Al Hueso Pirata, un puerto con aguante

Al Hueso Pirata, un puerto con aguante

A lo largo de la historia, los deportes han sido fundamentales para el desarrollo de la ciudadanía y la cultura a nivel mundial, encontrando en ellas instancias de unión entre la población, siendo el fútbol uno de los deportes más populares, ya sea por su simplicidad y los sentimientos que origina en la audiencia, las cuales se ven identificadas y representadas por cada equipo, no solo por cuestiones territoriales o reconocimiento de sus colores, sino que además por la mercadotecnia y el seguimiento organizado por parte de su hinchada,  estableciendo entre fútbol y sociedad una identidad cultural las cuales habrán de componer su fanaticada denominada “Barra Brava” como lo es en Coquimbo Unido “Al Hueso Pirata”.

Es así como Acosta y Mendieta (2018), señalan que la identidad es “el efecto del proceso de interacción social que caracteriza a un sujeto o colectivo frente a los demás” (p. 6). Por ende, la construcción identitaria de las Barras Bravas ha de presentar características comunes en cuanto a comportamiento, aspecto y la manera de vivir la pasión por el fútbol, las cuales en su mayoría se estructuran bajo una jerarquía consolidada por la experiencia y el respeto entre pares.

Para tal efecto, entre los barristas es esencial el respeto y prestigio por sus colores, caracterizada por la fidelidad que la hinchada profesa por sus clubes, sus colores, escudo y lema, siendo el caso de Coquimbo Unido sus colores aurinegros, su tradicional pirata y la consigan “Fuerza y Coraje”. Siendo primordial acompañar a sus equipos en sus diversas travesías y torneos, alentándolos sin importar dónde ni cuándo a pesar de las adversidades.

Sin embargo, el fanatismo adoptado por estas Barras Bravas han de incidir seriamente en el comportamiento de los sujetos que las conforman, siendo la violencia un factor intrínseco dentro de los espacios futbolísticos para ostentar a posiciones de reconocimiento y validación social frente a las demás barras, esta violencia se ve reflejada tanto física como simbólicamente, así Aguirre y Vásquez (2018) indican que:

Los hechos violentos son una cuestión más cultural que criminal, ya que gran parte de las barras bravas usan la agresión no solo para demostrar su aguante con el equipo, o para construir su identidad, sino que sirve para consolidar los lazos entre pares, reafirmados con actos arriesgados, actos que son revalorados por los barristas y dan más estatus al demostrar el compañerismo (p. 16-17).

Pero ¿el fanatismo por un deporte ha de justificar dichas agresiones solo por ostentar a un mayor reconocimiento entre pares? Es por ello, que el aguante se vincula directamente con la violencia y con la pertenencia al grupo. Los barristas han de interpretar el respeto con reconocimiento delimitado por el aguante que estos han de demostrar por su equipo, es decir, que ha mayor compromiso en cuanto a asistencia de partidos, vestimenta características o eventos que involucren a su equipo ha de ser clave para resguardar su membresía y pertenencia a este grupo social constituido por la hinchada.

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