ENSAYO DE LA MODALIDAD ARGUMENTATIVA – EL ANHELADO SENTIDO DE LA VIDA
Enviado por Gaviota18 • 15 de Noviembre de 2015 • Trabajo • 5.119 Palabras (21 Páginas) • 205 Visitas
LA MODALIDAD ARGUMENTATIVA – EL ANHELADO SENTIDO DE LA VIDA
EL SENTIDO [pic 1]
DE LA VIDA
Un abordaje
desde la ciencia,
la filosofía,
la religión y la
literatura.
El sentido de la vida se sustrae. Se retira. Se toca como un destello momentáneo en un beso, en la efímera victoria… En una mirada aparece, pero se aleja presuroso. No admite ser encerrado en palabras definitivas, ni en imágenes congeladas. El sentido de la vida se anhela porque es más bien inasible.
Arrojado en el mundo sin saber por qué ni para qué, el hombre sabe – sin embargo – que no sabe. Es consciente de su ignorancia. Reconoce que el sentido de la vida es un misterio, y por eso, lo busca.
Encerrado en una celda final, hace 2500 años, Sócrates conversa con amigos y discípulos en los momentos postreros. Los poderosos de Atenas lo han condenado a muerte. Su crimen: hacer pensar a los jóvenes.
Sócrates va a morir y no teme. Pronto va a tomar la cicuta, sus amigos le ruegan llorando que no lo haga. Que no cumpla el estúpido mandato de los verdugos, que escape de la cárcel. Que escape de la muerte. Pero Sócrates no teme a la muerte. El sentido de la vida está en otra parte y no en esta vida humana y efímera. La verdad está del otro lado; después de la muerte. Allí el cuerpo se habrá disipado, y sólo el alma, libre e inmortal, conocerá la verdad.
Aquel relato será la matriz de la ética occidental. La liberación post mortem de las almas, tiene un correlato con las acciones de esta vida. Si se ha actuado éticamente, corresponderá un lugar de privilegio en los cielos, y si no, el destino será tétrico, tortuoso, nefasto, oscuro.
El poeta Ricardo Enrique Molinari tiene 95 años y esta internado. Supo escribir hace muchos años: “Algunas veces llegas hasta mis oídos igual a una larga flor de invierno, o un instante desaparecido de la muerte”.Un instante desaparecido de la muerte es un instante de vida plena, de sentido pleno.Así parece advenir el sentido; en instantes plenos, que pasan. Pero hoy, Molinari desde su cama dice que “el tiempo lo borra todo, es como el olvido. Entre las cosas que borra esta también el sentido de la vida. Lo único que puede salvarnos es la fe”.
¿Qué es la fe?
Según San Agustín es vivir con el espíritu extendido hasta el fundamento transtemporal de la existencia. La fe es creer que la eternidad es lo existente después de la muerte. Pero la fe no es certeza. Es creencia. La fe está también atravesada por el misterio.
El hombre es el único ser que puede esperar eventualidades absolutamente ajenas al contenido propio de la situación en que se encuentra. La fe es esperar milagros.
El sacerdote Hugo Mujica (49) trata de explicarlo desde la óptica cristiana: “Jesús, el Dios hombre, colgado de una cruz, está diciendo que aún en esa imagen del fracaso, en la derrota, en el abandono y la muerte, aún allí, se puede amar. Aún allí hay sentido: hay posibilidad de hacer de ese acto un acto de entrega por los otros, un acto de amor.”
Para Jaime Barylko (53), un experto conocedor de la cábala judía, es Dios el que primordialmente tiene fe en los hombres: “El sentido de la vida lo esculpen los hombres. No debo esperar que Dios me revele. Él está esperando que yo lo revele. El sentido es una tarea, no importa dentro de qué marco, ritual religioso. No es literalmente el hombre el que espera a Dios. Dios espera al hombre”.
Lo que Dios espera es la revelación ética del hombre, su creación, la creación de Dios quedará plenamente justificada si actúa según los mandamientos fundamentales. Para el judaísmo el sentido de la vida es tarea, construcción y creencia de que la luz será hallada al fin del camino.
Tener fe, es esperar con esperanza.La esperanza acompaña cada momento de la existencia humana. “Nadie entraría jamás a una sala de espera – dice el escritor francés Andre Gide -, si no tuviera esperanzas de que llegará allí lo que uno está esperando”. No hay espera sin esperanza.
Ernesto Sábato (80), cree que la esperanza es insensata pero esencial, que escapa al orden de la razón. Uno de sus personajes dice en Sobre héroes y tumbas: “Toda consideración abstracta, aunque se refiriese a problemas humanos, no serviría para consolar a ningún hombre, para mitigar ninguna de las tristezas y angustias que puede sufrir un ser concreto de carne y hueso, un pobre ser con ojos que miran ansiosamente (hacia qué o hacia quién), una pobre criatura que solo sobrevive por la esperanza. Porque felizmente (pensaba), el hombre no solo está hecho de desesperación, sino de fe y de esperanza; no solo de muerte sino también de anhelo de vida; tampoco únicamente de soledad, sino de momentos de comunicación y de amor. Porque si prevaleciese la desesperación, todos nos dejaríamos morir o nos mataríamos y eso no es de ninguna manera lo que sucede. Lo que demostraba a su juicio la poca importancia de la razón, ya que es razonable mantener esperanzas en este mundo en que vivimos. Nuestra razón, nuestra inteligencia, constantemente nos estaría probando que este mundo es atroz, motivo por el cual la razón es aniquiladora y conduce al escepticismo, al cinismo y finalmente a la aniquilación. Pero, por suerte el hombre no es casi nunca un ser razonable y por eso la esperanza renace una y otra vez en medio de las calamidades, y este mismo renacer de algo tan descabellado, tan desprovisto de todo fundamento es la prueba de que el hombre no es un ser racional”.
El filosofo Carlos Cullen (47), que es en estos momentos director general de Educación de la Municipalidad de Buenos Aires, cree que el sentido de la vida emerge en el vÍnculo entre unos y otros: “Desde la vieja sabiduría se nos suele decir que uno encuentra la vida cuando la pierde. Cuando uno resignifica su existencia a partir de algo que le pasa. Quizás el ejemplo más simple es el de un enamoramiento. Uno acepta el nuevo sentido y su vida queda resignificada. Esto importa mucho, porque la pregunta sobre el sentido de la vida fuera del contacto con el otro es una pregunta sin salida. No hay sentido de la vida, a no ser que uno ponga el sentido en esta posibilidad de trascender el propio proyecto de cada uno. En el fondo, hay algo azaroso en el sentido de la vida, porque depende de algún tipo de encuentro, y digo azaroso para diferenciar el encuentro con el otro de una especie de cita previamente programada. El sentido de la vida tiene su punto central en esta OTREDAD, en los otros y en el otro, lo que rompe toda posibilidad de quedarse uno encerrado en si mismo”.
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