Acuerdo Nuclear

“Cero enriquecimiento, no se puede confiar en Irán”. Esta pudo haber seguido siendo la posición de Estados Unidos ante la República Islámica si no fuera por el acuerdo diplomático histórico que concluyó este pasado domingo, 24 de noviembre del 2013; se trata del acuerdo concerniente al programa nuclear de Irán.

Regresémonos al 2002, cuando Estados Unidos lanzó la voz de alarma al anunciar que Irán desarrollaba armas nucleares. Meses más tarde el entonces presidente iraní, Mohammed Jatamí aseguró que iban a producir combustible nuclear con usos civiles y abrió la puerta de sus instalaciones a los inspectores del OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica), quienes encontraron pequeñas cantidades de uranio enriquecido. En 2005 lo confirmó el presidente Mahmud Ahmadineyad en la planta de Isfahán y en 2006, en Nataz. La comunidad internacional respondió entonces con sanciones, primero del Consejo de Seguridad de la ONU y después de la Unión Europea. Se prohibió el comercio de armas o su tecnología; la inversión de empresas iraníes del sector en territorio de la Unión y viceversa; y la apertura de bancos iraníes. Como respuesta a esto, Teherán betó a los inspectores y anunció nuevas centrifugadoras. A partir de entonces comienza lo que llamaríamos un “tira y afloja”; Irán exige acabar con las sanciones para dialogar, pero éstas se endurecen y afectan a las importaciones petrolíferas. El régimen hizo lo propio, y suspendió sus exportaciones a Francia y Reino Unido. Sólo con el moderado reformista, Hasan Rohani, se ha recuperado el diálogo, hasta el punto de hablar por teléfono con Barack Obama.

Ahora, volviendo al acuerdo recién pactado en Ginebra entre Irán y seis de los países más importantes del mundo (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, China y Rusia, más Alemania), se está presentando como un “primer paso” hacia la detención del programa nuclear de Teherán, dándole un impulso positivo a este último mediante un acto de buena voluntad. Según Roubini Global Economics, las sanciones exprimieron a Irán. Indicadores económicos como la inflación y el paro alcanzaron niveles record del 30% y el 20% respectivamente, mientras que las ventas de petróleo, que representan el 80% de los ingresos del Gobierno, se redujeron a la mitad. El rial iraní se devaluó en casi un 100% frente al dólar; mientras que el consumo de productos de primera necesidad tales como el pollo, la leche o los huevos duplicaron sus precios, afectando gravemente la economía de la población.

Sin embargo, existe por fin un respiro para la República Islámica. La primera etapa del levantamiento (seis meses) de las sanciones aportaría entre siete mil millones y ocho mil millones de dólares al presupuesto de Teherán. Esta suma se obtendría dando Irán acceso a tres mil seiscientos millones de dólares de los activos que tiene congelados en el extranjero y suavizando las restricciones

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