CETP El período fundacional (1875-1916)
Enviado por 52356950 • 1 de Junio de 2019 • Documentos de Investigación • 2.415 Palabras (10 Páginas) • 121 Visitas
CETP
El período fundacional (1875-1916)
En 1878, durante el gobierno de Latorre, se crea la Escuela de Artes y Oficios (EAYO) que, pese a su nombre, tuvo más bien un enfoque correccional. Fue concebida como correccional de menores o, incluso, como un lugar destinado a la privación de libertad donde los alumnos no ingresaban de forma. Sus contenidos educativos promovían una formación técnica que tenía por objeto el disciplinamiento. Se encontraba organizada con la intención de que sus estudiantes adquirieran conocimientos útiles para la sociedad, con base en un régimen de internado y en una severa disciplina. A dichos menores, se les enseña lectura, escritura, aritmética y música a todos los que tienen vocación para ello y además, los Oficios de herrero, carpintero, talabartero y zapatero.
Si bien la EAYO era una institución con características de reformatorio, también había sido concebida como unidad productora; en especial, de suministros específicamente demandados por el Estado (bancos y mesas para las escuelas de primaria, tela para uniformes y cartuchos para los fusiles del ejército). Puede suponerse que la función de “taller del Estado” facilitó la subsistencia de un establecimiento caro para la época que, en términos del objetivo de dotar de recursos humanos calificados, resultaba ineficaz, porque no lograba formar un número suficiente de obreros capacitados para la demanda de la industria.
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El decreto diciembre de 1978 es considerado su partida de nacimiento, ya que se le destinan materiales para su estructura. Este establecimiento era a la vez colegio, reformatorio y penal. No contaba hasta entonces con planes de estudio ni con un reglamento interno. Esto a pesar de que su creación estaba prevista con la ley Nº 1438, que autorizaba al poder ejecutivo a confeccionar un plan y un reglamento interno para la escuela.
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Es el momento en que asume como director, el Dr. Pedro Figari y en el que la escuela se abre al ingreso de jóvenes de toda la sociedad; aspirando a la vocación más que a la socialización.
Propuesta de Pedro Figari (1910)
“El fin de la Escuela es la enseñanza de las ciencias y del arte en sus aplicaciones industriales”.
La oferta debía pensarse con carácter de reclutamiento masivo: “Instruir al mayor número de personas, sin distinciones de ninguna clase, dándose además, cursos especiales para obreros en horas y días que a estos más les convenga”. En 1916 asume la dirección el Dr. Luis Caviglia e incorpora los cursos de perfeccionamiento femenino, los cursos de escultura y modelado, y cerámica. Tomó como prioridad la construcción de más escuelas industriales, tendiendo sus ofertas a distintos barrios en la capital, así como en otras partes del país, diseñándolas en algunos casos como cursos, tanto diurnos como nocturnos. Como resultado de este empeño, en 1917 se crean las tres primeras escuelas industriales primarias: la N°1, para varones, tuvo por base el enfoque curricular de la vieja EAYO (tomando los contenidos relativos a “oficios”), la Nº2, también para varones, se inspiró mayormente en la Escuela de Escultura y Arte Decorativo (tomando los contenidos curriculares artísticos) y la Nº3, que tuvo la característica de ser solo para mujeres, inspirada fundamentalmente en los cursos de perfeccionamiento femenino, y que será más tarde la Escuela de Industrias Femeninas.
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En el siglo XX aparecen las primeras industrias grandes, con más de un centenar de empleados, lo que introduce una concepción diferente de los procesos productivos en comparación con el tipo de industria anterior. Esta nueva industrialización requería mayor cantidad de mano de obra calificada que, a su vez, debía contar con una mayor preparación. La calificación suponía grados mayores de especificidad técnica, ya que con una mayor mecanización y automatización de los procesos industriales, se requería operarios familiarizados con las máquinas propias de cada proceso. Esta nueva demanda encontraba dos posibles vías de satisfacción: la capacitación de la mano de obra calificada existente en el medio local o la contratación de operarios extranjeros, es decir, la apuesta por la inmigración. En cuanto a la capacitación, el país contó con la evolución de la generación de personal calificado en la ENAYO.
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Con la ley de Enseñanza Industrial, que creó el Consejo Superior de la Enseñanza Industrial, y con Figari, que inicia dicho proceso como el último director de la ENAYO y luego como director del consejo en carácter interino hasta 1917; se funda la que, con carácter general, se llamó enseñanza industrial y que tuvo dos períodos que hemos tratado de forma independiente: el del Consejo Superior de la Enseñanza Industrial (1916-1934) y el de la Dirección General de la Enseñanza Industrial (1934-1942). En este periodo se dio un crecimiento de 7557 alumnos, siendo una oferta educativa con un importante impulso en la época y que se incrementa conforme se avanza. El impulso del creciente desarrollo de la enseñanza técnica contribuyó, sin duda, a que el 2 de agosto de 1942 el presidente de la República, el Dr. Alfredo Baldomir, enviara un mensaje a la Asamblea General, proponiendo la creación de la Universidad del Trabajo del Uruguay: El grado de superación alcanzado por la Enseñanza Industrial en el Uruguay, que vive actualmente una etapa de superación y extensión de cometidos, hace necesario una nueva organización que exprese en mejor forma su alcance y trascendencia, haciéndose imprescindible la iniciación y formación de la Universidad del Trabajo del Uruguay. […]
El Dr. José F. Arias había presentado en dos ocasión es un proyecto para la creación de la Universidad del Trabajo, siendo rechazado en ambas. Hubo que esperar hasta 1942 para su formalización. Esta aspiración se cristalizará el 9 de setiembre de 1942 cuando se promulga la creación de la Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU) por medio de la Ley 10.225. El nacimiento de la UTU permite la formalización de una aspiración pedagógica parcialmente postergada: que el trabajador manual no sea solo un asalariado, sino que se convierta en un productor autónomo, y que aquellos que egresen de las escuelas del interior no sientan la necesidad de emigrar de sus lugares de origen. Existió una preocupación manifiesta por la inserción laboral de los egresados. Incluso se encomienda a las comisiones delegadas de cada escuela que soliciten créditos en el BROU para proporcionar el capital necesario al egresado a fin de que obtuviera los insumos que su inicio como productor autónomo pudieran requerir.
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