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El techo de cristal tiene nombre y se llama Capitalismo


Enviado por   •  11 de Junio de 2023  •  Monografía  •  1.941 Palabras (8 Páginas)  •  51 Visitas

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El techo de cristal tiene nombre y se llama Capitalismo

Diciembre 2021

INDICE

  1. Introducción…………….……………………………………………………….3
  2. Desarrollo…………………………………...……………….…………………..4
  3. Conclusiones….…………………………………………………………………7
  4. Bibliografia………………………………………………………………………8

        El mundo laboral es un espacio donde las personas desarrollan tanto sus habilidades físicas como mentales. Se lo denomina como un mundo porque abarca no sólo los aspectos económicos y políticos sino también los sociales y culturales de la sociedad. A pesar de que este mundo fue creciendo y expandiéndose a lo largo del tiempo, es controlado por el sistema capitalista y, aunque económicamente afecta positivamente al mercado, algunos factores sociales son descuidados, provocando desigualdades entre las partes que conforman el mundo laboral. Las mujeres son quienes se ven más afectadas actualmente por estos hechos; además de ganar un salario menor que el de los hombres en un mismo puesto, estas son privadas de crecer a la par del género opuesto, siendo el simple hecho de ser mujer causa suficiente para dichas discriminaciones. Pero, ¿quiénes son los responsables de tales desigualdades? La presente monografia tiene como objetivos develar qué rol cumple el capitalismo en la lucha feminista dentro del mundo laboral y reflexionar acerca de cuáles son las conquistas por parte de la mujer en el ambito laboral, pero principalmente intentaremos responder la pregunta: ¿Qué bloquea el crecimiento de la mujer dentro del mundo laboral? Nuestra hipótesis previa al desarrollo del texto es que el capitalismo evita el crecimiento de la mujer dentro del mundo laboral.

        La sociedad capitalista define a la fuerza de trabajo como una mercancía que mantiene al sistema en movimiento. Sin fuerza de trabajo el capitalismo colapsaría, de modo que la clase obrera es indispensable para que el sistema funcione adecuadamente. Pero, ¿por qué no se le permite a la mujer tener las mismas oportunidades que el hombre en el mundo laboral? La respuesta es simple; el capitalismo necesita asegurar la producción de fuerza de trabajo, y la mujer depende de ello. Lo cierto es que esta explicación tiene un punto de vista anticuado, en el que se la piensa a la mujer como un objeto responsable de la crianza de los hijos en su exclusividad. Pasaron los años y nuestra sociedad comprendió que tanto la madre como el padre requieren igual compromiso a la hora de instruir a los hijos. Sin embargo, la estructura de la familia nunca cambió, al igual que los estereotipos creados por la sociedad machista sobre qué trabajos puede o no tener una mujer, y esto se conservó a lo largo del tiempo.

        Si nos adentramos a la historia de la mujer trabajadora, esta comienza en el siglo XV, desempeñando el papel de hilanderas y tejedoras en el mercado laboral de aquella época, trabajos altamente importantes pero pobremente remunerados. Para estos puestos de trabajo se solían buscar mujeres jóvenes y solteras, haciendo más pequeño el grupo de mujeres con la oportunidad de poder trabajar. El mercado laboral público era “cosa de hombres”, por lo que los puestos de trabajos que ocupaban las mujeres eran “trabajos femeninos”. Hoy en día se podría decir que el ser humano evolucionó mentalmente lo suficiente como para comprender que no existen, ni nunca existieron, dichos trabajos femeninos, que lo femenino y masculino no se extiende para los puestos de trabajo y que, por lo tanto toda persona es y debería tener el derecho de aplicar para cualquier posición a la que se sientan merecedora.

Hacia fines del siglo XVIII, junto con la Revolución Industrial, surge un movimiento que cambiaría la vida de millones de mujeres a lo largo de la historia. A partir de la creación de industrias, estas logran incorporarse al mundo laboral de manera oficial. De todos modos, si las condiciones laborales y la remuneración de los hombres eran miserables, las de las mujeres eran inexistentes. Concentrándonos en Argentina, para el siglo XIX aproximadamente 140.000 mujeres contaban con un trabajo fijo. Se pensaba entonces que como el salario del hombre debía ser suficiente para abastecer las necesidades de él y su familia, el salario de una mujer se debía hallar al margen de lo necesario para satisfacer sus necesidades personales. No solo recibían una paga del cincuenta por ciento menos que los hombres sino que también eran maltratadas y discriminadas, y luego, cuando volvían a su hogares, debían continuar trabajando para asistir a los hijos y a los maridos, es decir, la jornada de trabajo nunca terminaba.

Partiendo de lo mencionado anteriormente podemos concluir que la mujer era oprimida por la sociedad que comenzaba a adoptar al modelo capitalista como principal sistema económico entre las potencias mundiales. Mencionaremos de manera breve la definición de opresión: es el acto de someter, oprimir a una persona o un grupo de personas de modo que se violan uno o más derechos humanos de aquellas. La opresion puede ser directa y violenta, como también indirecta, sin la necesidad de emplear la violencia física. Dicho esto, podemos conectar como la carga horaria y la condición de vida de las mujeres era signo de opresión y explotación por parte de la sociedad machista.

A principios del siglo XIX se conmemoró por primera vez el Día Internacional de la Mujer, el cual abarcó muchos países donde las mujeres ahora pueden votar y ocupar cargos públicos así como también tenían derecho al trabajo, a la formación profesional y a no ser discriminadas en el ámbito laboral. A mediados del siglo se aprobaron distintas leyes laborales que beneficiarían enormemente a las mujeres. Se reglamentó el trabajo femenino e infantil, se estableció que la carga horaria para las mujeres no podía pasar las ocho horas diarias, se dictó la prohibición de despedir a mujeres embarazadas, se extendió la licencia por maternidad y se incorporó la licencia para amamantar. También se establece que toda mujer mayor de edad, sin importar su estado civil, es capaz de ejercer todos los derechos y funciones civiles que se le conceden al hombre por medio de la ley.

Tanto filósofos históricos como Marx como distintas mujeres reconocidas mundialente por su participación en el movimiento feminista afirmaban que la mujer siempre fue oprimida por el capitalismo; Simone de Beauvoir, una reconocida filósofa francesa, declaró que la igualdad entre hombres  mujeres es imposible en el sistema capitalista. El paso de los años dio a reconocer que esta igualdad no es debidamente imposible, ya que la brecha de desigualdad se reduce día a día, pero sí es indiscutible entender cuál es la posición del capitalismo patriarcal ante estas victorias por parte del feminismo.

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