Violencia Sexual Y Represión Social En El
Enviado por angelmalvado88 • 6 de Agosto de 2014 • 1.372 Palabras (6 Páginas) • 236 Visitas
Violencia sexual y represión social en el
Yucatán del siglo XIX
Introducción
En los últimos años los estudios relativos a la mujer se han
caracterizado por enfocar el asunto femenino desde otra perspectiva.
Este ensayo asume una posición similar porque se remite a los
primeros momentos en que la mujer irrumpe de un estado marginal a
un estado contestatario frente a los constantes desdenes sociales a
los que a menudo estaba expuesta. En la historiografía clásica se
considera que la imagen de la mujer colonial y decimonónica fue
edificada según la conveniencia de una sociedad masculina; de igual
forma, esgrime que el papel que desempeñaba seguía códigos, reglas
y patrones definidos desde una visión distinta al sexo que
representaba: casi por definición, su función en la sociedad
correspondía a la sumisión, la obediencia, el recato y el decoro, estar
preparada para ser una buena hija, esposa y madre, además de
certificar que obedecía los principios morales y tenía una fuerte
inclinación por la religión. Cualquier conducta diferente a la prescrita
causaba desazón en la comunidad y bastaba para conferirle el papel
de rebelde.
El propósito de este trabajo consiste, precisamente, en ilustrar la
imagen de una mujer facultada para asumir un papel distinto.
Violencia sexual y represión social en el Yucatán del siglo XIX
incertidumbre social que la ley y la sociedad le brindaba. En la época
española y durante gran parte del siglo XIX la legislación vigente
soslayó incorporar un cuerpo legal que garantizara mejores
condiciones para las mujeres o que les permitiera gozar de los mismos
privilegios que los hombres; por el contrario, se restringió
exclusivamente en favorecer la posición masculina. En términos
conceptuales esto quiere decir que el varón utilizó en su beneficio las
herramientas que legalmente lo respaldaban para disponer de ella
según su preferencia. La violencia doméstica a la que generalmente
estaba expuesta tenía, en este sentido, el consentimiento de las
autoridades; no obstante, esta tendencia fue desapareciendo con el
transcurso del tiempo, a pesar de sus limitaciones de carácter
legislativo, principalmente debido a que las mujeres no estaban
dispuestas a tolerar el reiterado ímpetu y la intransigencia a la que
cotidianamente se enfrentaban. Aunque el estudio se remite a la
primera mitad del siglo XIX, no pretende asumirse que la ruptura de su
presunta pasividad se gestara en esta época sino más bien que
operaba, determinada según fuera el trato del hombre. Esto significa
que mientras éstos tuvieran un comportamiento conveniente aquéllas
estaban dispuestas a respetar las reglas sociales establecidas.
En otro orden de ideas, durante la primera mitad del siglo XIX
Yucatán se dividía en cinco distritos: Campeche, Izamal, Tekax,
Valladolid y Mérida. En 1845 contaba con una población de
aproximadamente 160,000 individuos de los cuales casi un 70% eran
indígenas. Este periodo se caracterizó por los constantes atropellos
contra indígenas: desde 1821 criollos y mestizos, con la intención de
fomentar sus haciendas y ranchos de caña de azúcar, iniciaron la tarea
de concentrar en sus manos las propiedades indígenas.1 Las
obvenciones parroquiales y otras contribuciones de carácter civil que les
exigían fueron algunas de las causantes que compulsaron la búsqueda
de mecanismos que garantizaran el cumplimiento de sus obligaciones;
al mismo tiempo, también afectaron el trabajo en sus tierras pues el
rendimiento productivo disminuyó gracias al escaso tiempo dedicado a
sus parcelas. Aquellos indios que todavía poseían sus tierras
empobrecieron rápidamente, los terratenientes aprovechándose de la
coyuntura las compraron a precios inferiores, cuando no les eran
expropiadas. Estas condiciones facilitaron la aparición de un nuevo
modo de vida indígena: la servidumbre. Con la desaparición de sus
tierras de cultivo y ahogado por las contribuciones, el indígena
únicamente poseía como recurso para el sustento de su familia alquilar
su fuerza de trabajo en las florecientes haciendas.
El espíritu liberal concebía que las tierras comunales frenaban el
desarrollo del país, por este motivo se legisló en favor de la
privatización de las tierras. La usurpación de las propiedades en
detrimento de la comunidad indígena y sus graves consecuencias sólo
puede explicarse localmente en la emisión de la ley de colonización
(2 de diciembre de 1825), las reglas para la venta de terrenos (1833) y
la ley de enajenación de terrenos baldíos (5 de abril de 1841). El
mecanismo de despojo consistió, como en otras partes de México, en
la restricción y delimitación de las tierras comunales de los pueblos
cabeceras y de los ranchos milperos importantes, declarando baldías
todas las extensiones excedentes, que pasaron a la administración del
gobierno estatal.2
La población indígena estaba a merced de los capitalistas y, en
cierta
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