El interés general

El interés general es absurdo, a menos que sea indirecto.

El interés general no tiene sentido porque supone la sumatoria de los intereses particulares no pueden asegurar el interés general. Si cada uno desea su propia causa, al sumar las causas solo se tendría una suma de deseos completamente incomprensible y aleatoria; unos desean que haya una represa y otros proteger el río, unos desean comer más carne y otros desean comer más vegetales. Esto solo lleva a que se pierda el interés actual y preciso de la persona frente a una masa extraña de deseos.

Otro problema del interés general reside en que este sirve para acomodar los fines a los que debe dirigirse una sociedad. Como la suma de los intereses particulares no permite el surgimiento de un deseo claro y potente, sino que da resultado a una masa amorfa de pretensiones, entonces, no se puede tener la claridad suficiente ni ordenar a la sociedad para que cumpla ciertos fines. Solo puede ordenarse una sociedad que de manera expresa y tacita tiene claros sus fines y deseos. Es decir, es preciso que se definan principios inviolables que guíen a toda la sociedad para que se lleve a cabo una sociedad direccionada.

Lo que nos lleva a concluir que para poder coordinar la sociedad se necesita de los intereses de ciertas personas que representen a la masa amorfa de pretensiones. Estas personas en reunión pueden brindar una dirección que vele por la sociedad completa por clausulas y disposiciones expresas. De esta manera, se ve como una reunión de representantes pueden escribir un texto claro que defina los fines de esa sociedad. Esto puede ser una asamblea de personas que redactan una constitución.

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