Arte Autómata
Enviado por Mauricio Riqué Rovelo • 4 de Octubre de 2021 • Ensayo • 1.542 Palabras (7 Páginas) • 77 Visitas
Arte autómata.
La noción futurista del papel que jugará una inteligencia artificial queda aún en una incertidumbre, al hablarse de creaciones capaces de emular a un humano; en tanto que resulta intrascendente para la plática sobre lo que se plantea hoy hablar. Por principio, se entiende a la inteligencia artificial como “la ciencia e ingeniería en la creación de máquinas inteligentes, especialmente programas de computador”. A esto último se añaden los tres tipos de IA propuestos por el escritor Ray Kurzweil: IA débil, IA fuerte y súper IA; en especial las primeras dos. Mientras a aquella que es débil supone una mera automatización de un proceso, la fuerte, para Kurzweil, implica cualquier programa que actúa como si pensara. Es pues que será sobre la inteligencia artificial débil sobre la cual este escrito se centrará. Aunque es preciso retroceder un poco para poder explorar la idea. Comparaciones entre el cuerpo humano y una máquina no son producto del pensamiento occidental contemporáneo. “El cuerpo como máquina” se le atribuye a la filosofía racionalista de Descartes:
“es posible sin ningún problema, comparar los nervios de la máquina que les describo con los tubos de las máquinas de esas fuentes; sus músculos y tendones con los diversos mecanismos y resortes que sirven para moverlos; sus mentes animales con el agua que los mueve, cuyo corazón es el principio y cuyas concavidades del cerebro los respiraderos.”
Esta noción radical para su tiempo redujo al individuo como un autómata, y se superpuso sobre demás ideas concebidas para definir al cuerpo humano. En palabras del sociólogo francés David Le Breton: “la asimilación mecánica del cuerpo humano, que deja, extrañamente, el espesor humano de lado, muestra la única dignidad que es posible conferirle al cuerpo en la modernidad.” […] La mejor manera de expresar actualmente la admiración de que produce el cuerpo, es vincularlo con la máquina. A pesar de que la lógica descartiana haga la distinción de un ser humano y una herramienta a través del alma, el filósofo sigue abogando por la intervención divina al convertir a Dios en un artesano. Un artesano con mayor destreza de la nuestra.
Y es que el principio de alma nos resulta de mayor trascendencia, puesto que representa el criterio principal para discernir animales de personas: si una persona no tiene alma, ¿es una persona? ¿Qué constituye el alma? Si bien Descartes no representa un punto fiable para responder a esta pregunta, sí que se debe reconocer el papel que jugó en la separación del cuerpo y el alma. Desde sus ideas se extendió un pensamiento más utilitario para el cuerpo, un recipiente sobre el cual el alma se superpone; se convierte en limitante: “el cuerpo se vive, frecuentemente, como una molestia, un obstáculo, fuente de nerviosismo o de cansancio”. El cuerpo se vuelve en un objeto comercial, puesto que “se lo encara como virtualmente diferente del hombre al que encarna, más incrementa su valor técnico y comercial.”
Pero esta reflexión no busca responder a la incógnita del cogito ergo sum, sino centrarse en la noción mecanicista del cuerpo. Si el cuerpo es algo que puede ser reemplazado o mejorado, pasa a convertirse en una realidad fluctuante. Le Breton habla del “cuerpo alter ego”, en donde “el individuo es invitado a descubrir el cuerpo y las sensaciones como un universo en permanente expansión”. Si las experiencias sensoriales se superponen, ¿puede el mismo cuerpo dar uso a herramientas para acentuar la expansión? ¿Puede acaso instaurarse una máquina como un medio para empujar la limitación que supone el cuerpo?
El uso de herramientas para la exploración sensorial no es algo nuevo: desde los primeros indicios de su nacimiento como especie, el ser humano y su uso de objetos con un fin utilitario ha sido regla. Entre esto se sitúan los fenómenos artísticos, puesto que, al fin y al cabo, son necesarios distintos medios para el desarrollo de una obra. Las pinturas rupestres de Lascoux no hubieran sido posibles sin los materiales usados por aquellos homínidos. Beethoven no podría haber compuesto su Moonlight Sonata sin la ayuda de un piano en sus años de preparación. En estos ejemplos, las herramientas y los resultados no buscaban desesperadamente la visión llena de placeres actual. Entre tanto pasamos a una realidad que aboga por la sobreestimulación de los sentidos; la tecnología, la máquina que facilita esto se concreta como un requisito indispensable para el cuerpo mismo. En palabras de Roberto Igarza:
“La ciudad está ahora bajo una sobreoferta de microondas que se entrecruzan permanentemente, de modo que el ciudadano puede estar todo el tiempo […]. Con el despliegue de la tecnología 3G y 4G, los contenidos audiovisuales acabarán siendo el predominante en la 4° pantalla”.
El dispositivo móvil se instaura como un objeto a través del cual se accede para todo tipo de acciones: consultar noticias, compartir sucesos, escuchar música, ver el último capítulo de la serie del momento. El celular se convierte en un sentido añadido para poder apreciar el mundo, expande la limitación del cuerpo humano. En la cultura digital, “la vida urbana es una vida en la que los bits están por doquier”. Desde las relaciones humanas hasta el contenido consumido, el celular se convierte en algo inseparable del cuerpo mismo.
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