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EDMUND BURKE


Enviado por   •  29 de Julio de 2015  •  Ensayo  •  1.840 Palabras (8 Páginas)  •  384 Visitas

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LUIS MARIO MARTÍNEZ FABIÁN

REPORTE DE LECTURA (EDMUND BURKE)

Burke se dedicó a la política por casi 30 años, fue miembro de la cámara de los comunes, es conocido como el filósofo del conservadurismo; entres los observadores de la política moderna, sólo Tocqueville y Churchill son sus rivales en la penetración con que vieron significado de los acontecimientos. Hay mucho que admirar y nada con qué convenir, fue el célebre juicio sumario hecho por Pitt contra las extensas alegatas de Burke en pro de la contrarrevolución, para oponerse a la revolución francesa; Burke fue un hombre notable porque fue un pensador noble, no se puede limitar sus méritos a la retórica y reducir sus realizaciones al terreno de la literatura, mientras dejamos a un lado la sustancia de su pensamiento, como algo controvertible o embarazoso.

A finales del decenio de 1940, Burke fue descubierto por los conservadores norteamericanos como el proponente de una teoría del derecho natural; cualquier cosa que se piense del éxito del sistema, resulta notable que Burke fuese convertido en el proponente de una teoría necesaria para toda política sana. Según la teoría sana sería la teoría contradictoria. Los daños causados por la teoría a la sana práctica habían estado desde el principio ante los ojos de Burke, su primera publicación “A Vindication of Natural Society”, fue una sátira que mostraba las absurdas consecuencias políticas de la teoría de Bolingbroke. En un discurso pronunciado en 1785, Burke ya estaba denunciando a los especuladores de nuestra edad especulativa, pero fue en la revolución francesa donde los males de la especulación en política se hicieron visibles en su totalidad. Burke se sorprendió ante el estallido de tal revolución, pero ya había sido preparado por todo interés importante de su carrera anterior en política para identificarla como revolución filosófica, la primera revolución completa, una revolución de sentimientos, costumbres y opiniones morales que llegó hasta la constitución del espíritu humano. La revolución francesa mostró y resumió todos los males de la política especulativa.

La universalidad de su teoría de la revolución se logró generalizando a partir de caso extremo en que la revolución fuese inevitable; la tan decantanda humanidad de los revolucionarios se ve igualmente afectada, de una preocupación por mejorar a los seres humanos en particular, se diluye hasta ser una precesión humanitaria en nombre del pueblo francés y de la humanidad que requiere un implacable sacrificio de los afectos naturales. Los teóricos suponen equivocados que la política es predecible; dado que los fines universales siempre son refractados por medio de circunstancias nuevas e impredecibles, Burke concluye que nada universal puede ser racionalmente afirmado sobre ningún tema moral o político. La teoría es sencilla, pues el caso extremo y universal que le interesa también es el caso sencillo, no complicado por accidentes y confusiones; la teoría es sencilla al mismo tiempo es refinada, llega más allá de la experiencia común en su intento de excluir todo lo que sea accidental, pero la gente común no puede ver más allá de la experiencia común y desconfiará de quienes exploran los laberintos de la teoría política.

Al exponer los males de la política especulativa, Burke no se molesta en apartar la especulación buena de la mala o en hacer que esa diferencia sea inconfundible para sus lectores, parece mezclar las fallas de la teoría en que se basó la revolución francesa con los defectos necesarios de toda teoría de los cuales acaso tuviesen conciencia teóricos anteriores. Sus escritos que proponen acción son mucho más ricos en sabiduría política que los de estadistas ordinarios, aun cuando hace reminiscencias, también son mucho más circunscritos y circunstanciales que los trabajos que pretenden interesar a los teóricos, son buen alimento para historiadores, peor malo para los filósofos.

Los primeros principios auténticos a los que recurre Burke no parecen ser primeros principios, en lugar de ofrecer una aclaración de la teoría, afirma que la dirección de los asuntos humanos corresponde a la prudencia y en lugar de establecer cuál sería el estado mejor o legítimo, celebra el genio de la constitución británica; la filosofía política de Burke dimana de la elaboración de estas dos cosas, la prudencia y la constitución británica. La prudencia es el Dios de este bajo mundo, ya que tiene dominio completo sobre todo ejercicio del poder puesto en sus manos,  la prudencia es la primera de todas las virtudes, así como la directora suprema de todas ellas. La razón de la soberanía de la prudencia es el poder de las circunstancias para alterar toda regularidad y todo principio; las circunstancias dan en realidad a todo principio político su color distintivo y su efecto discriminador.

Burke tiene una disposición diferente, en lugar de lanzarse a una investigación de los primeros o fines de la prudencia, que por fuerza lo llevarían más allá de la prudencia, distingue dentro de la prudencia entre reglas de prudencia, de las que disponen los estadistas ordinarios y prudencia de un orden superior. Las reglas de la prudencia no son matemáticas universales o ideales, sin embargo no dejan de ser reglas, formadas en la marcha conocida de la providencia ordinaria de Dios, visibles en la experiencia humana, estas reglas son soberanas, sobre todos los derechos teóricos o primeros principios metafísicos, así como también la prudencia superior, la prudencia puede suspender las reglas de la prudencia cuando ellos sea necesario.

La virtud y la sabiduría supuestas son la virtud menor y probable que pueda suponerse entre caballeros de noble cuna, de familias sobresalientes, nacidas en lugares de eminencia, en que están habituados al respecto propio a la inspección censora del ojo público, a tener una visión grande de las difundidas e infinitamente diversificadas combinaciones de los hombres y los asuntos en una gran sociedad. La virtud real es superior pero más dudosa, debe intervenir cuando fallan las reglas de la prudencia pero no debe regir, ordinariamente para que la sociedad no caiga víctima de la inestabilidad de esos hombres hábiles. Cuando el camino es excesivamente fácil, demasiados los siguen y los hombres de virtud real son alentados a mostrar su habilidad y no su virtud y desplazados por la turba de los hombres nuevos que sólo tienen astucia y no propiedad como ocurrió en la revolución francesa.

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