que usan los personajes de un filme, tanto intérpretes como figurantes. A veces es un elemento clave que participa en la expresividad de la imagen.

Al igual que el maquillaje, debe coadyuvar a la creación del estilo y al ambiente de la escenificación, así como contribuir a establecer el carácter del personaje que lo lleva.

Además del corte, también el color y la calidad de la tela colaborarán para conseguir ese efecto. Sobre todo el color que, como fuerte estímulo visual, desempeña un papel muy importante.

Por lo general suelen utilizarse colores más vivos que los del decorado. O por lo menos en contraste con él, a fin de evitar que pierdan realce las figuras.

En los filmes de época, el vestuario debe concebirse de acuerdo con las diversas agrupaciones escénicas y prever toda posible disonancia o repetición no intencionada de colores.

Como todo lo que aparece en la pantalla, el vestuario debe ser fiel a lo real y bastante típico para que los personajes sean fácilmente identificables. No es jamás un elemento artístico aislado y se debe considerar en relación con el estilo de realización, para aumentar o disminuir su efecto.

Además, el vestuario destaca de los decorados los gestos y actitudes de los personajes, según su aspecto y expresión. En ocasiones tiene una función simbólica en la acción o crea efectos psicológicos muy significativos. Y finalmente contribuye a la armonía o contraste en los actores o en el conjunto del plano. Sin olvidar que puede modelarse por la iluminación, pues la luz lo realza o lo difumina.

En otras palabras: los trajes, como el mobiliario y los accesorios, sirven para caracterizar a los personajes y pueden adquirir un valor expresivo de primer orden.

Principales vestuarios

EN QUE CONSISTE LA ACTITUD FILOSÓFICA

Se entiende por actitud filosófica una toma de postura frente al mundo, al saber, a la sociedad y a sí mismo. Es la actitud que asume quien busca “pensar por sí mismo”, al ser crítico frente a los supuestos que fundamentan a las sociedades y al sujeto. Formar la actitud filosófica es formar el hábito de “pensar por sí mismo”, tal como lo reza modernamente el lema kantiano; es fomentar el placer por el saber (del latín sabor), por la investigación al avivar el asombro (Aristóteles). En síntesis, es cultivar desde la actitud filosófica una vida práctica, que en el mundo antiguo se caracterizaba por unas tecnologías propias para su consecución, reflejadas en el arte de vivir en un ser que se gobierna a sí mismo, en un estilo de vida único, como llegó a formular Foucault en sus últimos escritos. Es decir, una ética y una estética de la existencia. En palabras de Werner Jaeger, Paideia (1997, p. 1031): “La obediencia del alma al logos es lo que llamamos dominio de sí mismo”.

La actitud filosófica que todo ser humano debe tener consiste, más que nada, es un sentido del orden. A lo largo del pensamiento occidental se ha definido

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