EL PECADO
Enviado por Misael333 • 21 de Mayo de 2012 • 2.006 Palabras (9 Páginas) • 449 Visitas
EL PECADO.
El Pecado es toda acción u omisión voluntaria contra la ley de Dios, que consiste en decir, hacer, pensar o desear algo contra los mandamientos de la Ley de Dios o de la Iglesia, o faltar al cumplimiento del propio deber y a las obligaciones particulares.
«En sus juicios acerca de valores morales, el hombre no puede proceder según su personal arbitrio. En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer... Tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente»2.
«El pecado es un misterio, y tiene un sentido profundamente religioso. Para conocerlo necesitamos la luz de la revelación cristiana. (...) El pecado escapa a la razón. Ni la antropología, ni la historia, ni la psicología, ni la ética, ni las ciencias sociales pueden penetrar su profundidad»3.
Algunos dicen que Dios no es afectado por el pecado. Efectivamente, no afecta a la naturaleza divina, que es inmutable; pero sí afecta al «Corazón del Padre» que se ve rechazado por el hijo a quien Él tanto ama4.
Si el pecado no ofendiera a Dios sería porque Dios no nos quiere. Si Dios nos ama, es lógico que le «duela» mi falta de amor. Lo mismo que le agradaría mi amor, le desagrada mi desprecio: hablo de un modo antropológico.
Pero es necesario hacerlo así, para entendernos. Si Dios se quedara insensible ante mi amor o mi desprecio, sería señal de que no me ama, que le soy indiferente.
A mí no me duele el desprecio de un desconocido; pero sí, si viene de una persona a quien amo.
No es que el hombre haga daño a Dios. Pero a Dios le «duele» mi falta de amor.
El bofetón de su niñito no le hace daño a una madre, pero sí le da pena. Ella prefiere un cariñoso besín. Es cuestión de amor.
La inmutabilidad de Dios no significa indiferencia. La inmutabilidad se refiere a la esfera ontológica, pero no a la afectiva. Dios no es un peñasco: es un corazón. El Dios del Evangelio es Padre. La Filosofía no puede cambiar la Revelación.
Es un misterio cómo el pecado del hombre puede afectar a Dios. Pero el hecho de que el pecado afecta a Dios es un dato bíblico5.
La Biblia expresa la ofensa a Dios del pecado con la imagen del adulterio6.
El pecado es ante todo ofensa a Dios7.
El pecado ofende a Dios por lo que supone de rebelión.
David, arrepentido de su pecado, exclamaba: «Contra Ti pequé, Señor»8.
«El pecado es un no deliberado dado al amor redentor de Cristo, y esta negativa lastima a Cristo»9.
Hay hechos que tienen un significado importante.
Por eso Pío XI se negó a pagar al Estado Italiano una lira al año de contribución, pues eso suponía que el Estado Vaticano no era independiente10.
«La Iglesia ha condenado la opinión de quienes sostenían que puede darse un pecado puramente filosófico, que sería una falta contra la recta razón sin ser ofensa de Dios»11.
«La Iglesia ha condenado la idea de que pueda existir un pecado meramente racional o filosófico, que no mereciera castigo de Dios»12.
El pecado está en la no aceptación de la voluntad de Dios, más que en la transgresión material de la ley.
Por eso, puede haber pecado sin transgresión material de la ley si existe el NO a Dios en la intención; mientras que puede haber transgresión de la ley sin pecado, si no se ha dado el NO a Dios voluntariamente.
El pecado no es algo que nos cae inesperadamente, como un rayo en medio del campo. El pecado se va fraguando, poco a poco, dentro de nosotros mismos13.
Las repetidas infidelidades a Dios, los apegos desordenados consentidos, el irresponsable descuido de las cautelas, van preparando la caída.
La moral no consiste en el cumplimiento mecánico de una serie de preceptos, sino en nuestra respuesta cordial a la llamada de Dios que se traduce en una actitud fundamental en el servicio de Dios.
La opción fundamental es la orientación permanente de la voluntad hacia un fin.
Esta actitud debe explicitarse en el fiel cumplimiento de los preceptos, no de modo rutinario, sino vivificado por el dinamismo que el Espíritu imprime en nuestros corazones.
La opción fundamental no consiste en liberarse del cumplimiento de determinadas normas o preceptos, sino muy al contrario, en hacer una llamada a la interiorización y profundización de la vida de cada cristiano.
La opción fundamental por Dios consiste en colocar a Dios en el centro de la vida.
»Concebirle como el Valor Supremo hacia el cual se orientan todas las tendencias, y en función del cual se jerarquizan las múltiples elecciones de cada día»14.
La opción fundamental es una decisión libre, que brota del núcleo central de la persona, una elección plena a favor o en contra de Dios, que condiciona los actos subsiguientes, y es de tal densidad que abarca la totalidad de la persona, dando sentido y orientación a su vida entera.
«Es claro que las actitudes determinan nuestro comportamiento moral de forma positiva o negativa»15.
Las actitudes son predisposiciones estables o formas habituales de pensar, sentir y actuar en consonancia con nuestros valores. Son, por tanto, consecuencia de nuestras convicciones o creencias más firmes y razonadas de que algo «vale» y da sentido y contenido a nuestra vida. Constituyen el sistema fundamental por el que orientamos y definimos nuestras relaciones y conductas con el medio en que vivimos.
Evidentemente que en el hombre tienen más valor las actitudes que los actos. Hay «actos que expresan más bien la periferia del ser y no el ser mismo del hombre.
»Los actos verdaderamente valiosos son los que proceden de actitudes conscientemente arraigadas.
»Se ve claramente que, aunque la actitud sea lo que define auténticamente al ser moral del hombre, los actos tienen también su importancia, porque, repetidos, conscientes y libres van camino de convertirse en actitud»16.
Incluso podemos decir que hay actos de tal trascendencia que, si se realizan responsablemente y sin atenuantes posibles, son el exponente de una actitud interna17.
No hace falta que el acto se repita para que sea considerado grave18. Por ejemplo: un adulterio o un crimen planeado a sangre fría, con advertencia plena de la responsabilidad que se contrae,
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