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ANÁLISIS CRIMINOLÓGICO HACIA LA CONDICIÓN DE NUESTRA REALIDAD MEXICANA


Enviado por   •  12 de Octubre de 2014  •  2.062 Palabras (9 Páginas)  •  347 Visitas

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ANÁLISIS CRIMINOLÓGICO HACIA LA CONDICIÓN DE NUESTRA REALIDAD MEXICANA

La historia de la criminología mantiene dos polos acerca de su surgimiento, un lado aceptado y mitificado como “el bien”, lo expresa como una ciencia que ayuda de manera entrelazada con otras disciplinas, pero su lado desconcertante, y poco conocido por la sociedad, su lado “oscuro”, nos da la oportunidad de ver más allá de lo que puede ser perceptible para la mayoría.

La historia del hombre, ha marcado una fuerte tendencia a valorizar de una forma insatisfecha al poder, y qué mejor representación de poder que el Estado y el Derecho nos pueden dar. La Criminología no es la excepción, pues sirve a algunos y los sigue dotando de poder, con fines político-sociales para llegar a la dominación.

Primeramente del Derecho surge como protección a la minoría, es decir, a la clase burguesa, quien mueve sus fichas a su gusto para “protegerse” de los menesterosos. Al surgir la democracia, nacen también las ciencias penales, teniendo como base un orden social admitido y escrito, que sirve para fundamentar esa justificación de la dominación, que a través de la Criminología, los poderosos ejercen sobre las clases bajas.

Y si hablamos de criminología, hablamos del delincuente, del delito y de la pena.

Ahora bien, el delincuente es aquella persona que comete un delito, pero; ¿qué es un delito? Sí, es una acción u omisión que va en contra de toda la ley escrita, pero esas leyes ¿quiénes la crean? La clase burguesa, y volvemos a nuestro punto de partida concluyendo que el delito es una mera creación del Estado, las penitenciarías son una creación del Estado, ¿para quiénes? Para la clase baja.

Y al imponerlo el Estado, la delincuencia y el delincuente se convierten en una creación social, partiendo de las visiones de las ciencias penales y los sistemas de justicia.

Pues definitivamente si no existiera el delito, tampoco sería necesario un sistema de justicia penal, pero claro que no conviene, porque entonces el poder dónde quedaría.

Todos estos elementos son la materia sustancial del Sistema de Justicia Penal, y es allí donde nos dirigiremos directamente al sistema penitenciario.

Se empieza mal desde el momento en que se toman modelos europeos para aplicarlos en la sociedad mexicana, es como si usaras un par de zapatos que no son de tu talla, o te quedan demasiado apretados y te sacan ampollas o te quedan demasiado flojos y se quedan a cada paso que das.

¿Ha servido de algo nuestro Sistema de Justicia Penal? ¿Ha bajado el índice de delitos?, ¿Ha habido una buena reinserción de los ex convictos? Todo lo contrario. El actual sistema, ha convertido las cárceles en centros de capacitación y adiestramiento de futuros miembros de la delincuencia organizada, principalmente.

Nos va demostrando que cuanto más se refuerza y endurece el sistema penal para enfrentar las cambiantes manifestaciones del crimen, también se fortalecen la impunidad y la frecuencia delictiva.

México cuenta con 418 centros penitenciarios, los cuales se dividen en 11 centros que dependen del Gobierno Federal, 306 centros que dependen de los gobiernos estatales, 10 centros que dependen del Gobierno del Distrito Federal y 91 centros que dependen de los gobiernos municipales. De acuerdo a los datos de la Secretaría de Seguridad Pública Federal, el sistema penitenciario cuenta con una capacidad instalada para albergar a 186,176 internos, sin embargo, la población asciende a 231,510, lo que se traduce en una sobrepoblación del 24.35% a nivel global. Este hacinamiento definitivamente perjudica a los internos, además de que detona varios de los problemas recurrentes del sistema penitenciario. Y sólo hay dos vertientes para su posible solución: o se considera la construcción de nuevos centros de reclusión o mejor aún, evitamos a toda costa el ingreso de más seres humanos a esas condiciones deshumanizadas que se viven día a día dentro de las prisiones.

Es importante resaltar que el 56.3% del total de los internos se encuentran sentenciados, mientras que el 43.7% son procesados, ello implica un uso excesivo de la prisión preventiva ya que existen 101,169 internos. ¿Y para qué queremos a más internos en las prisiones si no funciona?

El derecho penal nos muestra una exhibición del derecho desigual por excelencia, sería conveniente limitar las potestades punitivas del Estado a través del Derecho Penal Mínimo y por ejemplo evitar que delincuentes de poca peligrosidad o aquellos que delinquen por vez primera (primodelincuentes) tengan que integrarse a ese hacinamiento.

Enviar a la cárcel a una persona no responde a lo que normalmente entendemos como castigo, puesto que no hay en tal decisión la intencionalidad expresa de reducir la probabilidad futura de transgresión a la ley, es decir, a la reincidencia.

La prisión funciona más como venganza que como castigo, es la versión civilizada de la antigua Ley del Talión, en la cual ojo por ojo se convierte en 3 años por ojo y diente por diente en 5 años por diente.

Teóricamente la prisión debería cumplir con la tarea de prevención de la criminalidad y de protección de los ciudadanos, pero la realidad es muy distinta, ha provocado más que prevenido.

Otro punto importante, es reconocer que el “tratamiento” dado dentro de prisión a los internos, no tiene ninguna funcionalidad, habrá que tomar en cuenta que los altos muros perimetrales de las prisiones sirven no solamente para evitar que los que se encuentran adentro escapen, sino también para impedir que los que están fuera se enteren de todo lo que sucede dentro de la institución.

Ingresando a esa figura creada más por simbolismos que por realidad: el reclusorio, que el único objetivo que tienen presente todo el personal del sistema penitenciario, es que sigan sus reglas y “se porten bien”, olvidándose por completo de la pena impuesta antes. el Estado tiene un control social mediante la persecución y el castigo pero sólo en el exterior, es decir en el aspecto físico del ser humano, dejando de lado su ámbito espiritual.

El Estado tiene un control social mediante la persecución y el castigo pero sólo en el exterior, es decir en el aspecto físico del ser humano, dejando de lado su ámbito espiritual. Aun teniendo un buen comportamiento, puede que se tenga un control externo de la persona, a través de disciplina física, pero no se logra cambiar la forma interna

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