Violencia Social
Enviado por ANMARTIN • 14 de Junio de 2012 • 4.914 Palabras (20 Páginas) • 1.426 Visitas
VIOLENCIAS SOCIALES
Construyendo el concepto de violencia
Los múltiples significados de la palabra violento y su frecuente confusión con el término agresividad nos lleva a vislumbrar sus distintos significados. En la vida diaria se suelen usar como sinónimos los términos de agresividad y violencia.
El ser humano es agresivo por naturaleza, pero es pacifico o violento según su propia historia individual y la cultura a la cual pertenece.
De este modo, la agresividad es una potencialidad de todos los seres vivos, mientras la violencia es un producto esencialmente humano.
La cultura, juega un papel esencial en la transformación de los potenciales agresivos, en ese producto final llamado violencia, que siempre resulta de la interacción entre la naturaleza y la cultura.
La intencionalidad
Si le preguntamos a cualquier persona que ha ejercido violencia, aún la mas extrema, si su objetivo era ocasionar el daño que causó, muy habitualmente la respuesta será: no.
La intencionalidad, siempre presente en los actos violentos, se vincula al ejercicio del poder.
Hay una diferencia sustancial entre las personas violentas y aquellas otras que solo tienen algunas conductas agresivas o tienen reacciones violentas ocasionalmente.
La diferencia básica consiste en la capacidad o no de reconocer tales conductas como violentas.
Los violentos no registran ni su comportamiento, ni el daño que causan.
Las personas violentas no registran la gravedad, ni asumen la responsabilidad de sus actos porque tienen incorporado los patrones de nuestra violenta como normales o naturales.
¿Quién ejerce el poder?
Cuando el abuso de poder es explícita o implícitamente aceptado por las normas o por las costumbres, la violencia se “normaliza” y por lo general permanece ignorada u ocultada, al menos que el daño infligido adquiera proporciones desmesuradas y difíciles de esconder.
Hay dos clases fundamentales de lucha por el poder. Una es ofensiva, pues se origina en el sentimiento de omnipotencia. La otra es defensiva, y tiene su raíz en los sentimientos de debilidad e inferioridad.
El miedo que está en la raíz de esta forma de poder quizá puede ser apaciguado.
En contraste, el poder ofensivo es la base emocional de un tipo de acción que no puede ser apaciguada, sino solo detenida.
El poder tiene como objetivo central el control y el dominio de los otros. Ser el blanco de tal poder puede tener efectos nocivos; incluso, puede ser una causa del estrés post-traumático. Desorden que resulta de haber sido víctima de las distintas formas de abuso de poder.
La deshumanización es una de las operaciones mediante la cual se anulan o minimizan las percepciones empáticas acerca de otras personas y, por lo tanto, se insensibiliza frente a los daños que les son ocasionados.
Es violento el que piensa o ejecuta la violencia, aunque en muchos casos sea posible encontrar cadenas históricas explicativas: violento es el que golpea a una mujer, el adolescente que sale y roba, el que arroja una bomba, el que viola…
El encubrimiento de la violencia
El encubrimiento de la violencia se da con más frecuencia en las organizaciones en las que los superiores ocultan actos violentos de miembros del grupo, con la finalidad de “mantener el prestigio de la institución”.
Con frecuencia, el o los encubridores solo comienzan a sentir culpa por su propia complicidad en el momento en el que estalla el escándalo e éste no puede ocultarse más.
Previamente al conocimiento público de los hechos, sin duda, su comportamiento se ha destacado por ocultar y “negociar” las denuncias y enmascarar la violencia instalada en el seno de la institución.
Jóvenes y adultos en una cultura violenta
La violencia infantil es considerada una grave epidemia de este comienzo de siglo. Los menores de edad son los nuevos protagonistas de las crónicas violentas y los comunicadores sociales reiteran informaciones e investigaciones periodísticas sobre los jóvenes violentos.
En amplios sectores de la sociedad se considera que existe una clara “ausencia de los valores de los niños y jóvenes”. Ausencia que se vuelca finalmente en los mas diversos patrones de comportamiento violento.
Tiroteos, asesinatos, violaciones, robos y saqueos, entre otros, encabezan la descripción de las violencias perpetradas en edades tempranas.
En esta etapa de la vida, los jóvenes tienden a desafiar antiguas reglas y a enfrentar nuevos riesgos, jugando al filo de los límites, que hasta ese momento resultaban intocables. Los procesos madurativos llevan tiempo.
Nuevas observaciones sociológicas señalan que el período adolescente, con un pasaje final a la edad adulta, pareciera estar prolongándose por varios años. El criterio que guía esta propuesta, es que los menores, y hasta los niños, deben ser considerados responsables de los actos violentos en que aparezcan involucrados.
Las peleas, portazos, los golpes e incluso las “fugas” son parte de las convulsiones y la negociación de la crianza adolescente normal.
El contexto social en que están criados los jóvenes están plegados a distintas formas de violencias sociales, que crecen y se multiplican a ritmo feroz.
En esta etapa se transforma la relación con el poder adulto que sostuvo toda su infancia.
El siglo XX vio a la adolescencia como sinónimo de peligro: para la sociedad y la familia, para sí mismos. El siglo XXI los encuentra violentos, sospechando desbordes sexuales y temidos por su gran impulsividad, los adolescentes a menudo no recibirán la contención que necesitan. Serán objeto, con mayor frecuencia, de una protección guiada por la desconfianza.
Es cierto que los jóvenes, y aún los niños, están comenzando a practicar conductas de gran crueldad y capacidad de destrucción y que lo hacen a una edad cada vez mas temprana.
En medio de las epidemias de violencia que estamos experimentando es tiempo de indagar si las conductas peligrosas de esta etapa de la vida se deben tanto a la violencia intrínseca de los jóvenes o más de una marcada vulnerabilidad a la presencia multiforme de las violencias que invaden nuestras sociedades posmodernas.
Las actitudes de los adultos
Existen dos formas básicas de participación adulta en la violencia de los menores:
1. Colaboración: participación activa de los adultos en la ejecución de actos violentos.
2. Apatía o indiferencia: falta de actitudes de protección frente a los riesgos que corre el adolescente.
La velocidad de los cambios tecnológicos y el ritmo de ingreso de los “nuevos valores sociales” que lo acompañan van tornando aún mas difíciles las tareas psicológicas
...