Educacion Superior En El Ecuador
Enviado por mary_isabel • 5 de Febrero de 2013 • 5.061 Palabras (21 Páginas) • 726 Visitas
La nueva institucionalidad de la educación superior en el Ecuador y los
requerimientos para los programas de posgrado
El Ecuador estrena una nueva institucionalidad, devenida de la Constitución aprobada en
octubre de 2008 y las normas conexas, entre ellas la Ley de Educación Superior expedida
justamente dos años después, en 2010. Este ensayo trata esta coyuntura, tomando
especialmente en consideración el hecho de que el país se incorpora obligatoriamente al
proceso de la acreditación de programas de posgrado, e intenta analizarla críticamente, en el
esfuerzo conjunto de construcción de un modelo regional andino, que tome en
consideración la búsqueda de la calidad y el mejoramiento de nuestro sistema de educación
superior, desde una perspectiva propia que contribuya a la realización del ser humano, al
avance de la ciencia y al desarrollo de nuestros países.
Los sistemas de aseguramiento de la calidad
La evaluación y la acreditación deben ser entendidas como una política pública para
garantizar una expansión de la educación superior con calidad académica y relevancia
social (Luce y Morosini, 2003). La tendencia internacional es la de identificar evaluación
institucional con la evaluación de la calidad. La Declaración de la Segunda Conferencia
Mundial sobre Educación Superior (UNESCO 2010), señala la importancia de la evaluación
en el quehacer de la educación superior, como parte de la necesidad de fortalecer la calidad
y, de ahí, la necesidad de poder apreciarla y “asegurarla”, adjudicando a este último término
el sentido de ofrecer garantías a la sociedad de que, efectivamente, el servicio al que accede
ha sido sometido a alguna forma de control de calidad.
Sin embargo, existe el peligro de convertir a los sistemas de aseguramiento de calidad en el
nuevo ídolo de la universidad, poniéndolo por encima de la comunidad de seres humanos,
de la necesaria diversidad que requiere la cultura para potenciar sus posibilidades, y de la
autonomía consustancial para la generación y difusión del conocimiento. Los procesos de
aseguramiento tienen que estar al servicio de la comunidad de profesores y estudiantes, para
contribuir a desarrollar ambientes que propicien su realización como académicos y como
seres humanos, y al cumplimiento de las misiones consustanciales a la universidad: formar
personas, desarrollar la ciencia y servir a la sociedad. La universidad, en sus mil años de
existencia como institución humana, ha fundamentado su quehacer en la reciprocidad de
relaciones entre los miembros de su comunidad, pues la ciencia se construye y las personas
se forman en un ambiente en el que se comparte, sin ánimo de lucro, el aprendizaje y la
generación de conocimiento. Cualquier sistema de aseguramiento de la calidad debe tomar
en cuenta estas notas características, con el fin de desarrollarlas, y propiciar así el
cumplimiento de sus misiones sustanciales.
Un análisis crítico de la realidad, que parte de la pregunta fundamental: ¿por qué siempre
así, por qué no de otra manera?, viene también a cuento en el marco de los sistemas de
calidad, pues existe el peligro de que hagamos un traslado automatizado de modelos de
otros entornos a los de la educación superior, y que, en lugar de propiciar relaciones entre
seres humanos que conforman la comunidad académica que constituye la universidad, el ser
humano llegue a ser reificado cuando las relaciones entre personas 2
se vuelven relaciones entre cosas, entre conceptos y flujogramas de los modelos de
aseguramiento, entre los productos de los seres humanos y no entre los sujetos. En este
marco, es muy interesante las reflexiones de Fernando Tenório (1996), quien, al hacer una
análisis de los sistemas de calidad total, muestran como se ha cosificado al ser humano en
estos contextos. Para ello, parte de la propuesta de Martín Buber sobre la relación entre Tú y
Yo, en oposición a la relación entre Eso y Yo. La relación Tú – Yo se da en base a una ética
dialógica entre seres humanos, configurando la reciprocidad. En contrapartida, la relación
Eso – Yo supone una relación de un hombre reificado entre otras cosas, o un ser
relacionados con meros El ó Ellos, con “gente” indefinida. La reciprocidad es una relación
mediada entre intereses subjetivos, tales como sueldo, jerarquía, género, edad, etc., y por
ello requiere de una delicada gestión de diálogo, de consenso.
Bajo este marco, la calidad de la educación superior se torna un objetivo amplio y de
grandes miras, por todas las vertientes y ramificaciones que se aspira que ella alcance. Esta
idea la expresa claramente Rodríguez Espinar (1997), al señalar que la verdadera calidad de
una institución universitaria radica en su capacidad para lograr el mayor desarrollo posible
de sus miembros (alumnos y profesores); es decir, en conseguir el máximo valor común.
Esta concepción de la calidad es de excepcional riqueza, pues centra su atención en el ser
humano, y queda claro que el sistema de calidad busca no solamente cumplir ciertos
criterios y estándares, sino convertirse en un medio – solamente eso, un medio – para
contribuir a que las personas desarrollen sus potencialidades a plenitud, en una sociedad
cuyas políticas públicas refuercen el compromiso social de las universidades, su calidad,
pertinencia y autonomía responsable. Esas políticas deben tener como meta el logro de una
mayor cobertura social con calidad, igualdad y equidad, deben propiciar el desarrollo de
alternativas e innovaciones en el currículo, en la oferta educativa, en la producción y
transferencia de conocimientos y aprendizajes, en un ambiente de diversidad y creatividad,
con independencia moral y científica frente a cualquier poder político y económico.
Las experiencias que me han sido dada como gestor universitario y como miembro del
Consejo Nacional de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior del Ecuador, me
llevan a coincidir con reflexiones de Alfonso Borrero Cabal (1998) y Miguel Angel Escotet
(2005), quienes llaman la atención sobre el excesivo peso que el ámbito de la
administración de la universidad ha llegado a tener, por sobre sus misiones trascendentes de
formar personas, desarrollar la ciencia y servir a la sociedad. Observamos una compleja
trama burocrática
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