¿Llama O Cristal?
Enviado por rfauquie • 2 de Mayo de 2013 • 2.652 Palabras (11 Páginas) • 263 Visitas
¿LLAMA O CRISTAL?
“He leído recientemente que los modelos del proceso de formación de los seres vivientes son, por un lado el cristal (imagen de invariabilidad y de regulación de estructuras específicas), y por el otro la llama (imagen de constancia de una forma global exterior, a pesar de la incesante agitación interna) ... Cristal y llama, dos formas de belleza perfecta de las cuales no puede apartarse la mirada, dos modos de crecimiento en el tiempo, de gasto de la materia circundante, dos símbolos morales, dos absolutos, dos categorías para clasificar hechos, ideas, estilos, sentimientos...” Italo Calvino: Seis propuestas para el próximo milenio
“La verdadera poesía es también pensamiento, y por otra parte, el verdadero filósofo no llega a ser tal si no tiene en sí algo de la imaginación que es la trama secreta de la poesía.” Paul Valéry
LA ESCRITURA ES UN CUERPO VIVO...
La vida del ser humano se acerca a las voces que fue descubriendo a lo largo de su camino. Como digo en mi libro Espiral de tiempo: “Quizá las grandes experiencias de la vida no sean, a fin de cuentas, sino el descubrimiento de algunas palabras: amor, ideal, felicidad... Escribir la palabra amorosa presupone la comunión de los cuerpos, el fascinante hallazgo del otro opuesto. La palabra del ideal encierra la trágica contradicción de lo inalcanzable. Escribir el ideal es perseguir las monedas de oro que aguardan al final del arcoiris; acariciar la intención del espejismo maravilloso; acosar sueños que, una vez tocados, concluyen al despertarnos. Las palabras felicidad y serenidad son las del final del camino. Las aprendemos tarde. Saber vivir es saber pronunciarlas; haber aprendido de ellas la dicha y el aplomo; haber logrado disfrutar esa única posible felicidad hallada en brevísimos fragmentos, chispazos únicos. Existen, por último, las palabras colectivas: tradición, religión, Dios, patria... Palabras en cuya devoción comulga la tribu, términos deificados en el sueño y en la fe de muchos o de todos, nombres escritos en el ancho designio de la historia común del hombre”.
Los sentimientos, las vivencias, los rostros, los paisajes que el tiempo del camino le van revelando al caminante, terminarán por hacerse voces. O sea: significados, alusiones, sentido. Para todo ser de palabras estas significaciones se convertirán en diseño de escritura. Al igual que todo organismo vivo, ésta es propósito, signo, fuerza, crecimiento, empuje; entidad que existe de acuerdo a una razón; acaso la más obvia, la más natural de todas: romper con el silencio. Como toda forma de arte, la escritura es creación que llega junto con la muy humana necesidad de deshacer algún tipo de silencio, de imponer significados allí donde antes no existía nada. La escritura es un acto creador que, al igual que toda creación, expresa, cubre, llena, hace vivir.
Dice Gastón Bachelard: “De muy niño sentí en el corazón dos sentimientos contradictorios: el horror por la vida y el éxtasis ante la vida.” Para cualquier ser humano el horror ante los días puede llegar, íntima y misteriosamente, junto al hechizo frente a la plenitud de los días. El misterio del tiempo abrumador y deslumbrante se entreteje al tiempo que atemoriza o que confunde. Ambos sentimientos, maravilla y temor, son límites que van definiendo el camino de todo ser humano y que, desde luego, determinan las opciones del ser de palabras ante su escritura. La fascinación por la vida o el horror y el hastío frente a ella lo llevan a escribir; o sea: a responderle a la vida con sus propias voces. En un artículo al que colocó el escueto título de Por qué escribo, George Orwell sostuvo que la mayoría de los individuos abandonaban toda ambición de sobresalir en la vida más o menos hacia los treinta años, excepto en el caso de los escritores, quienes eran capaces de conservar intacta esa ilusión hasta el final de sus días. A lo largo de estas páginas me refiero una y otra vez a la escritura en términos de asidero, apoyo, juego, cobijo, pulsión, compañía... Creo que todo eso termina, de una u otra forma, por relacionarse con la ilusión: espejismo que permite a cualquier ser de palabras vivir con intensidad permaneciendo siempre curioso ante un horizonte que brilla ante él.
... DE CRISTALINA TRANSPARENCIA O DE QUEMANTE LLAMA...
En dos elementos simboliza Italo Calvino el proceso de formación de todo organismo vivo: uno es el cristal; el fuego, el otro. El cristal representa lo invariable, lo sólido, lo firme; la llama alude a lo cambiante, lo dinámico, lo elusivo. La llama, con su calor y sus impredecibles movimientos, traduce la intensidad de la vida. La transparente solidez del cristal evoca la firme nitidez de los descubrimientos; simboliza, también, la perfección de las formas, la regularidad de las ideas, la exactitud de los conceptos, la precisión de lo que es abstracto y racional. En la llama encarna la luminosa presencia de las imágenes, los siempre cambiantes diseños de las voces que arden en las manos del poeta. A la metáfora del cristal le resulta ajena cualquier visión de movilidad y diversidad. La metáfora de la llama expresa cambio e inmarcesibilidad; la del cristal, exactitud y transparencia. Cristal y llama: tan opuestos y, sin embargo, de alguna forma, también tan semejantes. Fuego del tiempo y cristal del tiempo: ambos aluden a luminosidad, reflejo, brillo. Ambos se relacionan con la luz necesaria para percibir la intensidad de tantas imágenes esenciales.
El calor de los días y la luz de los días se reiteran en las voces escritas por los seres de palabras. Luz y calor del tiempo humano reflejados por una escritura que se esfuerza en llamar la atención sobre sí misma. Para todo ser de palabras, la búsqueda estética de sus voces será una manera de acercar hasta ellas el interés o la curiosidad de los lectores; atraparlos en esas páginas en las que viven y actúan las palabras. En un acto que revela un profundo rechazo al vacío, a lo despojado, a lo inexistente, el ser de palabras llena de voces las páginas que escribe. Necesita dar vida. Precisa escribir imágenes o ideas y proyectarlas más allá de sí mismo. En El arte romántico, dice Baudelaire: “Pocos hombres se hallan dotados de la facultad de ver; y menos aún son los que poseen el poder de expresarlo. Ahora, mientras los demás duermen, éste está inclinado sobre su mesa, lanzando
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