Crisis Financiera
Enviado por Aguillen • 30 de Enero de 2015 • 2.476 Palabras (10 Páginas) • 277 Visitas
a expresión “demasiado grande para caer” se estrenó durante la crisis financiera y se usó intensamente para referirse a los megabancos y las instituciones que empujaron a la economía mundial —y a sí mismos— hacia el colapso. Pero no se debía permitir que cayesen a causa del caos que crearían en la economía en general. Pasado el peor momento de la crisis, la atención se vuelve ahora hacia los posibles medios de control de esas organizaciones gigantescas sin con eso incentivar comportamientos más arriesgados. Los profesores de Wharton analizan la cuestión.
Se trata de una expresión que significa casi exactamente lo opuesto de lo que parece. “Demasiado grande para caer” no quiere decir que la institución financiera no pueda caer, sino que no se debe permitir que caiga. Si eso sucediera, sería catastrófico para los mercados financieros y para la economía “real”.
Con el desarrollo de la crisis financiera en 2008, los órganos reguladores federales consideraron a Bear Stearns, Fannie Mae, Freddie Mac, American International Group y otras instituciones demasiado grandes para caer, a pesar de las malas decisiones que habían tomado esas empresas. La idea de salvar ese tipo de empresas viola el principio según el cual son los mercados los encargados de juzgar qué compañías se deben hundir y cuáles deben salvarse. Pero cuando los órganos reguladores permitieron que Lehman Brothers cayese en septiembre de 2008, un tsunami barrió los mercados y la economía.
Ahora que lo peor de la crisis parece haber pasado, las entidades reguladoras, los legisladores y otros especialistas discuten cómo tratar a empresas de ese tipo en el futuro. “Esas empresas presentan dos tipos de dificultad”, observa Richard C. Marston, profesor de Finanzas de Wharton. “En primer lugar, hay instituciones que no son bancos y que han demostrado estar en condiciones de llevar nuestro sistema financiero a la bancarrota. Son empresas como Bear y AIG. Necesitamos un órgano regulador serio que las vigile […] En segundo lugar, tenemos que pensar qué hacer con los grandes bancos y otras grandes instituciones para controlar riesgos futuros”.
La principal preocupación de Marshall E. Blume, profesor de Finanzas de Wharton, en relación a las grandes instituciones “es que, si los inversores de esas instituciones perciben que el Gobierno está dispuesto a alejar los riesgos [por medio de paquetes de emergencia], habrá enormes distorsiones en el mercado”.
Aunque haya quien defienda la partición por ley de esas empresas, como fue el caso de AT&T, hace tiempo, hay quienes defienden la creación de un mecanismo mejor para el desmantelamiento de las empresas financieras de forma ordenada, de modo muy parecido a lo que la Sociedad Federal de Seguro de Depósito (FDIC, según sus siglas en inglés) hace con los bancos comunes. Muchos dicen que imponer tal disciplina a esas empresas, desincentivando los riesgos excesivos, puede llevar a quienes poseen títulos de la deuda, y no solamente los accionistas, a sufrir grandes pérdidas, en el momento en que el Gobierno decide intervenir.
De acuerdo con algunos especialistas, el problema de las instituciones demasiado grandes para caer va más allá de su tamaño, o del número de trabajadores, inversores y detentores de títulos de la deuda, que se ven directamente afectados por su colapso. Algunas de esas instituciones son lo bastante grandes para desvirtuar la forma de funcionamiento del mercado. En un artículo publicado en The Wall Street Journal el 27 de septiembre, dos empleados de la Reserva Federal señalan que los esfuerzos de la Fed para estimular la economía a través de la reducción de los tipos de interés no produjeron el efecto deseado a causa de las grandes empresas. Normalmente, un recorte de la Fed en los tipos de corto plazo repercute en el sistema culminando con tipos menores para empresarios y consumidores, que se ven entonces incentivados a contratar crédito y a gastar, mejorando la situación de la economía. Esta vez, sin embargo, la bajada de los tipos no funcionó porque las grandes instituciones y otras entidades temían que si se prestaban entre sí no les devolverían el dinero.
“Los tipos que más importancia tenían para la recuperación de la economía -aquellos pagados por las empresas y familias- subieron en vez de bajar”, observa Richard W. Fisher, presidente y consejero delegado de la Fed de Dallas, y Harvey Rosenblum, vicepresidente ejecutivo del banco y director de investigación. “Los bancos con más volumen de pérdidas causadas por los activos tóxicos fueron los primeros en congelar o en reducir su línea de préstamos. Los prestatarios se tuvieron que enfrentar a tipos de interés más elevados y de acceso limitado a la financiación cuando esos bancos elevaron sus márgenes para racionar el volumen de préstamos disponibles o para reflejar el coste más elevado de la financiación limitada, a medida que el mercado comenzaba a darse cuenta del riesgo más elevado que representaban los bancos demasiado grandes para caer”.
Aunque un gran número de bancos pequeños continuaban siendo saludables, no estaban simplemente en condiciones de compensar la disminución de los préstamos concedidos por las grandes instituciones. Las empresas no tenían ninguna forma de recurrir a otros métodos de préstamos (como venta de acciones y obligaciones), porque no hace mucho tiempo la desregulación del mercado permitió que las grandes empresas se convirtieran en personajes importantes en esos mercados, según explican los empleados de la Fed en su artículo.
Cómo definir “demasiado grande”
A primera vista, la resolución del problema parece inmediata: si una institución es demasiado grande para caer, entonces es porque es realmente muy grande y debería dividirse.
Pero las cosas no son tan simples, observa Richard J. Herring, profesor de Finanzas de Wharton. Divisiones forzadas como la de AT&T, en 1982, se basaron en leyes antimonopolio creadas para preservar la competencia, y no parece que sean aplicables al caso de las empresas demasiado grandes que tienen, de hecho, una fuerte competencia, dice Herring. “No se puede decir que haya habido violaciones sustanciales de la ley antimonopolio, si es que las hubo. Por lo tanto, sería preciso que hubiera una justificación totalmente nueva para la intervención, lo que estaría acompañado de una fuerte oposición”.
En primer lugar, sería difícil formular una definición ampliamente aceptada de “demasiado grande”, dice Herring. ¿Cuál sería el parámetro utilizado? ¿Capitalización de mercado? ¿Activos? ¿El montante de dinero en riesgo? ¿Número de empleados o líneas de negocios? ¿Volumen de apalancamiento?
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