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Desarrollo Sostenible, La Lucha Por La Interpretacion

katyrna24 de Septiembre de 2013

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[desost.doc]

DESARROLLO SOSTENIBLE: LA LUCHA

POR LA INTERPRETACION

Jorge Riechmann

RESUMEN:

En la segunda mitad de los años ochenta, y sobre todo a partir del "informe Brundtland"

(Nuestro futuro común, 1987), el concepto de desarrollo sostenible se generalizó como un

objetivo social aparentemente deseado por todo el mundo. Pero desarrollo sostenible, igual que

otras ideas (como democracia, socialismo, justicia social o libertad, sin ir más lejos), resulta ser

lo que alguna vez se ha llamado un "concepto esencialmente discutible". Parece suscitar

asentimiento universal, aunque en realidad se dan de él varias interpretaciones, algunas

incompatibles entre sí.

El texto intenta un ejercicio de clarificación conceptual por la vía de proporcionar criterios

operativos de sustentabilidad ecológica. A partir del trabajo previo de economistas como

Herman E. Daly se sugieren los principios siguientes: principio de irreversibilidad cero,

principio de la recolección sostenible, principio del vaciado sostenible, principio de la emisión

sostenible, principio de selección sostenible de tecnologías y principio de precaución. Se subraya

que la sustentabilidad ecológica así definida operativamente no puede entenderse en ningún caso

como una construcción puramente técnica, sino que contiene siempre importantes elementos

normativos.

Este texto se publicó como capítulo 1 del libro de Jorge

Riechmann, José Manuel Naredo y otros autores De la

economía a la ecología (Trotta, Madrid 1995).

"En el pasado la producción se consideró un beneficio en sí misma. Pero la

producción también acarrea costes que sólo recientemente se han hecho

visibles. La producción necesariamente merma nuestras reservas finitas de

materias primas y energía, mientras que satura la capacidad igualmente

finita de los ecosistemas con los desperdicios que resultan de sus procesos.

El crecimiento ha sido la medida de la salud nacional y social empleada

tradicionalmente por los economistas. Pero el crecimiento industrial

continuado en áreas que ya están altamente industrializadas es un valor sólo

a corto plazo: la producción presente sigue creciendo en perjuicio de la

producción futura, y en perjuicio de un medio ambiente frágil y cada vez

más amenazado. La realidad de que nuestro sistema es finito y de que

ningún gasto de energía es gratis nos pone frente a una decisión moral en

cada momento del proceso económico."

Nicholas Georgescu-Roegen, Kenneth Boulding y

Herman Daly (1972).

"Para proteger el medio ambiente hace falta al menos una buena comida al

día."

Richard Leakey.

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Magias verbales

Desde hace unos años -y muy especialmente a partir del proceso preparatorio de la "cumbre"

medioambiental de Río de Janeiro- se está generalizando el uso de una fórmula ideológica, de

una especie de conjuro mágico con el que gobernantes, tecnócratas e industriales esperan poder

continuar su productivismo capitalista de siempre tras haber efectuado las correcciones

ecológicas del sistema industrial que ellos ya han visto que son imprescindibles, y que esperan

poder minimizar. La fórmula mágica es crecimiento sostenido, o desarrollo sostenido. Con ella

se traduce -mal- la expresión inglesa sustainable development, tal y como fue definitivamente

acuñada en 1987 en el informe Nuestro futuro común de la Comisión Mundial para el Medio

Ambiente y el Desarrollo (Alianza Editorial, Madrid 1988). Este importante informe recibe

habitualmente el nombre de "informe Brundtland", según el apellido de la presidenta de la

comisión, la política socialdemócrata noruega Gro Harlem Brundtland (1).

El concepto de desarrollo sostenible, según el informe Brundtland, expresa la importante idea de

que hemos de satisfacer nuestras necesidades sin comprometer la capacidad de las generaciones

futuras para satisfacer sus propias necesidades. De otra forma: no debemos vivir hipotecando el

futuro de nuestros nietos, no deberíamos ser caníbales de nuestra progenie, como el Saturno o

Cronos del mito clásico (la pintura "negra" de Goya conservada en el Prado proporciona a mi

entender una buena representación plástica de nuestra actual relación con las generaciones

futuras... y con una buena parte de las presentes). Nótese ya que el concepto de desarrollo

sostenible es irremediablemente normativo, tiene un gran "debemos" dentro de la barriga:

volveremos a este punto más abajo.

Como se ha señalado, el principal mérito de este informe estriba en el análisis de las

interrelaciones y los mecanismos de causación recíproca entre despilfarro en el Norte del

planeta, pobreza en el Sur y destrucción de la biosfera. Pero, desgraciadamente, en el informe

Brundtland se afirma que para conseguir este desarrollo sostenible es menester que continúe el

crecimiento económico tanto en los países pobres del Sur del planeta como en los del rico Norte:

y ésta última afirmación parece ser la única que han retenido la mayoría de los empresarios y de

los políticos. Ello ha sometido el concepto de "desarrollo sostenible" a una erosión semántica

tremenda, cuyo último estadio puede ser el empleo de la expresión crecimiento sostenido por

nuestro incombustible supereconomista don Carlos Solchaga: con ella quiere expresar,

sencillamente, un crecimiento económico constante y regular en el tiempo, sin altibajos

desequilibradores. Cualquier contenido ecológico ha desaparecido del concepto, que incluso es

autocontradictorio si se piensa a fondo (2), pero la magia verbal consigue retener un vago

prestigio procedente de los análisis -en ocasiones excelentes- del informe Brundtland.

Urge, pues, un esfuerzo de elucidación conceptual que será al mismo tiempo un esfuerzo de

clarificación política. A la lectura interesadamente mala que hacen los productivistas, a la

inaceptable sustitución de desarrollo sostenible o sustentable por crecimiento sostenido, tenemos

que oponernos los ecologistas. La razón es evidente, y con ella anticipo una de las conclusiones

principales de este escrito, sobre la que volveré más adelante: de poco (o nada) servirán las

reformas para "ecologizar" la producción, y muy particularmente las mejoras en eficiencia, si no

se frena el crecimiento material en nuestras sociedades sobredesarrolladas. Como la historia de

los dos decenios pasados prueba elocuentemente, de nada sirve mejorar la eficiencia energética o

el ahorro de materiales un 1% o un 2% anual, si el objetivo económico sigue siendo crecer un 3

ó 4% anual: el impacto devastador sobre la biosfera seguirá aumentando (3). Nuestro objetivo

tiene que ser detener selectivamente el crecimiento material en nuestras sociedades

sobredesarrolladas (lo cual está muy lejos de equivaler a detener el desarrollo humano, no

implica ni siquiera que no crezcan magnitudes contables como el PIB o el PNB, y no implica

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tampoco que no tenga que darse crecimiento material en el Sur). Pero vayamos por partes y sin

adelantar acontecimientos.

Por nuestros pagos, el objeto de la controversia sobre desarrollo y subdesarrollo ha tendido a ser

localizado "fuera": en el "Tercer Mundo", en los países pobres del Sur, desde la presuposición de

que el problema era cómo tenían que hacer estos países "subdesarrollados" para llegar a ser

como nosotros, a saber, "desarrollados". El punto de partida de este trabajo es diferente: si nos

tomamos en serio el desafío contenido en el concepto de "desarrollo sostenible", el objeto de la

controversia se nos queda en casa, porque el desarrollo sostenible no es cuestión sólo del Sur, ni

fundamentalmente del Sur, sino sobre todo del Norte, del Norte sobredesarrollado y

"maldesarrollado" (si me permite el neologismo). "Es el estilo de vida de los desarrollados lo que

está creando una situación insostenible, independientemente de lo que puedan hacer los

subdesarrollados" (4). La pregunta pertinente no es "¿cómo tienen que cambiar ellos?", sino:

"¿cómo tenemos que cambiar nosotros para posibilitar un desarrollo sostenible?" En las páginas

siguientes me propongo dos cosas: primero, precisar el concepto de desarrollo sostenible,

apoyándome para ello en el trabajo previo del economista Herman Daly y de otros economistas

ecológicos; y, en segundo lugar, aventurar algún elemento para una respuesta a la pregunta que

acabo de formular: cómo tiene que cambiar el Norte, principal responsable de la insostenibilidad

de la situación presente, para que sea posible un desarrollo sostenible en nuestro planeta.

Un concepto predecesor: ecodesarrollo

El concepto de desarrollo sostenible, generalizado como indiqué en la segunda mitad de los

ochenta (5), cuenta con un hermano interesante desde los años setenta: se trata del concepto de

ecodesarrollo. Parece

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