Documento De Antropología.
Enviado por delgadoyf80 • 28 de Septiembre de 2013 • 3.490 Palabras (14 Páginas) • 274 Visitas
Las tres fuentes de la reflexión
etnológica1
Claude Lévi-Strauss
Parece obvio que la etnología disponga de plaza reservada
en una compilación consagrada a las ciencias
humanas. La etnología, en efecto, tiene por objeto de
estudio al hombre y en principio sólo se distingue de las
demás ciencias humanas por lo acusadamente alejado, en
espacio y tiempo, de las formas de vida, pensamiento y
actividad humana que trata de describir y analizar. ¿No
hacía otro tanto, con una simple diferencia de grado, el
humanismo clásico al intentar reflexionar acerca del
hombre desde aquellas civilizaciones diferentes a las del
observador, y de las que la literatura y los monumentos
grecorromanos le mostraban el reflejo? Pues éstas constituían,
por aquel entonces, las civilizaciones más distantes
de entre aquellas a las que se podía tener acceso. Las humanidades
no clásicas han intentado extender el campo
de acción, y la etnología, desde este punto de vista, no ha
hecho sino prolongar hasta sus límites últimos el tipo de
curiosidad y actitud mental cuya orientación no se ha
modificado desde el Renacimiento, y que sólo en la observación
y en la reflexión etnológicas encuentra definitivo
cumplimiento. De esta manera, la etnología aparece
como la forma reciente del humanismo, adaptando éste a
las condiciones del mundo finito en que se ha convertido
el globo terrestre en el siglo XX: siglo a partir del cual de
hecho, y no sólo de derecho, como antes, nada humano
puede ser ajeno al hombre.
Sin embargo, la diferencia de grado no es tan simple,
pues va unida a una transformación obligatoria de los métodos
a emplear. Las sociedades de las que se ocupa el etnólogo,
si bien tan humanas como cualesquiera otras, difieren,
sin embargo, de las estudiadas por las humanidades
clásicas u orientales, en que en su mayor parte no conocen
la escritura; y en que, varias de entre ellas poseen bien
pocos, por no decir ninguno, monumentos representativos
de figuras animadas o que éstas últimas, hechas con
materiales perecederos, sólo nos son conocidas a través de
las obras más recientes. La etnología puede, pues, por lo
que hace a su objeto, permanecer fiel a la tradición humanista;
no así por lo que se refiere a sus métodos, dado que
la mayoría de las veces echa en falta los medios –textos y
monumentos– utilizados por aquélla.De esta forma, la etnología
se ve constreñida a buscar nuevas perspectivas.
Ante la imposibilidad de seguir los procedimientos clásicos
de investigación, le es necesario valerse de todos los
medios a su alcance: ya sea situándose, para ello, bien lejos
del hombre en su condición de ser pensante, como hacen
la antropología física, la tecnología y la prehistoria, que
pretenden descubrir verdades sobre el hombre a partir de
los huesos y las secreciones o partir de los utensilios construidos;
ya sea, por el contrario, situándose mucho más
cerca de lo que están el historiador o el filólogo, lo que
acontece cuando el etnógrafo (es decir, el observador de
campo) trata de identificarse con el grupo cuya manera de
vivir comparte. Siempre forzado a permanecer en el
aquende o en el allende del humanismo tradicional, el etnólogo,
haciendo de la necesidad virtud, llega sin quererlo
a dotar a éste de instrumentos que no dependen necesariamente
de las ciencias humanas, y que han sido a menudo
tomados a préstamo de las ciencias naturales y exactas, por
un lado y, de las ciencias sociales, por otro. La originalidad
de la etnología reside precisamente en el hecho de que
siendo, como es, por hipótesis una ciencia humana, no
puede, sin embargo, permitir que se la aísle de las ciencias
naturales y sociales con las que varios de sus propios métodos
mantienen tantas cosas en común. Desde este punto
de vista, la etnología no sólo transforma el humanismo
cuantitativamente hablando (incorporándole un número
cada vez mayor de civilizaciones) sino también cualitativamente, dado que las barreras tradicionalmente levantadas
entre los diversos órdenes de conocimiento, no constituyen
para ella sino obstáculos que forzosamente debe
vencer para progresar. Por lo demás, esta necesidad la empiezan
a sentir cada una de las restantes modalidades de investigación
humanista, si bien por lo que a éstas respecta,
de forma mucho más tardía y provisionalmente en menor
grado.
Los problemas que se plantean a la etnología moderna
sólo pueden aprehenderse claramente a la luz del desarrollo
histórico que les ha dado origen. La etnología es una
ciencia joven. Ciertamente, varios autores de la antigüedad
recogieron el relato de costumbres extrañas, practicadas
por pueblos próximos o lejanos. Así lo hicieron Herodoto,
Diodoro y Pausanias. Pero en todos estos casos la
narración permanece bien alejada de toda narración auténtica,
con el objeto principal de desacreditar a los propios
adversarios, como acontece a menudo en las relaciones
que se dan acerca de las pretendidas costumbres de
los persas; o bien, se reducen a una escueta anotación de
costumbres heteróclitas cuya diversidad y singularidad no
parece haya llegado a suscitar en sus observaciones curiosidad
intelectual verdadera ni inquietud moral alguna. Es
sorprendente, por ejemplo, que en sus Moralia Plutarco se
contente con yuxtaponer interpretaciones corrientes acerca
de ciertas costumbres griegas o romanas, sin plantearse
la cuestión de su valor relativo y sin interrogarse sobre los
problemas (de los que apenas se da cuenta y abandona una
vez formulados).
Las preocupaciones etnológicas se remontan a una
fecha mucho más reciente, y en su expresión moderna se
sitúan, por así decirlo, en una encrucijada: nacen, no lo olvidemos,
del encuentro de varias corrientes de pensamiento
heterogéneas, lo que en cierta medida, explica las
dificultades de las que la etnología, aún hoy, no es sino heredera
atormentada.La más importante de dichas influencias está directamente
relacionada con el descubrimiento del Nuevo
Mundo. En la actividad,
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